TODOS PUGNAN POR OCUPAR TERRITORIOS

Un país de manadas y machos dominantes

José Curiotto

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A veces se corre el riesgo de perder la capacidad de asombro. El acostumbramiento a determinadas conductas puede llevar a una sociedad a la degradación, sin que sus integrantes siquiera lo noten, ni se asuman degradados. Por eso es siempre importante estar alertas, intentando -es eso, apenas un intento- tomar cierta distancia de los hechos cotidianos para poder observarlos con cierta perspectiva.

Durante los últimos días la discusión política en la Argentina comenzó a girar en torno de conceptos dignos de las bestias salvajes: se habla insistentemente de “ganar la calle” y de “marcar u ocupar territorios”. Los distintos bandos en pugna -en eso parece haberse convertido el país- se muestran decididos a imponer la ley del más fuerte. De hecho, unos y otros actúan como machos dominantes que intentan preservar su territorio y continuar al frente de la manada que representan.

Así funciona el conurbano bonaerense, donde los “barones” imponen su dominio territorial. Ellos no dudan en negociar con gobiernos para que garantizarles supervivencia, o con opositores que bregan por derruir el poder de quien gobierna.

Hace apenas un par de semanas, grupos de piqueteros opositores al gobierno decidieron acampar en plena avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires. Cuando al fin consiguieron lo que buscaban, se fueron. Pero al día siguiente, otros grupos de manifestantes interrumpieron el tránsito sobre la misma avenida, esta vez para expresar su apoyo al kirchnerismo.

A mediados de junio del año pasado, en medio del creciente malestar generado por el conflicto entre el gobierno y el campo, vecinos con cacerolas comenzaron a congregarse en Plaza de Mayo para expresar su protesta. Pocos minutos después, Guillermo Moreno, Luis D’Elía y hasta Daniel “La Tota” Santillán llegaron para recuperar el territorio que había caído en las garras de la manada enemiga.

Metieron miedo, gritaron, empujaron. El macho dominante logró imponerse sobre el grupo que había osado ocupar terreno ajeno.

El dirigente Raúl Castells reconoció abiertamente en las últimas horas que quiere copar la calle y que busca la destitución de este gobierno. Y el movimiento sindical también se mostró dispuesto a medir fuerzas y ocupar territorios.

Desde el sector que responde a Hugo Moyano, organizaban hasta ayer una movilización para el 20 de noviembre con el objetivo de defender la gestión kirchnerista y el modelo sindical vigente. Con prudencia, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo evitó. Los sectores de izquierda se reagrupaban y preparaban una marcha para enfrentar a la CGT.

Como si todo esto no fuera suficiente, Mirta Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli hacen lo suyo para que distintos sectores sociales salgan a las calles para reclamar medidas contra la inseguridad.

La sociedad argentina muestra profundos signos de involución. La civilidad y la palabra poco parecen importar en una comunidad donde impera la fuerza, donde los hechos prevalecen sobre el derecho.

Se ha envilecido el poder de la palabra. Se ha roto el contrato social. La civilidad pierde terreno en manos de la irracionalidad. La fuerza prima sobre la razón; el territorio dominado impera sobre las ideas o los argumentos.

El objetivo esencial de cada una de las diferentes manadas es ocupar territorios, marcarlos y defenderlos, cueste lo que cueste. No importa quien está del otro lado. Pertenece a otra manada, y esa diferencia resulta suficiente como para intentar aniquilarlo.

La Argentina se asemeja hoy a un territorio ocupado por manadas en pugna. En el país rige la más cruda lógica salvaje, donde sólo resta desear que los diferentes grupos no se encuentren cara a cara. Si eso ocurriera, el desenlace podría ser doloroso.

Como ocurre con los leones. Como ocurre con los lobos. Al fin de cuentas, no hay demasiadas diferencias.

Un país de manadas y machos dominantes