Es sólo el fin del  mundo, de nuevo Al diablo

Devastación a la máxima escala -tecnología digital mediante- en 2012.

Es sólo el fin del mundo, de nuevo

Desastres naturales, plagas divinas, hecatombes nucleares, virus desatados, extraterrestres belicosos o monstruos antediluvianos amenazan permanentemente con destruir el planeta. Y a veces lo consiguen. Como se verá muy pronto -en clave espectacular, existencialista o épica- en 2012, La carretera y El libro de Eli.

TEXTOS EMERIO AGRETTI

Si nos atenemos a las películas de Hollywood, el fin del mundo es algo más común de lo que parece. No sólo por las amenazas de todo cuño que, usualmente, Bruce Willis o Arnold Schwarzenegger logran detener sino por los casos en que el desastre se concreta.

La catástrofe puede ser un castigo divino, directo o indirecto, y puede provenir de invasiones extraterrestres o de rebeliones simias o robóticas; pero casi siempre es consecuencia de los actos del hombre al desafiar a la naturaleza (como en El día después de mañana o Waterworld), manipular virus irresponsablemente (como en 28 días, 12 monos o Soy leyenda), no controlar debidamente la energía nuclear (como en El hombre Omega o Cuando el destino nos alcance) o por el colapso económico y ambiental (como en Mad Max o El mensajero). Héroes y antihéroes solitarios, empeñados en sobrevivir o salvar a otros; grupos que intentan preservar su humanidad en un entorno hostil, donde sus congéneres revelan su verdadera condición; amenazas infrahumanas o monstruosas pugnando por adueñarse de lo que queda; desolación y reducción al primitivismo, son algunas de las marcas características de estos filmes, que oscilan entre un tono sombrío y esperanzado, que lo utilizan como excusa para la aventura, enfatizan el tono de advertencia o canalizan los miedos de la sociedad en un contexto socio-político determinado (la Guerra caliente o fría; la amenaza nazi, comunista o islámica; el pánico nuclear o tecnológico; la zozobra económica).

Así, los antecedentes de películas que muestran un planeta ya devastado son numerosos y de larga data. En cambio, en los últimos años y adelantos tecnológicos mediante, son más frecuentes los que se regodean en mostrar el propio proceso de destrucción. Precisamente, el responsable de dos de los casos más representativos, Día de la independencia y El día después de mañana, Roland Emmerich, es el que ahora se vale de una oportuna profecía maya para montar un espectáculo millonario en pantalla gigante.

APOCALYPTO

Según el texto precolombino, el 22 de diciembre de 2012 el Sol recibirá un rayo sincronizador del centro de la galaxia con el que se iniciará un nuevo ciclo. Será el fin del mundo de materialismo y destrucción en que vivimos y el inicio de una nueva etapa de respeto y armonía. Antes de ese día, la humanidad deberá optar entre desaparecer como especie pensante que atenta contra el planeta o evolucionar hacia una nueva.

En realidad, la profecía no habla estrictamente de la destrucción física del mundo, pero obviamente esa interpretación es más entretenida y, seguramente, más rendidora en términos de boletería, de modo que ahí es donde apuntó el infalible Emmerich.

Para colmo, la campaña publicitaria previa al estreno hace hincapié en que los gobiernos del mundo no hicieron nada para preparar a 6 mil millones de personas para tal eventualidad, ignorando las evidencias explícitas con tal necedad que merecerían la destitución; en caso de que quedara algo de lo cual destituirlos. Por suerte, entre los sobrevivientes hay varios actores conocidos, como Woody Harrelson, Danny Glover, Thandie Newton, Oliver Platt, Amanda Peet y John Cusack. La película llegaría a nuestro país en diciembre.

VIVO EN LA CARRETERA

En clave mucho más minimalista, para enero llegaría La carretera. Aquí le toca a Viggo Mortensen -también veterano en las lides de salvar mundos, tal como se vio en El Señor de los Anillos- ponerse al frente del acotado elenco, para protagonizar una improbable y poco espectacular hazaña, pero no por eso menos importante: sobrevivir y salvar a su hijo, al que por alguna razón asigna un destino redentor, del hambre y las hordas humanas que asuelan la tierra.

La película está basada en la novela de Cormac McCarthy, ganador del Premio Pulitzer en el 2007, cuya novela “No es País para Viejos” se convirtió en la ganadora del Oscar “Sin lugar para los débiles”. Como aquélla -y como el título lo sugiere- se trata de una “road movie”, aunque en clave trágica, y con la violencia en un absoluto segundo plano. El libro original tiene la misma prosa seca y económica que el resto de la obra de McCarthy, y resulta una experiencia tan fascinante e hipnótica, como ardua de soportar por lo agobiante de la historia, que apenas otorga respiro y casi ninguna esperanza. Cualidades que, si el filme de John Hillcoat logra recrear, difícilmente lo conviertan en un boom de taquilla. Acompañan -aunque brevemente- otros rostros conocidos, como los de Charlize Theron, Guy Pearce (Memento) y Robert Duvall.

CON EL LIBRO BAJO EL BRAZO

Finalmente, para los primeros meses del año que viene se anuncia el estreno de The book of Eli -que presumiblemente se traducirá como El libro de Eli, aunque nunca se sabe-, de los hermanos Albert y Allen Hughes (Desde el infierno), una historia post-apocalíptica sobre un grupo de héroes que lucha por proteger un libro sagrado de cuya existencia depende la supervivencia de la humanidad, y que los villanos de turno ambicionan para tomar control de ella.

En este caso el tono seguramente no será tan amargo como en La Carretera, y probablemente no haya tantas fichas puestas al impacto visual, como en 2012, en beneficio de retomar la cuerda épica que en su momento tensaron Mel Gibson y George Miller en Mad Max, Kevin Kostner en Waterworld o Christian Bale y Matthew McConaughey en El reinado del fuego.

Esta vez, y en un elenco que apunta nada menos que a Gary Oldman, la mejor carta de la humanidad es Denzel Washington, lo cual no es poco decir y otorga buenas perspectivas a la supervivencia del género humano. Al menos, hasta que -parafraseando el cuento de Neil Gaiman que da título a esta nota- llegue el fin del mundo, de nuevo.

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Viggo Mortensen y una improbable misión redentora, en la durísima “La carretera”.

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Charlton Heston tiene que sobrevivir en El planeta de los simios.

Al diablo

El Apocalipsis bíblico, en clave moralizante, terrorífica o meramente espectacular, es la base de no pocos filmes y miniseries televisivas. Actualmente, la posta fue tomada por la serie Supernatural, que acaba de iniciar su quinta temporada en el canal Warner, los jueves a las 22. A esta altura del partido, los seguidores de la serie sabrán que los hermanos Winchester, inicialmente presentados como simples “cazadores de demonios”, un poco para vengar a su madre y otro poco para seguir los pasos de su progenitor, se han vuelto piezas claves en la confrontación de Cielo e Infierno previa a la destrucción total del mundo. Sobre el final de la cuarta temporada, los protagonistas -uno resucitado del infierno por los ángeles y el otro con sangre de demonio en sus venas- descubrieron que habían sido víctimas de un elaborado engaño, y que tanto las huestes celestiales como las diabólicas propiciaban lo mismo: la liberación de Lucifer, para provocar el conflicto final, sobre cuyo resultado -eso sí- tienen diferentes expectativas. En el estilo inaugurado por Los expedientes X, Supernatural alterna el desarrollo de esta trama central, que en este año se acerca a su desenlace, con la resolución de “casos” que empiezan y terminan en cada episodio.

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Denzel Washington tiene el manual para salvar a la humanidad en “El libro de Eli”.

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Imagen del set de filmación de Waterworld, donde Kevin Costner salió a flote a duras penas.

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Un jovencísimo Mel Gibson en la primera Mad Max, referencia indeludible de la aventura post-apocalíptica.