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El Dr. alberto Niel celebró recientemente sus flamantes 94 años rodeado del cariño de familiares y amigos.

Semblanzas y anécdotas de gratas historias vividas

El Dr. Alberto Niel rememoró la historia de su familia, sus orígenes en la ciudad de Rosario, su infancia en el barrio sur y la trascendencia que el deporte tuvo en él y sus hermanos, muchos de los cuales trabajaron en El Litoral.

TEXTOS. MARIANA RIVERA.

“Quiero publicar una nota en De Raíces y Abuelos para contar la historia de mi familia, que tuvo mucha relación con el Diario El Litoral”, solicitó por teléfono una mañana en nuestra redacción el Dr. Alberto Niel, permanente colaborador de nuestro diario.

A sus recientemente cumplidos 94 años, este médico jubilado nacido en Rosario, pero que vivió desde su infancia en el barrio Sur, rememoró con lujo de detalles anécdotas, alegrías y tristezas que vivió junto a sus padres y sus cuatro hermanos. Muchos de estos recuerdos, entre otras reflexiones sobre su profesión, están sintetizadas en su libro titulado: “Divagaciones, semblanzas, anécdotas y otras yerbas”.

“Papá fue un bicho fabuloso; se llamaba Manuel. Era integrante de una familia hacendada, poderosa, que vivía en el límite con la indiada de la provincia de Buenos Aires, en la zona de Olavarría y Azul. Le compraron las tierras al famoso cacique Catriel, con quien andaban en perfectas relaciones”, comenzó a relatar.

Y continuó: “Mi abuela materna, entre otras cosas, aparte de vasca era medium y tenía fama de profetisa. Por este motivo, grandes personalidades de esa época la consultaban. Quedó viuda relativamente joven y, como era una mujer de armas tomar, recorría las tierras con dos pistolas en la cintura, tratando directamente con los malandrines de la época. Se casó con un hombre de apellido Viñas. Un día mi padre tuvo una discusión con él, dijo chau y nunca volvió. Sólo lo hizo para el velorio de mi madre y siguió en buenas relaciones con varios de los hermanos”.

Luego agregó: “Mi padre se fue primero a Buenos Aires y empezó a trabajar de cualquier cosa: de mandadero, de mozo de confitería o de lo que fuera, y a estudiar contaduría. Se recibió y empezó a trabajar de su profesión. Ahí conoció al hermano de mi madre, a mi tío Pepe, quien era cónsul de Argentina en Finlandia”.

DE ROSARIO A SANTA FE

El Dr. Niel prosiguió su relato: “Mi padre se había ido a Rosario porque le habían concedido una fábrica de cemento armado. Se puso a estudiar escribanía y se recibió, a pesar de que nunca trabajó de esta profesión. Más tarde, cuando lo nombraron en el gobierno de Lehmann en 1920 subcontador general de la provincia, se vino con toda la familia a Santa Fe. Ahí llegamos nosotros, los rosarinos”.

Después -explicó- fue contador general de la provincia, intervino en la construcción de muchos caminos y del acueducto a Colastiné. Pero como no podía con su genio (era masón, gran maestre, grado 33) se puso a estudiar abogacía y se recibió. El viejo dominaba un montón de idiomas y era motivo de encuentros y centro de reunión y numerosas contertulias en mi casa con gente de lo más variada: escritores, artistas, profesionales. Él tocaba la guitarra y cantaba, improvisaba. Era un payador. Escribió una cantidad de poesías, muchas de las cuales conservo, y siguió su vida sin tener nunca un centavo ni pretenderlo. Nunca fue propietario de una casa, hasta que en el “29 lo convencimos de que nos dejara comprar un auto, pero para uso de mi hermano mayor, aunque yo se lo robaba y ahí aprendí a manejar.

Y agregó: “A mi padre le tocó ser comisario de la comisaría 9na. en esa época y nunca llevó un arma con él. Lo llamaban Rosas, al compararlo con Juan Manuel de Rosas, porque los tenía a los piques. A pesar de que los tuvo a mal traer, cuando dejó de ser comisario la formación lo homenajeó de todas maneras por su labor. Era un tipo ejemplar a quien yo admiraba y admiro y hago un culto a su memoria. Son muy pocos en el país los que llegaron a aquel grado 33, ni siquiera nuestros próceres, que fueron prácticamente todos”.

MÁS APRENDIZAJES

Así transcurrió nuestra vida -aseguró Niel- con reuniones que hacíamos en las mesas familiares de comida, en donde se armaba una especie de concurso para ver quién sabía: él nos hacía preguntas, qué sabíamos sobre tal cosa o quién era tal o cual. Esto nos estimulaba extraordinariamente. Así fue cómo fuimos aprendiendo muchas cosas que nos fueron muy útiles. Además, como él nos estimulaba en la lectura, no dejábamos de leer nada que cayera en nuestras manos. En casa teníamos una biblioteca enorme y por ella desfilaron Alejandro Dumas, Julio Verne, Hemingway, fabricándonos imágenes que fueron muy superiores a todas las que después nos brindaron el cine o la televisión. Leer era otra cosa.

En casa -acotó-, especialmente mi hermano Luis, fabricaba obras con nosotros, en las cuales por supuesto él era siempre el primer actor: Búfalo Bill, Dartagnan, Sandokan. Mi hermano Manuel lo acompañaba, yo hacía algún papelito secundario y mi hermana Haydeé era el personaje maldito de la historia.

Respecto a su madre, agregó que “se llamaba Gaetana Garoloiacono y era nada menos que calabresa, pero nunca tuvimos nada que ver con la Cosa nostra, que florecía en la Rosario de nuestra infancia. Nació en Italia y vino a los 5 años. Fue una mujer hermosa, rubia de ojos verdes, y es la razón por la cual en la familia alternamos los morochos con los rubiones sin que despierte ninguna suspicacia”.

LA INFANCIA, EN EL SUR

“Fuimos muy felices -reflexionó gustoso Niel-, con una infancia que recuerdo prácticamente día a día. La mayor parte de mi vida transcurrió en el barrio Sur, y fui alumno del Colegio de los Jesuitas. Esto hizo que me vinculara con toda la gente de doble apellido de Santa Fe, con quienes fuimos grandes amigos y continuamos siéndolo, pero sin que las cosas que a ellos les llamaba la atención me interesaran a mí, como la vida social, Los Dos Chinos, el Jockey Club, las carreras de caballos, el bridge, el polo, el billar, el casino”.

Pero aclaró: “Yo pasaba por las inmediaciones de San Martín y Juan de Garay para llegar al Club Gimnasia y Esgrima, ubicado en 4 de Enero y Juan de Garay, que era mi segundo hogar, adonde desde 1923 fueron socios mis hermanos, también grandes deportistas del club. En paleta representé al Club Gimnasia en todo el país; en tenis fui campeón; en natación representé al club en muchos lugares y en la inauguración de la pileta; en patinaje tuve una cantidad grande de premios de toda índole; en básquet formé parte del mejor equipo del país, el de Gimnasia y Esgrima; y cuando entré en ese equipo después tuve que irme a estudiar y dejé. En box tuve también mis logros. y así me han pasado un montón de cosas que recuerdo con nostalgia”.

JUEGOS ERAN LOS DE ANTES

Por último, el Dr. Niel quiso recordar sus años de infancia: “Primero vivimos en calle 25 al fondo, exactamente adonde actualmente está el Museo Etnográfico. Al lado de la barranca alternábamos con toda la gente de la costa; teníamos un gran fondo que se llenaba de toda suerte de bichos habidos y por haber, entre ellos víboras y escorpiones, de todo. Nos familiarizaba con la naturaleza porque hacíamos colecciones con esos bichos, que poníamos en frascos en formol”.

Así fue -aseguró- cómo nos conocíamos con toda esa gente que vivía en el sur, con la que íbamos a nadar sin traje de baño en El Quillá y en el puerto; jugábamos al fútbol y a toda esa clase de cosas que tanto nos entretenían y que nada costaban. No existía la palabra aburrimiento, que es una cosa tan frecuente de escuchar ahora entre la gente joven. Los juguetes que no teníamos los inventábamos y los fabricábamos. Así es como teníamos trompos, niclas (palos de madera que se arrojaban al aire), estampitas, carozos y la mar en coche, que todavía recuerdo con placer. También jugábamos al rango, a la gata parida, a luchar y a boxear, o a improvisar luchas a los zapatillazos, a la manera de los antiguos paisanos, concluyó.

Alberto Niel es viudo y tiene tres hijas (Ana María, quien falleció hace unos años, Mónica y Diana), de quienes ofreció una breve reseña de sus vidas y quehaceres. Está orgulloso de sus nietos, bisnietos y tataranietos, con quienes compartió -junto a sus amigos- el reciente festejo de sus espléndidos 94 años.

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Recuerdo de la primera comunión de Alberto Niel, en Inmaculada.

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TRABAJADORES DE EL LITORAL

En su casa, el Dr. Alberto Niel conserva muchos recuerdos pero el más preciado es un cuadro en donde está fotografiado con sus cuatro hermanos: Manuel, Haydée, Obdulia y Luis, muchos de los cuales, aseguró, estuvieron vinculados laboralmente con El Litoral.

“Mi hermano Manuel, el abogado, fue el que más estuvo en relación con el diario. Fue dibujante y periodista en El Litoral, y tuvo que ver con la parte periodística relacionada con su profesión (hacía la parte de Tribunales). Después publicó una cantidad de anécdotas y biografías”, explicó.

Haydée -continuó- fue muchas cosas: maestra de francés, maestra normal y preparaba números teatrales para festivales de beneficencia que se hacían. Fue cronista social de El Litoral un tiempo largo. A ella le sucedió en ese cargo mi otra hermana, Obdulia, quien la última parte de su vida de casada la vivió afuera, en Lanús, en Rosario o en Neuquén. Ésta era profesora de inglés (aunque hablaba también francés), deportista, cronista social, entre otras tantas cosas. Era una mujer extraordinariamente agradable y simpática.

Por último, se refirió a Luis: “Era ingeniero agrónomo. Trabajó en el Ministerio de Agricultura (incluso ocupó el cargo de ministro) hasta que se jubiló. Su gran mérito fue combatir y prácticamente hacer desaparecer la enfermedad del Chagas acá en Santa Fe, mediante el trabajo, la educación y la difusión sanitaria contra la vinchuca. Hizo muchas cosas muy interesantes pero la socialmente más trascendente fue esa. Era el invitado obligado de cuanto congreso había en el extranjero que tuviera que ver con la agricultura. Por ese motivo, dio la vuelta al mundo”.

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Niel se reúne todos los días con sus “contertulios” de la barra del café.