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La clave, la clave

En todas partes, conforme avanza y reina el imperio informático -una era de la virtualidad que abisma: vos no ves nada, todo va y viene sin vos...- te piden claves, password, pasaportes, pines, esto es una serie de números o letras que te abren las puertas. Siempre que te acuerdes la clave.

TEXTO NÉSTOR FENOGLIO / DIBUJO LUIS DLUGOSZEWSKI.

Comenzó morosamente, la moda. En el mejor de los casos, debías recordar tu número de documento y la cuenta del banco, si la tenías. Porque, y no me asusta pecar de vejete -no lo soy, pero vi muchos cambios en poco tiempo- hasta no hace mucho la gente pagaba con dinero que sacaba de su bolsillo o billetera, y la virtualidad estaba contenida en una libreta real, la del almacenero o el panadero, que se saldaba a fin de mes y punto.

Pero las tarjetas de crédito empezaron a venir con la posibilidad incorporada de que te adelantan dinero, para lo cual necesitás recordar el pin, un modesto numerito de sólo cuatro cifras, que te envían en un correo súper secreto, número que hasta el cartero te pregunta para jugarlo a la quiniela. Igual, está la posibilidad también -y te lo recomiendan, como para transferirte desde el vamos las culpas- de que cambies el pin, con lo cual ya llevás dos números de cuatro cifras en la memoria, el anterior y el actual, al que debés sumarle lógicamente un tercero y es el de tu clave del cajero automático, otros cuatro numeritos de morondanga que, sería conveniente, deberían ser distintos de los anteriores...

Uno zanja esta cuestión apelando a números conocidos, lo que también, te dicen, es un error: los cuatro últimos números del documento, los cuatro primeros, la fecha de cumpleaños tuya o de tu mujer o de tus hijos; vale decir, los primeros números que cualquier ladrón intentará a la hora de usar tu clave para clavarte.

En el laburo incorporan una computadora que te permite trabajar más y mejor (lo de “más” está por verse; lo de “mejor” ni se discute: no) y para ello sólo necesitás incorporar una clave alfanúmerica, como para ir complicando un poco el estofado y empezar a pispiar (y bueno: es coloquial: yo no tengo que explicar la corrección o no de cada término que utilizo ¿o sí?) qué tal anda tu memoria.

Luego tendrás una o más cuentas de correo electrónico, con lo que deberás incorporar nuevos números o letras y vas sumando claves secretas.

Es probable, si trabajás en una oficina o con esas centrales electrónicas que trabajan solas pero si vos trabajás bastante por ellas, que también te asignen una clave para poder efectuar llamadas externas. Seguí sumando claves, chiquito que así te va a ir en la vida.

Luego el banco o los bancos tienen más tarjetas para vos, más cuentas o cajas de ahorros (ahorran ellos: te reitero que vos no ves nunca un mango) y seguís acumulando números para memorizar. Antes vos debías recordar sólo el teléfono de tus amigos o de tu abuela.

después tenés juegos en red o propuestas lúdicas masivas y también allí necesitás acceder mediante una clave.

Quiero decir que cuando querés acordarte, se te arma un quilombo de números, letras y claves que vos no sabés para qué corno era el número tal. Te quedan registrados determinados caracteres que digitás de memoria -incluso una suerte de memoria táctil: uno se acuerda de ciertos movimientos mecánicos de los dedos- y puede ocurrir que te olvides miserablemente los números o confundas las claves de las tres tarjetas que tenés con la de débito y con la clave de acceso al cajero. Para simplificar tu vida, unificás por fin las claves con un número fácil de recordar y así también les facilitás las cosas a los choros, que no tienen que andar haciendo pruebas ni tirando lances, pues hasta el último habitante del universo sabe que tenés el 0802, sólo porque cumplís años el 8 de febrero...

Pablo clavo una clave, cuántas claves clavó Pablito, seguís sumando o restando -como quieras- mientras la vida avanza, tu sueldo retrocede y vos hacés y deshacés desde un teclado, con la advertencia de que la contraseña es incorrecta, carajo, y encima te puede tragar tu tarjeta, cancelar tu cuenta, anular tu acceso a los correos. Está todo bien. Todo lo entiende y acepta uno. Pero ¿alguien me puede recordar con cuál número de miércoles ingreso al Gran DT?