al margen de la crónica

La culpa no es del chancho

Hasta ahora sabíamos que “a cada chancho le llega su San Martín”; que “chancho limpio nunca engorda”; que es “cortito como patada de chancho”; que “cuando habla la gente grande, no mete el hocico el chancho”; que “es difícil que el chancho chifle”; que “el que no quiera ruido, que no críe cerdos”; que “el peor cerdo se comió la mejor bellota”; que “en martes no te cases, ni te embarques ni tu cerdo mates”; que “huerta sin cerdo, no tiene dueño”; que “la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer”. Se creía que los chanchos eran sucios y transmisores de enfermedades, se sabe que están excluidos de algunas dietas y que últimamente los frigoríficos se ocuparon de mejorarles la prensa: ahora habitan criaderos que parecen laboratorios, son alimentados con balanceados y ya no andan chapoteando en el barro ni comiendo de basurales.

Pero días atrás, los chanchos entraron en discusión por -teóricamente- su influencia en la actividad sexual. Por una vez al menos, el cerdo -chancho, puerco o lechón- estuvo en otras mesas; en las mesas de discusión de los noticieros, de los programas de televisión y de las redacciones de los diarios. Por un corto tiempo, las parejas discutieron su indiferencia sexual desde otro ángulo y algunas culparon del aburrimiento, a las pocas veces que las costillitas de chancho crujen sobre el fuego de la parrilla hogareña.

Sin embargo finalmente se supo: no existe ninguna justificación seria que respalde que la ingesta de cerdo mejore la actividad sexual. Después de una semana en la que la gente se amontonó frente a los mostradores de las carnicerías para conseguir un corte de la afrodisíaca especie, médicos y sexólogos salieron a desmentir esa afirmación que resultó ser sólo un disparate más de los tantos que se escuchan a diario.

Si hubiese sido cierto (lo del cerdo y el sexo), los sibaritas habrían alcanzado su clímax: saborear “no sólo la carne sino hasta el cuerito del chancho hecho galletita” para después empacharse de placer en una inevitable maratón sexual. Pero como casi siempre, los matadores de ilusiones salieron a romper el hechizo y con frialdad científica, informaron que todo exceso en el consumo de cualquier tipo de carnes -cerdo incluido-, es perjudicial para la salud. Que se debe seguir una dieta equilibrada donde la carne más consumida sea la de pescados y que lo más cercano a relacionar el cerdo con el sexo es la forma fálica del chorizo o que algunos llaman “chanchada” a una relación sexual. Los eternos destructores de fantasías sostienen que al deseo sexual lo provocan la conjunción de “terremotos” cerebrales y un buen nivel de hormonas e ironizaron con las versiones que afirmaban que comer cerdo era más efectivo que el sidenafil. Dicen que para un buen sexo nada mejor que una pareja compatible y que, además de una vida saludable, la ayuda probada sólo viene del consumo de esa pastillita toda azul, también polémica y por la que se llega a pagar hasta diez pesos la unidad. O sea que, por ahora y hasta nuevo aviso: sin Viagra no hay Paraíso.