EDITORIAL

 

Un error táctico

Las opiniones escritas por el señor Abel Parentini Posse acerca de su visión de la realidad nacional son controvertidas y generan rechazos, pero también calurosas adhesiones. En cualquiera de los casos lo que está fuera de lugar es que como ciudadano y funcionario tiene derecho a expresarse. Puede que algunos giros verbales y el empleo de un lenguaje para algunos algo anacrónico despierten recelos y suspicacias, pero ello no alcanza para calificarlo de nazi o de agente de la dictadura militar.

Si los encasillamientos ideológicos hoy tuvieran algún sentido, podría decirse que las opiniones de Posse se inscriben en la franja derecha de la sociedad. Si así fuera, ¿ello es motivo para que no pueda asumir el Ministerio de Educación de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, como lo exige el oficialismo nacional e importantes dirigentes opositores? ¿O para que se lo insulte con los peores términos?

El jefe del gobierno Mauricio Macri decidió convocar a este intelectual y diplomático para que asuma la responsabilidad de fijar las políticas educativas para la ciudad de Buenos Aires. Macri no sólo posee facultades para hacerlo, sino que conociendo su pensamiento político, podría decirse que la designación es coherente.

Abel Posse no es un desconocido en el universo intelectual argentino. Por lo pronto, ha escrito alrededor de catorce novelas, colabora en los principales diarios nacionales y es un diplomático de carrera. Digamos que desde el punto de vista de sus antecedentes está en condiciones de asumir esta responsabilidad y sus opiniones escritas y firmadas corren por su cuenta, salvo que alguien crea que en democracia los únicos que tienen derecho a expresarse son los progresistas o los militantes de la llamada causa nacional y popular.

Podrá argumentarse que las declaraciones del flamante ministro fueron algo imprudentes, sobre todo porque deberá lidiar en breve con sindicatos indóciles que han hallado en la huelga compulsiva su recurso favorito para hacer oír la protesta. Si Posse cometió un error táctico al escribir una nota en el momento en que debía asumir su nueva responsabilidad, es un costo político que deberá pagar. Pero la situación por la que está atravesando en estos momentos no difiere en lo fundamental de la que deben soportar funcionarios públicos en una sociedad anómica e irrespetuosa de las instituciones.

Desde su perspectiva conservadora, muy ligada a la tradición peronista con la que se identifica, Posse ha insistido en la necesidad de recuperar la autoridad. Sus referencias a las movilizaciones piqueteras, el auge de la delincuencia y la instrumentación de juicios contra militares son controvertidas, pero también lo son las declaraciones de Moyano, de D’Elía o las bravuconadas de Kirchner y, sin embargo, a nadie se le ocurre que estos dirigentes deben renunciar a sus cargos por ello.

Por último, en un país y en un mundo donde se rehuye de los debates, donde lo que predomina es la corrección política, no deja de ser interesante que un dirigente proveniente del campo intelectual se proponga reabrir el debate público con declaraciones controvertidas, polémicas, pero genuinas.