La semana nacional

Cuatro derrotas, ningún funeral

La oposición debería pellizcarse varias veces antes de creer que realmente derrotó al kirchnerismo. El ex presidente, en sociedad con Scioli, apuesta al aguante.

 

Por Sergio Serrichio

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CMI

La que pasó fue una semana terrible para el oficialismo. Las distintas expresiones del variopinto arco político opositor se equivocarían, sin embargo, si asumen que unas pocas fotos son un anticipo fiable de los tiempos que vendrán.

Luego de las elecciones del 28 de junio, al kirchnerismo le escribieron varios obituarios, pero el matrimonio presidencial, y en especial el ex presidente, demostraron una notable capacidad de reacción a lo que amagaba ser un desbande de fuerzas propias y una veloz extinción de poder real. En cambio, siguieron cinco meses de embriaguez legislativa. Hasta la seguidilla de derrotas recientes.

La primera fue en ausencia, en la decimoquinta conferencia anual de la Unión Industrial Argentina (UIA), en Pilar. Los cuatro kirchneristas invitados el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, el titular del bloque K en el Senado, Miguel Pichetto, y el propio Néstor Kirchner- se borraron y dejaron el campo libre a un notable concierto crítico.

El palco productivo

La tenida se abrió con la asistencia de Luis Pagani y Paolo Rocca, referentes de dos del puñado de empresas argentinas con presencia multinacional. El titular de Techint, además, personificó durante varios años el apoyo de la industria nacional al “modelo productivo” del kirchnerismo. Esa alianza, ya debilitada en los últimos dos años, mutó a divorcio a juzgar por los discursos y las presencias en la tenida industrial.

Entre los primeros abundaron los reclamos de “respeto a la propiedad” (incluso del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti), “seguridad jurídica” y, en fin, un clima político más tranquilo y más amigable a la inversión.

En cuanto a presencias, se destacaban las de tres de los cuatro miembros de la Comisión de Enlace rural (Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural, y Carlos Garetto, de Coninagro), que decidieron archivar la bronca de cuando los popes fabriles aplaudían en primera fila las arengas kirchneristas en la Casa Rosada, durante el conflicto del gobierno con el campo.

Perder la calle

El segundo traspié oficial fue la pérdida de la calle a manos de las organizaciones sociales no kirchneristas que al cabo de un día y medio largo de “acampe” en las inmediaciones de Plaza de Mayo se llevaron una nueva promesa de ser incluidos en la distribución de los planes “Argentina Trabaja”, el proyecto con el que el oficialismo pensó ganar espacio en el conurbano bonaerense y apalancar a su favor la penuria socioeconómica, pero rompió el frágil equilibrio entre piqueteros de distinto signo.

Hace tres semanas, Hugo Moyano se había ofrecido a recuperar simbólica y prácticamente ese espacio con un acto en Plaza de Mayo, pero la presidenta evaluó los riesgos y mandó parar. Es un dilema irresuelto del oficialismo: evitar, sin violencia ni pérdida de “control”, que el malestar se desmadre.

Impacto cordobés

El pestañeo oficial frente a declaraciones públicas del gobierno de Córdoba de que se disponía a emitir una “cuasimoneda” fue la tercera derrota K de la semana. Lo que era una exigencia de rendición incondicional al gobernador Juan Schiaretti pasó en un suspiro a ser una instrucción a Economía para que destrabe el desembolso de fondos largamente debidos a la provincia.

“Pegaron en el momento justo”, observó un alto funcionario del Banco Central. Las cuasimonedas no requieren autorización del BCRA, pues no tienen poder cancelatorio fuera de la provincia y no sirven para constituir depósitos bancarios ni para comprar divisas. Pero, tras la explicación técnica, la fuente se franqueó: la emisión de una cuasimoneda, dijo, por pequeña que fuera, y aunque el gobierno nacional lograra cargarle las culpas y los costos al gobierno local, reavivaría los fantasmas de la crisis de 2001/2002.

Peor aún, un episodio así demoraría varios meses y haría financieramente más costosa la apuesta del ministro de Economía, Amado Boudou, de volver a los “mercados voluntarios” de deuda para disimular el creciente rojo fiscal. Este año cerrará con un déficit financiero superior a los 10.000 millones de pesos. Y para 2010 y 2011 las consultoras económicas proyectan saldos negativos por encima de los 30.000 y 40.000 millones, respectivamente. Para el bienio que le queda, la principal apuesta del gobierno en ese frente es la bicicleta financiera, y Córdoba podía romperle la rueda antes de empezar a rodar.

Maleabilidad de las mayorías

El cuarto trago amargo del oficialismo fue la sesión preparatoria en la Cámara de Diputados en que, en presencia de Néstor Kirchner, un variopinto arco opositor logró imponerle condiciones al kirchnerismo y quitarle, en principio, el manejo de los tiempos del próximo período legislativo.

Pero aunque la más visible, ésa es tal vez la foto más engañosa de la semana que pasó. Al gobierno le costará mucho, si es que lo logra, restablecer su alianza con la “burguesía” nacional. Revertir la penuria socioeconómica es un desafío complicado, en especial si el discurso oficial insiste en desconocerla y manipularla. Y también resultará difícil enjugar la creciente brecha entre un gasto que crece al doble del ritmo que los ingresos fiscales, incluso si las provincias se aguantan sin chistar el extorsivo esquema fiscal del kirchnerismo, supuesto que hasta ahora se daba por seguro pero que se pondrá a prueba tras el episodio cordobés.

En cambio, la “mayoría circunstancial” con que el mosaico opositor amargó el debut legislativo de Néstor Kirchner está prendida con alfileres. Los ciento cuarenta y pico de legisladores que confluyeron en la noche del jueves tienen mucha menos disciplina que la tropa legislativa del kirchnerismo, que trabaja a tiempo completo y todavía tiene capacidad de cooptación.

Ingeniería electoral

Con la sanción de la reciente reforma política, en tanto, Néstor Kirchner logró demorar por lo menos hasta agosto de 2011 la definición de las candidaturas presidenciales de los partidos, en general, y del peronismo, en particular.

La movida se completará cuando Buenos Aires sancione su propia ley de reforma, unificando las fechas de las elecciones internas y generales del principal distrito electoral del país con las de la Nación.

La ley nacional, que el kirchnerismo sancionó de apuro antes del recambio legislativo, restituye la elección de candidatos por internas que Kirchner había derogado para poner a dedo a su esposa. La ley provincial prohibirá las candidaturas “testimoniales” de las que el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, fue el caso más paradigmático.

Ni a Kirchner ni a Scioli el esquema les garantiza nada, pero a ambos les achica el riesgo de un desbande prematuro. Son parte de la estrategia del aguante. Y la enésima evidencia del descaro político.

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Néstor Kirchner, con sabor amargo.