Entrevista exclusiva con Jorge Luis Burruchaga, el hombre que halló la gloria aquella tarde del Azteca con el gol ante los alemanes que nos dio la Copa del Mundo en 1986...

“Cuando era chiquito, a veces no tenía para comer”

“Burru” recuerda el instante del gol y del festejo: “Me arrodillé, miré al cielo y sólo quise agradecerle a mi viejo... Fue un momento sublime, sólo comparable con el nacimiento de mis hijos”

“Cuando era chiquito, a veces no tenía para comer”

Jorge Luis Burruchaga en su charla con El Litoral en Santa Fe. Un recorrido por la increíble vida de un tipo al que le pasó de todo, que arrancó desde lo más humilde y alcanzó la gloria. Foto: Pablo Aguirre

 

Enrique Cruz (h)

Uno ve aquel gol de la final con los alemanes en 1986 y cree que Briegel en algún momento lo alcanzará. Después, arrodillado como festejaba sus goles Jairzinho, aquel brillante delantero de Brasil 1970, elevó sus brazos al cielo. A miles de kilómetros de distancia, 30 millones de argentinos o los que éramos hace 23 años, gozábamos con un título mundial inolvidable. Jorge Luis Burruchaga supo, desde ese mismo momento, que entraba en la historia grande del fútbol argentino, de la que jamás se irá.

—Te voy a hacer la pregunta que te habrán hecho miles en todo este tiempo. ¿Podrías describir qué sentiste en el momento en que le marcaste el gol a Alemania?

—Son esos segundos que siempre me ha costado describirlos con palabras. Fue único, lo máximo que uno como futbolista puede aspirar, es el resultado del trabajo de toda una vida, alcanzar el objetivo que todos los jugadores de fútbol del mundo aspiran. No sé, decirte que fue como tocar el cielo con las manos sería entrar en una frase hecha... Por ahí te lo puedo comparar con el nacimiento de mis hijos... El correr y arrodillarme es un poco el agradecimiento a Dios, fue recordar a mi padre, a quien ya no tenía porque se había muerto y él no quería que yo fuese futbolista.

—¿Cómo es eso?, ¿tu papá no quería que fueses futbolista?

—No, no quería... Entonces, fue como mirar al cielo y decirle: “Viejo, esto fue lo que conseguí”. O fue como mirar hacia atrás y recordar todo lo que nos costó como familia, porque somos muchos hermanos y por lo menos a uno le tocó la dicha de llegar a lo más alto que se puede aspirar.

—¿Es verdad que desde chiquito vendías helados?

—... Mirá, somos doce hermanos y perdimos a papá cuando yo era chiquito. Vivíamos humildemente y tuvimos que esforzarnos... A veces no comíamos. Y no te estoy mintiendo, así como lo escuchaste, no comíamos... Por eso, salí a la calle para vender helados, diarios, trabajé de ayudante de albañil... Fue duro, pero feliz a la vez. Fuimos respetuosos y felices, porque a mis 11 ó 12 años no había tantas cosas al alcance de los chicos como ocurre en estos tiempos. Por eso, todo esto que conseguí fue para mi madre, porque ella sí que amaba el fútbol y hacía cualquier cosa juntando los centavos para que yo pudiera subirme a un colectivo e ir al entrenamiento. Para ella fue todo mi esfuerzo.

—Perdiste a tu papá siendo chiquito, familia numerosa, problemas económicos, el mango que no alcanzaba, perdiste a tu primera mujer en un accidente. ¿Dónde es más difícil encontrar el equilibrio, en el éxito o en el dolor?

— En los dos, en los dos... El éxito dura poco y el dolor dura mucho. Afortunadamente, pude volver a formar una familia y me salió bien. La alegría marea, pero siempre fui un tipo de mantener cierta calma, algo que no es fácil. No quiero ser soberbio, pero cuando miro para atrás y veo lo que me costó todo y lo que me tocó vivir, y analizo mi vida, me doy cuenta de que soy feliz.

—¿Qué es la felicidad?

—Esto... Llegar a una etapa de la vida en la que mirás para atrás y te das cuenta de que alguna vez no tenía para comer, que teníamos que dormir 6 ú 8 en una pieza... Antes tenía muy poquito y ahora tengo algo. Y es que Dios siempre te abre una puerta para salir. La vida continúa y yo lo logré encontrando a una mujer que amo y que vino a ocupar el lugar después de la muerte de mi primera mujer.

—¿Cómo fue aquella soledad de viajar al Mundial sin saber qué iba a pasar con el equipo, con Bilardo; la posibilidad del fracaso?, ¿tenías algún mal presagio?

—Yo ya estaba en Europa porque Independiente me había vendido al Nantes. Creo que fue el proceso más difícil, más cuestionado y criticado de los últimos 30 años. Carlos tenía ideas renovadoras, pero por eso mismo era tan criticado. Él confió en una base de jugadores, se la jugó y con esa base fue campeón del mundo. Pero a mí me dejó una enseñanza: Julio Grondona como presidente de AFA, Carlos como conductor del grupo y unos siete u ocho que habíamos empezado ese proceso, como Diego, Nery Pumpido, Clausen, Ruggeri, yo, el Gringo Giusti y algunos otros, confiamos a muerte en nuestras fuerzas. Sabíamos que alejados del país y trabajando como Carlos quería hacerlo, íbamos a hacer un buen papel.

—¿Al punto de suponer que se podía dar el campeonato?

—Ninguno pensaba que íbamos a ser campeones... Además, teníamos un grupo difícil porque estaba el último campeón mundial, Italia, una Corea del Norte siempre complicada y Bulgaria, que fue un cuco en la Eliminatoria europea. Nos metimos de lleno en el trabajo, hacíamos dos o tres turnos diarios, Carlos nos llevaba de a grupos... A veces se pasaba un par de horas con tres o cuatro jugadores. ¡Ustedes saben cómo era! Sufrimos tres años como perros, pero nos llegó la justicia.

—Había bronca, indignación, resentimiento en ese grupo...

—¿Me lo preguntás por esos gritos de guerra en el vestuario?

—Sí.

—¿Sabés de qué me acuerdo?, de la gira del “84, arrancamos mal en Colombia y después le ganamos a Suiza, Bélgica y Alemania, que iniciaba con el proceso de Beckenbauer. Sin embargo, lo querían echar a Bilardo. Me acuerdo que nos pusimos en contra de El Gráfico, que era muy fuerte en ese momento, y pusimos los huevitos.... Fue un grupo con mucho coraje y que se puso a favor de Bilardo, al que querían voltear.

—¿Fue una revancha?

—Queríamos taparle la boca a todos los que nos criticaron... Y después, cuando conseguimos el título, muchos lloraban, nos aplaudían y querían festejar con nosotros, pero en realidad lo que siempre quisimos fue taparles la boca. Los ignoramos por completo y nos matamos para ser campeones del mundo. No sé si está bien o mal. Fue lo que sentimos en ese momento.

—Menotti habló siempre de las pequeñas sociedades en el fútbol. Y a vos te tocó jugar con Bochini y con Maradona, todo un privilegio. ¿Con cuál de los dos te sentías mejor?

—Eran lo mismo, pero diferentes. El Bocha era un jugador de mucho más pase-gol que Maradona, Diego era más desequilibrante y lo hacía solo.

—¿Se hacía fácil jugar con los dos?

—No, no... Mucha gente piensa que es fácil, pero para mí fue difícil. Diego era un jugador capaz de poner una pelota estando de espaldas y dejarte mano a mano con el arquero rival. Así pasó en la jugada del gol a los alemanes. Y el Bocha te ponía un pase-gol entre decenas de piernas de jugadores rivales. Maradona fue un genio y había que estar concentrado todo el partido, tenía ojos en la nuca. No era solamente tirar una pared o buscarlo para darle un pase. Era estar enchufado porque en cualquier momento te ponía una pelota al claro.

—¿Te agrandabas con ellos o te empequeñecías ante tamaña magistralidad?

—Yo me agrandaba en los dos casos porque, en lo personal, a mí se me dio una particularidad: ellos eran los conductores del equipo, pero tanto Pastoriza y Nito Veiga en Independiente, y sobre todo Carlos en la selección, trabajaron en mí como segunda manija del equipo sabiendo que a Diego o al Bocha lo iban a marcar. Yo no era un conductor, tenía movilidad, no me quedaba quieto, fui marcador de punta, “5”, “8” y hasta jugué de “9”. En la Libertadores del 84, fui el centrodelantero del equipo y anduve bien.

—¡Pero jugabas de enganche!

—Claro, en el 82, cuando el Bocha se lesionó el tobillo y estuvo como seis meses sin jugar. La gente se olvidó del Bocha, entre comillas, y fue porque a mí me trabajaron para que hiciese esa función. Además, no te olvides que con el Bocha jugué tres años y medio, ¡cómo no te vas a entender con un tipo con el que jugaste más de 100 partidos!. En realidad, casi todo el equipo de Independiente se mantuvo ese tiempo.

—Ese mediocampo de Giusti, Marangoni, Bochini y Burruchaga...

—Y te pregunto el mediocampo de Independiente de hace tres años o del año pasado y no te acordás... ¡Ni vos ni yo! Acá, salvo Estudiantes o Boca o algún otro equipo que se me pueda escapar, nadie mantiene las formaciones y se cambia todos los años.

—¿Por qué?

—Porque antes los jugadores eran de los clubes, y hoy en un 80 por ciento son de personas, de terceros, de intermediarios. Por eso es muy difícil que se formen esas sociedades de las que hablaba Menotti.

—¿Es malo para el fútbol?

—Sin lugar a dudas. Hoy el fútbol es resultadista, hay más dinero en juego, hay más periodismo, más rigor físico. Lo único que se mantiene es que la pelota es redonda y las medidas de la cancha son las mismas. Nosotros perdimos en el 82 ú 83 el Metropolitano y el Nacional con Estudiantes y en Independiente nadie se enloqueció, no echaron a los jugadores ni tampoco al entrenador. Antes se respetaban los tiempos y ahora no existe nada, los proyectos son una apuesta al azar, nadie cree en los técnicos, en los procesos, en nada.

—A ver el palo para este lado. ¿Cuánto de responsabilidad le asignás al periodismo en todo esto?

—Mucha... Yo escucho a los periodistas que hablan de técnicos que son resultadistas... Te pregunto y contestame con franqueza: ¿qué hacés vos cuando te peleás por una primicia o por el rating?, ¿eso no es resultadismo?

—Sí, hay competitividad en lo nuestro y se debe responder a esas exigencias...

—Entonces, ¡te das cuenta de que está todo distorsionado! Y si encima a esto lo ponés en el contexto de un país cada vez más inseguro, donde no hay trabajo, donde estamos todos locos, donde a la gente le cuesta pagar la entrada y de paso escucha un montón de emisoras o lee diarios que dicen cosas falsas, cuando va a la cancha se la agarra con el jugador y cree que no corre, que no pone huevos. Y putean al técnico. Y es todo una locura.

—¿Y cómo pensás que se puede cambiar?

—¡Qué se yo!... Mirá, me lo dicen los europeos... Ellos me preguntan: “¿cómo hacen ustedes para entrar a una cancha en este contexto?”

—¿Qué se te dio por llevarlo a Nepote de entrenador de arqueros?

—¡No había otro, ja, ja!... Empecé a buscar y hablé con el Flaco Saccone. Él no podía, estaba en otro emprendimiento, entonces el hermano del Gringo Giusti me dio el dato de Gustavo. Le pregunté a Saccone y a Jorge Gordillo, que lo conocían a Nepote de River porque trabajaron junto a él, y ambos me hablaron muy bien. Cuando lo llamé a Santa Fe, le pedí que viajara, nos juntamos en Buenos Aires, le ofrecí la posibilidad, le dije lo que iba a ganar y aceptó. Yo tenía mis reservas porque es difícil que alguien se venga de tan lejos, pero se ve que andaba con muchas ganas de trabajar. Y ahí le dije: “No sé si vamos a ganar, si vamos a andar bien o mal, pero nos vamos a reír mucho”. Y agarró... Tengo mucha química con él, hace un esfuerzo grande porque deja la familia a 500 kilómetros. Yo pensé que no iba a ser fácil y gracias a Dios aceptó, porque es un gran profesional y un tipo bárbaro. Me llevo muy bien con él.

“Cuando era chiquito, a veces no tenía para comer”
“Cuando era chiquito, a veces no tenía para comer”

El hoy técnico de Arsenal, junto a sus amigos y colaboradores: el santafesino Gustavo Nepote (entrenador de arqueros) y el Chino Aquino, su ayudante de campo. Foto: Pablo Aguirre

“Yo lo paré a Colón... Luego, le hicimos 6”

—¿Qué tan cerca estuviste alguna vez de ser el técnico de Colón?

—Fueron rumores, se me nombró, creo que fue Vignatti el que alguna vez preguntó. Una vez me dijo el Gringo Giusti que algo había, pero cerca no estuve nunca.

—¿Qué recuerdos te surgen de los tiempos de jugador, cuando venías a las canchas de Colón y de Unión?

—Canchas bravas... Creo que Colón ha vuelto a ser, con el Turco, un equipo muy difícil de vencer o empatar como locales. Creo que la dirigencia de Colón fue muy inteligente, porque apostó a la capacidad del Turco, le dio continuidad, lo bancó, le renovaron el contrato hasta fines del año que viene... Eso no pasa habitualmente. Yo lo viví en Arsenal, donde estuve tres años y conseguimos muchas cosas. Ascendimos, nos salvamos del descenso el primer año, en el segundo año entramos en la Sudamericana y en el tercer año, faltando cuatro fechas, estábamos a tres puntos del puntero. Además, mantuvimos el plantel. Y lo de Colón es muy bueno, como lo es lo de Estudiantes. Ahí pueden pasar los técnicos pero los jugadores siguen siendo casi los mismos. Y ahí están los resultados de Estudiantes.

—Te voy a mencionar un partido que jugaste en la cancha de Colón...

—Ja, ja... No me digas: ¿el 6 a 0?

—¿Te acordás de ese 6-0 brillante de Independiente al Colón subcampeón de Pancho Ferraro?

—Sí, fue brillante... ¡Pero después de los 15 minutos!... En el arranque del partido nos pegaron un baile bárbaro. Nosotros llegábamos segundos y Colón tercero. Era el equipo de Menotti. Si no hubiese sido por la huelga, a ese torneo lo ganábamos nosotros. Ahí, Menotti se fue a Italia y no pudimos coronarnos en las últimas fechas... Pero, ¿sabés por qué ganamos ese partido?, porque hubo algunos incidentes y se lo hice parar a Castrilli... Sí, sí, aproveché la situación. En ese momento, Colón nos tenía acorralados.

Sus datos

• Nacimiento: 9 de octubre de 1962 en Gualeguay, Entre Ríos.

• 234 partidos fueron los que Jorge Burruchaga jugó en Independiente, donde fue campeón del Metropolitano “84, Copa Libertadores, Copa Intercontinental, Recopa Sudamericana y Supercopa. Hizo 72 goles.

• Francia: fue el país en el que Jorge Burruchaga jugó entre 1985 y 1993, primero en Nantes y luego en Valenciennes.

• 59 partidos jugó Burruchaga en la selección nacional, entre 1983 y 1990. Marcó 13 goles y fue campeón mundial en 1986 y subcampeón mundial en 1990.

• 6 equipos son los que lleva dirigidos Burruchaga. En el ascenso, Defensa y Justicia, Los Andes y Arsenal, club con el que ascendió. En Primera, Independiente, Estudiantes y Banfield, además de repetir con Arsenal.

• El gol ante Alemania.

En la final del Mundial de 1986, Argentina le ganaba a Alemania por 2 a 0 con tantos de Brown y Valdano. Empataron los alemanes y, sobre el final, Maradona lo dejó solo con Briegel corriéndolo desde atrás. Definió ante la salida de Schumacher y marcó el 3-2 definitivo. Inolvidable.

• Debut. 12 de febrero de 1982 en la victoria de Independiente ante Estudiantes de Santiago del Estero por 4 a 1.

• Despedida.

Su último partido fue el 10 de abril de 1998, en el triunfo de Vélez ante Independiente por 3 a 0.

• 35 años tenía Jorge Burruchaga cuando abandonó la práctica activa del fútbol. Jugó más de 16 años en Primera.

• Desempate. Jorge Burruchaga estuvo en el banco en aquel partido desempate entre Colón e Independiente en cancha de Lanús, el 3 de diciembre de 1997 para ver quién acompañaba a River en la Libertadores de 1998. Burruchaga entró a los 7 minutos del segundo tiempo en reemplazo de Cristian Gómez, ya con el partido 1-0 a favor de Colón.