El gobierno en su laberinto

Hugo E. Grimaldi

DyN

En el caso del Fondo del Bicentenario todos los argumentos parecen ser valederos para apuntalar la obsesión gubernamental de echar mano a las reservas. O hay confusión o hay miedo de que se desmadre la situación fiscal. Las expectativas suponen esto último.

Se le piden alternativas a la oposición o se dice que habrá concesiones, en verdad algo imposible de generar en la letra de un Decreto de Necesidad y Urgencia, por definición algo que debe aprobarse sí o sí tal como ha sido suscripto por la presidenta. ¿Cómo hacer para cambiar la letra de un DNU, “cuyo objetivo es la cancelación de servicios de la deuda con vencimiento en el año 2010”?

Está claro que éste es otro vericueto más entre todos los que ha entrado el gobierno nacional, dedicado a prometer el oro y el moro a los que se allanen a apretar el botón aprobando el DNU del Ejecutivo en el Senado. Así, como está es imposible que nadie pueda mojar siquiera el pancito, salvo pactos de caballeros que aún no están para nada maduros.

La lógica indica que para que este ofrecimiento del oficialismo se plasme, debería ponerse a consideración de las dos Cámaras un proyecto de ley con las correcciones del caso, lo que supondría una derrota más para la estrategia de los DNU planteados como hechos consumados. Es lo que solicita una buena parte de la oposición, en su intento de hacerle morder el polvo una vez más al kirchnerismo, una suerte de venganza por tanta soberbia de aquellos tiempos en los que la mayoría era automática. “Acción y reacción”, definió la jugada opositora de pagar con la misma moneda un senador del Frente para la Victoria. El kirchnerismo deberá decidir entonces, si ser pragmático y aceptar a regañadientes una nueva derrota, como en el caso del DNU que echó a Martín Redrado sin que intervenga el Congreso, y así seguir adelante, o resignar casi definitivamente los dólares de las reservas que tanto necesita para acomodar el déficit del año.

Como esto último parece muy difícil, ya que el presupuesto no cierra, es probable que también haya que reformularlo, lo que supone otra instancia de negociación dolorosa para el oficialismo. También ha sonado como laberíntica la excusa que dio el ministro de Economía cuando aseguró que el Fondo del Bicentenario hará bajar las tasas y que con eso se estimulará la inversión, lo que debería generar oferta que reprima la suba de precios.

O está reconociendo lo preocupante de esa suba, pese al optimismo del Indec, o se está en presencia de otra excusa. Lo que los economistas suelen medir es si el aumento de la oferta de bienes y servicios va en consonancia con la oferta de dinero que generará la monetización de esos dólares, ya que el Tesoro no tiene superávit para comprarlos.

O dicho de otro modo, si lo que se pretende sumar en términos de inversión, empleo y bienestar para la población no se lo terminará comiendo la inflación, si la tristemente célebre maquinita de imprimir billetes le gana a la productividad.