Señal de ajuste

Sueños de botinera

Sueños de botinera

Alejandro Lerner cantó ante los chicos de la escuela indígena Juan XXIII de Pichanal, Salta. La portera/cocinera Teodora se encontró con su hermana Asunción, a quien no veía desde hacía 20 años.

Foto: Gentileza Ideas del Sur

 

Roberto Maurer

“Menos peleas y más compromiso social”. El alegato no es del dirigente de un movimiento social. Pertenece a Marcelo Tinelli, quien, a su modo, es el líder de un movimiento social: el público de la televisión, la primera mayoría. La versatilidad del creador de “Showmatch” le permite cambiar de frente con rapidez si los traseros famosos, el humor chancho o los chicos disfrazados no miden satisfactoriamente. Y la emotividad exacerbada forma parte de sus recursos, sin recato, y quién no recuerda aquel plano fijo interminable sobre su rostro, que paralizó al mundo hasta que de sus ojos brotó una secreción acuosa. ¿O acaso no nos emocionó poniendo a bailar a un ciego?

Ya que flaqueaba el rating de “El musical de tus sueños”, para el Día de la Madre pegó un golpe emocional inesperado, haciendo programas de efecto infalible en la sensibilidad de todo ser humano que haya nacido de mujer de carne y hueso, fuera de los concebidos según los métodos abstractos de las mitologías y las religiones. En la puesta en escena, algunos, como el propio Tinelli, disfrutaron del handicap afectivo de tener a su madre muerta. Y reviviendo el síndrome “gente que busca gente”, provocó el reencuentro de una mujer que hacía once años que no veía a su hija.

Sigue el ataque

No fue un golpe aislado. El lunes pasado continuó el bombardeo de demagogia sentimental cumpliendo el sueño de Silvina Luna, que se había autosentenciado la semana anterior cuando, afectada por la evocación de su madre, no pudo continuar bailando “La Bilirrubina”. El sueño de Silvina Luna, que no debe ser uno solo y en los cuales todos quisieran participar, consiste en lograr mejoras para las instalaciones de la escuela indígena Juan XXIII de Pichanal, Salta, adonde concurren más de mil chicos guaraníes y coyas.

Un grupo de chicos de cuarto grado, con la directora y la portera/cocinera de la escuela, fueron llevados al estudio para ser abusados en una orgía de sensiblería. Esos niños no estaban preparados para semejante sesión, ya que una cosa es procurarles una “noche inolvidable”, y otra es someterlos a una presión que, evidentemente, los colmaba de angustia. No pararon de llorar, y las cámaras nunca dejaron de registrarlo en primerísimos planos, a centímetros de esas mejilllas morenas regadas por lágrimas, mientras Silvina Luna se turnaba besándolos uno a uno con su boca de botinera*, Alejandro Lerner les cantaba y Marcelo Tinelli hacía muecas de complicidad.

Esos niños volverán a Pichanal, una localidad que casi nadie oyó ni oirá nombrar, tal vez con el techo de la escuela reparado, y se puede apostar que difícilmente visitarán otra vez la capital, y menos para ser besados por Silvina Luna y festejados por Tinelli. Sólo resulta imaginable que se vuelvan a acordar de ellos para convocarlos a una guerra.

El show se completó repitiendo el efecto “gente que busca gente”. Teodora, la portera y cocinera de la escuela, contó la dramática historia de hermanos que fueron separados desde pequeños, pero la magia de Tinelli logró que se reuniera con su hermana Asunción, a quien no veía desde hacía veinte años.

Cómo se cambia el mundo

Alejandro Lerner fue invitado a cantar “Carta a la dignidad del hombre”, un confuso alegato social con música de balada romántica en el estilo de Banana Pueyrredón. “Que mi gente no pierda la sonrisa / no pierda la poesia / ni la sangre, ni la luz / que hoy mi gente reclama por justicia / reclama por comida / reclama por salud”, cantó Lerner rodeado por los escolares llorando. No deja de resultar curioso que se invoque al “hambre popular” en una letra interpretada con acompañamiento de canción sentimental: el resultado es una especie de frivolidad populista New Age. No es lícito dudar de la sinceridad de Alejandro Lerner, aunque puede ser señalado como parte de una manipulación, ya que siempre hay que sospechar de los propósitos reales de la televisión. Luego selló su participación entonando “Cambiar el mundo”. Como se sabe, allí se afirma que alcanza con un instante, y que “cambiar el mundo empieza por mí”. Es cierto: basta con no aceptar las invitaciones de Tinelli. Así se empieza.

* Se citan no menos de cinco jugadores de fútbol en su vida sentimental, entre ellos Maradona y Gago.