EDITORIAL

Más demanda de justicia por violencia familiar

La decisión de crear nuevos juzgados de Familia en el territorio provincial para responder a la alta demanda de casos de violencia doméstica, además de destinar para su abordaje a personal específico y capacitado, resulta un hecho auspicioso y en línea con una problemática de alarmante crecimiento. Por otro lado, facilita el acceso de la población más alejada de los grandes centros urbanos -como Santa Fe y Rosario, donde ya existían tribunales colegiados de la materia- a una atención acorde a la celeridad y profundidad que el tema requiere.

La medida, que se enmarca en una realidad advertida desde hace tiempo por especialistas, se funda en datos objetivos, como lo es el alto porcentaje de causas ingresadas por ese motivo en los tribunales de Familia, durante los últimos meses.

La violencia familiar se ha vuelto mucho más visible en los últimos años, entre otras razones por el incesante trabajo desarrollado por entidades oficiales y no gubernamentales, con el fin de exponer un problema serio por sus implicancias sobre la salud, el desarrollo laboral y la economía para quienes sufren la agresión, pero también para su entorno. Estudios elaborados en Santa Fe, en el país y en el exterior dan cuenta de la gravedad de este tema y coinciden en los efectos que las agresiones domésticas generan en el corto y largo plazo en todos los miembros de la familia, a la vez que recomiendan una atención específica y adecuada a su naturaleza.

De esta manera, la creación de juzgados diseminados en distintos puntos del extenso territorio provincial resulta una acción concreta, a la vez que establece un compromiso con la ciudadanía que reclama, precisamente, el acceso a un servicio eficiente y adaptado a las reales demandas. Cabe apuntar que, en orden a una resolución menos traumática, la mediación -a cargo de personas capacitadas- ha demostrado ser una herramienta eficaz en aquellos lugares en que comenzó a aplicarse.

Por último, merece ser destacado el rol de los medios de comunicación, que desde hace algunos años han comenzado a dar cabida a la temática en sus agendas. Es indudable que la difusión permite desnaturalizar un problema que permanece rodeado de mitos y prejuicios, y se alimenta en el silencio, la vergüenza y el miedo. Sin embargo, queda mucho por hacer para conjurar la aceptación solapada de la violencia a través -por ejemplo- de giros discursivos y de abordajes errados que buscan, con o sin intención manifiesta, justificar lo injustificable, que revictimizan a quien ha sufrido un hecho de esta naturaleza, que desconocen la nueva agresión que implica un tratamiento inapropiado de las noticias vinculadas con este tema, y que terminan definiendo la violencia extrema, la que llega al asesinato de mujeres, con el engañoso rótulo de “crímenes pasionales”.