Sergio Bergman apuesta a un cambio cívico cultural

“Sin participación no tenemos futuro”

El rabino presentó su tercer libro dedicado a la coexistencia con otros diferentes. “Nos gusta la Constitución como menú a la carta de los derechos para reclamar pero no la leemos como un pacto de obligaciones que tenemos que asumir”.

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El rabino plantea pensar en el futuro e instar a los jóvenes a participar en la cosa pública.

Foto: Luis Cetraro

 

Mario Cáffaro

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El rabino Sergio Bergman volvió a Santa Fe y esta vez fue para presentar su tercer libro “Celebrar la diferencia. Unidad en la diversidad” y fue seguido por una platea entusiasta en el aula Alberdi de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL. Su obra y su lenguaje apuntan a romper la quietud del pensamiento de lectores y escuchas y en ambos apuesta al civismo para cambiar la situación actual de la Argentina de la cual es muy crítico e incluso de la clase dirigente.

—¿Qué es “Celebrar la diferencia”?

—Es plantear el concepto de unidad en la diversidad; que la diferencia no sea un obstáculo para el reconocimiento de la conversación, la construcción de los consensos. Es un libro muy importante para mí porque explica -desde el punto de vista filosófico-, porque me meto en estos temas. Es bajar a la práctica de cómo la diferencia nos denota el grado de coherencia de una sociedad en los términos de los valores que declara. Decime qué hacés con la diferencia y con eso te mido qué nivel de coherencia hay entre tu decir y tu hacer. Una sociedad puede utilizar las diferencias para diagnosticar cómo le va. Los argentinos tenemos problemas, en términos de cómo tramitamos las diferencias, desde el tema políti co, de género, de discapacidad, de aceptar al otro como un otro.

—¿Éste es un problema contemporáneo?

—El proyecto de nación lo interpreto como celebrar la diferencia. El “crisol de razas” fue el momento inicial, no el destino. Después aprendimos que es mejor un mosaico multicolor donde cada uno tenga su singularidad y nos articulemos en esa nueva construcción que tiene la Argentina. ¿Qué es la Argentina? Un país de recepción y bienvenida que primero tiene que reivindicar lo que diezmó y liquidó que son los pueblos nativos; y sumamos las corrientes inmigratorias, la diferencia entre razas, cultura, religión que el argentino naturalmente tiene incluido como parte de esa identidad.

El libro parece escrito a contramano de lo que leemos en el diario porque nuestras instituciones no celebran la diferencia, la política no celebra la diferencia, el lenguaje, la convivencia, tampoco. Los argentinos naturalmente tenemos una buena predisposición a la integración; luego, lamentablemente, no hay una traducción en las instituciones para reforzar aquello que naturalmente tenemos.

—¿El problema es político o cultural?

—Es cultural y luego se expresa en lo político. Culturalmente, no respetamos la ley; no respetamos la autoridad porque la confundimos con autoritarismo; no velamos por una participación activa más allá de las fronteras del propio interés; seguimos atemorizados bajo el principio de “no te metás”, antes porque era peligrosa, ahora porque no vale pena.

Éstas son las crisis que tienen que ver con esta idea. Los sistemas institucionales, democráticos y republicanos son formalidades en las que se celebra la diferencia: mayorías y minorías donde la mayoría no se lleva puesta a la minoría; donde cuando no pensás igual no sos un enemigo, te sentás a deliberar y buscar construcción de consenso, donde si alguien gana y otro pierde no seguís peleando toda la vida, lo sumás para hacerlo juntos.

Planteo un pensamiento que salga de la lectura de la actualidad, de coyuntura y que vaya en profundidad a ver por qué nos pasa lo que nos pasa. Pasa por una crisis de valores que se revierte desde la ejemplaridad. La revolución que la Argentina necesita es una evolución y no una confrontación.

—En la Argentina actual es más común ver sentados en una mesa a distintas religiones que a políticos de diferentes fuerzas.

—Sí, el problema es que los medios tienen que mostrar noticias y en general las noticias son malas. Estamos en un cambio de milenio o paradigma, que se ha polarizado, se ven siempre los dos polos: los fundamentalismos y las posiciones radicalizadas y extremas que dividen, confrontan, destruyen y las posiciones convergentes de aceptación de diferencias, de sinergia, conviviendo. El desafío es que prevalezca esta modalidad. Nosotros, como religiosos que tenemos verdades teologales a las que no renunciamos, nos enriquecemos del intercambio. En el paradigma, eso no sucede porque la verdad es sólo mía y absoluta; el otro tiene que ser eliminado porque atenta contra mi verdad y eso genera violencia, destrucción y una película a la que ya vimos.

Espero -además de rezar- que la humanidad vaya hacia la primera concepción. Qué sector de la sociedad argentina no se puede sentar. No nos engañemos, cuando a veces no se pueden sentar, no es porque no quieran sino porque no los dejan con el uso del poder abusivo, con extorsiones, chicanas, aprietes, con el uso de la caja, de sistemas de coerción. No creo que funcionarios ni legisladores del oficialismo no estén hoy en condiciones de sentarse con la oposición, estoy más convencido que no los dejan. No creo que los gobernadores no puedan ponerse de acuerdo sobre un proyecto federal, pero si cada uno tiene que ir de rodillas a Buenos Aires a que le den de la caja acumulada de las riquezas que ellos generaron, según la decisión discrecional del sometimiento político, no tienen otra opción que negociar de a uno y callarse la boca porque esto es un sistema hegemónico, cuasi totalitario, de poder.

—Esto es fruto de una debilidad anterior.

—Sí de haber abandonado todo: lo público, las instituciones, de no habernos metido, nos cocinaron a fuego lento y nadie hizo nada. Reaccionamos tarde y mal cuando nos tocaron lo único sagrado que es el bolsillo. Si no te tocan el bolsillo, el problema es de otro.

—¿Cómo empezar?

—Por el futuro, los chicos que nacieron en el ‘83 con Alfonsín recuperando la democracia lo que no saben es que nosotros no estabamos maduros para asumir las responsabilidades de esa democracia; que la recuperamos gracias a Dios y a una tragedia que fue la guerra. Nos cargamos en el ‘83 la fiesta superficial de una democracia que no maduramos, hasta el 2001 que tuvimos un golpe corporativo-cívico de la clase política. En 25 años de democracia formal, no maduramos para hacerla formal. ¿Qué vamos a festejar en el bicentenario? Vamos a ir al cotillón del feliz cumpleaños de los dueños de la torta que nos invitan como actores de reparto en lugar de repensar como con democracia recuperada ahora vamos por la república, las instituciones. Hay que explicarle a los chicos que con votar no alcanza. El próximo paradigma es participar, sin participación no tenemos futuro, no tenemos república ni defensa de los derechos. Nos gusta la Constitución como menú a la carta de los derechos para reclamar pero no la leemos como un pacto de obligaciones que tenemos que asumir. Clamo y reclamo en esta catequesis federal de recorrer el país que hay que levantarse de la siesta, hay que dejar de hacer la plancha. Nos tenemos que meter. ¿Cómo se cambia? No desde el virtuosismo individual, sino desde lo cultural, a lo Ghandi. Hay que empezar a hacer todo un recorrido, desde la ejemplaridad. Yo quiero jugar al juego de la Constitución.

Una sociedad puede utilizar las diferencias para diagnosticar cómo le va. Los argentinos tenemos problemas, en términos de cómo tramitamos las diferencias, desde el tema político, de género, de discapacidad, de aceptar al otro como un otro.


Necesitamos tener un país, no un territorio común donde cada uno pregunta todo el tiempo qué me das y qué me llevo; es hora de dar, de poner y no plata”

Sergio Bergman,

rabino.

Los sistemas institucionales, democráticos y republicanos son formalidades en las que se celebra la diferencia: mayorías y minorías donde la mayoría no se lleva puesta A la minoría; donde cuando no pensás igual no soS un enemigo, te sentás a deliberar y buscar construcción de consenso, donde si alguien gana y otro pierde no seguís peleando toda la vida,