Reparador del tiempo

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Para guiar al caminante, para embellecer una fachada o jerarquizar un edificio, enormes relojes fueron y siguen instalados en ciudades grandes y en pueblos pequeños, a la vista de todos los que se permitan levantar los ojos del piso. Hacia estos objetos, sencillos o complejos, silenciosos o estruendosos, dedican toda su atención algunos expertos. Jorge Campos es uno de ellos.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. EL LITORAL Y GENTILEZA J. CAMPOS.

Sobre un andamio, subido a una escalera o directamente encaramado sobre la mampostería de un edificio. Es más que probable que así lo pueda ver si en algún momento transita por alguna ciudad del país donde existan relojes colocados en torres, monumentos o edificios que requieran de reparación o restauración. Así aparece Jorge Campos en fotos que lo retratan de lejos, y se lo intuye en aquellas otras que, aunque lo muestran desde cerca, seguro fueron tomadas a varios metros por encima del piso.

Esa es sólo parte del trabajo que desarrolla este técnico relojero que ya era conocido en Santa Fe, desde que vino a hacer un service en el reloj de la fachada de la Universidad Nacional del Litoral. Pero se volvió más “local” cuando la empresa que integra repuso -a pedido de la Municipalidad- las dos maquinarias que, desde febrero, le devolvieron otro poco de vida a la estación del Ferrocarril Belgrano, de bulevar Gálvez y Avellaneda. Es parte de su trabajo pero, posiblemente, el que más le gusta.

La carta de presentación de Campos y su socio en Serviclock, Alejandro Sfeir, incluye varias tareas en relojes monumentales y de torre; de calle, columna y marquesina; florales para parques y paseos; para centros comerciales y shopping y reparación de relojes antiguos.

Más que una preocupación por el paso del tiempo, su obsesión parece ser el rescate de aquellas “máquinas antiguas de reloj de torre” a las que define como “verdaderas joyas escondidas y en muchos casos abandonadas”.

“Nosotros bregamos por el descubrimiento de estos tesoros y su recuperación”, anuncia desde la página web de su empresa. Es que “en plena revolución tecnológica, el hombre nunca más construirá estas máquinas y por ello debemos intentar su conservación y exhibición. Para que en el futuro, cuando todo sea cibernético, todavía tengamos estos eslabones de la evolución técnica, verdaderos dinosaurios tecnológicos”.

UNA FECHA PRECISA

Campos empezó a trabajar en relojería “el 7-8-78 en una fábrica de relojes de control de personal”. Puede ser que la precisión, al informar la fecha, sorprenda. Pero más allá de que tal vez esa cualidad sea parte de su condición de “relojero” -como también la de llevar ese accesorio todo el tiempo y mirar para arriba cada vez que anda por la calle, quizá para constatar el funcionamiento de máquinas propias o ajenas-, se explica en que a partir de entonces hubo un antes y un después en su vida. Así lo cuenta: “me retiré como supervisor del departamento técnico en octubre del “89. A partir de ese momento, fundé Serviclock. Por ese entonces solamente atendía relojes de control. Con el paso del tiempo, llegó un día en que un cliente, la Municipalidad de las Flores (Buenos Aires), me pidió que les restaurara el reloj de la torre. Ese fue mi primer encuentro con la relojería monumental y me encantó”.

“En ese momento -dice Campos- me di cuenta de que estaba reparando parte de la historia. Pero estos trabajos salían muy esporádicamente, así que mientras tanto tenía que seguir arreglando relojes de control para poder vivir, a pesar de que yo sabía que mi camino estaba con los relojes grandes”.

Así fue pasando el tiempo hasta que a fines de 1999 otro municipio, esta vez Sargento Cabral en el sur de Santa Fe, le encargó la construcción de un reloj para recibir el año 2000. “Como estábamos muy cercanos a la fecha y se me hacía casi imposible terminarlo a tiempo, busqué la ayuda de una persona conocida, que en poco tiempo se convirtió en mi socio. Lo terminamos instalando el 31 de diciembre, con un calor terrible y sin haber podido dormir. Pero lo entregamos a tiempo”. No podía ser de otra manera.

EN SANTA FE

En algún momento, toda esa trayectoria lo trajo a Campos a nuestra ciudad, donde fue noticia con la instalación de réplicas en los antiguos relojes que durante décadas señalaron la hora a viajeros que arribaban o partían de la estación Belgrano. Fue en oportunidad de venir a Santa Fe a realizar un service a la máquina que se encuentra en la fachada de la Universidad Nacional del Litoral que “me dijeron que en la Municipalidad me estaban buscando por este tema. Como siempre llevo un álbum con fotos de trabajos realizados, ellos se inclinaron por hacer un par de relojes parecidos a los de la estación Retiro de Ferrocarril Mitre, o Alta Córdoba de Ferrocarril Belgrano”.

Con estos datos y las medidas justas, él y su socio se abocaron a la construcción de los relojes, cuyas características técnicas incluyen: ejes y engranajes de acero y bronce, especialmente diseñados para trabajar a la intemperie, con un microprocesador que maneja los dos relojes a la vez. “Es decir que si se corta la luz, al volver la energía se ponen en hora solos”. Los cuadrantes son de acrílico blanco símil opalina y los números son réplicas de originales de ferrocarril del año 1905, “copiados incluso con sus defectos”.

Para más detalles, en su edición del 23 de febrero, El Litoral informaba sobre la colocación de los dos relojes, uno de 65 centímetros de diámetro en la boletería y otro de 120 centímetros en los andenes de la estación del Ferrocarril Belgrano. El propio Jorge Campos informaba allí que “si bien tienen algunas pequeñas diferencias, los flamantes relojes son como los de 1908, que eran pintados a mano. Para ello, hicimos una copia en vinilo de sus números”. Ambos -seguía reflejando el diario- cuentan con un dispositivo inteligente marca Siemens que compara el estado del reloj con la hora real y, si se produce un corte de luz, en forma automática se corrige”.

Las dos máquinas “tienen agujas expuestas, como los de comienzos del siglo XX, y están realizadas para resistir las inclemencias del tiempo, con una potencia y construcción especiales”.

UN ANTES Y UN DESPUÉS

Pero aquel 7 de agosto, más de 30 años atrás, significó un cambio importante en la vida de este hombre que reconoce en Alberto Selvaggi, “horólogo, experto en reparar relojes monumentales y el único argentino miembro de la Sociedad Británica de Relojeros Anticuarios” -como lo describió oportunamente la revista Noticias- como a un maestro.

“Yo venía de tener varios empleos administrativos que no llegaban a satisfacerme, y de golpe y porrazo me encontré con algo que me atrapaba. Siempre había tenido mucha habilidad con las manos para reparar cosas, pero no tenía los conocimientos técnicos suficientes,y en esa empresa recibí los primeros”, recuerda en diálogo con Nosotros.

“Después -añade- hice algunos cursos más de distinto tipo, pero ligados a este trabajo -relojería, electrónica, soldadura, herrería. El problema principal con que me topé, era el hecho de que en el país no hay ni hubo nadie que dicte un curso especifico de relojería monumental”.

La buena suerte y, sin dudas, el propio empuje le permitió encontrarse con “un colega unos años mayor que yo, que ya había transitado por el mismo camino y debió ir a estudiar a Inglaterra y Estados Unidos; el maestro Selvaggi, de quien aprendí muchísimo, y de quien aún hoy sigo aprendiendo”.

Ahora, tras varios años de perfeccionamiento, en su currículum figuran numerosos trabajos de relevancia. “Por suerte hemos tenido que intervenir en la construcción de relojes nuevos o en la restauración de antiguos, incluso algunos como el de la Auditoría General de la Nación, que es una pieza única en el mundo. O uno del diario La Prensa del cual sólo quedan dos ejemplares: el otro está en el Museo de Ciencias de Londres. Mantenemos los relojes de Casa Rosada, Cancillería, Ministerio del Interior y Cabildo de Buenos Aires, entre otros”.

Y hay más: “para el 25 de Mayo se está construyendo en San Luis una réplica del Cabildo, al cual vamos a tener el honor de colocarle el reloj que va a ser una copia exacta del de Buenos Aires”.

Podría decirse que a Jorge Campos el paso del tiempo no le preocupa. Al contrario, es garantía de que su trabajo estuvo bien hecho.

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Más que una preocupación por el paso del tiempo, la obsesión de Jorge Campos parece ser el rescate de aquellas “máquinas antiguas de reloj de torre”.

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Para la remodelación de la estación Belgrano, los técnicos construyeron réplicas de relojes similares a los de Retiro de Ferrocarril Mitre, o Alta Córdoba de Ferrocarril Belgrano.

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Por todo el país

Entre los relojes restaurados y reparados en los que trabajó Jorge Campos junto a su socio y la empresa, se cuentan los de la Basílica de Luján, Ministerio del Interior, Cabildo de Buenos Aires, Casa de Gobierno de Neuquén, Catedral de General Roca (Río Negro), Auditoría General de la Nación, Mercado del Progreso, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Hospital Fiorito, Unión del Personal Civil de la Nación, Banco Francés, Teatro General San Martín, Shopping Monte Cudine y Municipalidad de Las Flores (Buenos Aires).

También llevan instalados relojes nuevos en Hotel Alejandro I. Salta, Ministerio de Obras Públicas de Neuquén, Municipalidad de Esquel, Municipalidad de Cultral Co, Colegio Marin de San Isidro, Restaurante Estación Plaza, reloj floral en San Isidro, Carrefour Mendoza, TBA- Estación Retiro, Relojes y Comuna de Sargento Cabral (Santa Fe), entre otros. En varios de ellos se encargan, además, del mantenimiento de las máquinas.