Del oportunismo argentino

Luis Tarullo

(DyN)

Muchas iniciativas importantes para la sociedad han quedado en el camino y hasta en el olvido a lo largo de la historia argentina. Esas frustraciones han tenido numerosas causas, como la miopía política, los egoísmos sectoriales y el oportunismo -que no es lo mismo que oportunidad-, que han conformado cócteles letales para cualquier propuesta superadora.

El remedo de pacto social que se ha pretendido impulsar en los últimos años desde el poder sin duda corre la misma suerte, porque evidentemente no hay genuino interés en que prospere. Lanzado y relanzado con pretendida pompa, el Consejo Económico y Social (CES) está destinado a quedar oscuramente mencionado con pequeñas letras en algún perdido rincón de los anales criollos.

Porque si a esta altura, después de seis años de una misma administración, el acuerdo social no ha avanzado un milímetro, qué cabe esperar para los próximos dos años, que podrían ser sus dos últimos en la Casa Rosada.

Encima, las invariables acciones de quienes han concretado una de las alianzas políticas y de intereses comunes más fuerte y duradera que se recuerde en añares -el matrimonio Kirchner y Hugo Moyano- sólo contribuyen a abonar la teoría del fracaso de un pacto general, genuino y perdurable. Esa alianza avanza con las cuestiones sectoriales y de coyuntura que sólo a ella le interesa y, en ese marco, ha señalado desde hace largo tiempo quiénes son los réprobos y quiénes los elegidos.

En la agenda común que llevan adelante han quedado afuera representantes de sectores económicos, políticos y gremiales sin los cuales se torna imposible pensar en un acuerdo que imite a los grandes pactos que sí se concretaron en otros países. Además, se han dejado pasar como agua ocasiones preciosas para elaborar iniciativas comunes y con destino de grandeza, donde un decálogo de ideas-fuerza alcanzaría para ir propiciando las soluciones para los dramas nacionales.

Una obra del abogado Daniel Funes de Rioja, editada en 2007, propuso una serie de ideas y reflexiones, que incluyó la descripción de procesos como los de España, Italia e Irlanda, donde tomaron forma concreta grandes acuerdos entre Estado, empresarios y trabajadores.

Justamente, el título fue “Aportes para un debate: de La Moncloa a los consensos argentinos”. Y como los de Funes de Rioja -directivo de la UIA- hay otros aportes provenientes de personalidades incluso con otra matriz ideológica pero con la misma finalidad: un pacto social verdadero. Sin embargo, estas propuestas con irrefutables fundamentos suelen ser ignoradas por quienes pretenden seguir ceñidos al principio del río revuelto y las divisiones. Pero además hay un agravante: las crisis siguen ondeando en toda la geografía nacional y el horizonte no se presenta demasiado halagüeño.

La economía vuelve a batir parches de recuperación, pero al ritmo de la esperanza de una buena cosecha, aplaudida incluso por quienes hace nada más que un año hicieron perder al país y a esos mismos productores tiempo y dinero en niveles monumentales. La degradación y las fracturas de la comunidad siguen alimentándose al compás del desempleo, el trabajo en negro, la pobreza, los déficits educativos y el aumento y mayor concentración de la riqueza en pocas manos.

Por eso, ésta sería una nueva y valiosa ocasión para tratar de apuntar a un pacto social que vaya achicando esas brechas que en varios aspectos ya son abismos y que, si se deja pasar más tiempo, podrían no cerrarse nunca. Pero el panorama que se observa en estos momentos lamentablemente impide aplicar al menos una pequeña dosis de optimismo.

Además, y no es poco, porque hay quienes en el poder y en sectores con responsabilidades y decisiones siguen utilizando diccionarios en los cuales han borrado el vocablo “oportunidad” y sólo dejaron “oportunismo”.