Los siete días de una Pasión, camino a la inmortalidad

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Desde el origen judío de la festividad, hasta las profecías sobre el futuro, cada una de las jornadas de la Semana Santa tiene su propia significación.

TEXTOS. GRACIELA DANERI.

Los siete días de una Pasión, camino a la inmortalidad

La fiesta mayor de la Cristiandad, esto es la Pascua, sabido es que tiene un origen hebreo, el Pesah, que significa Paso, y es la pascua judía, con la que este pueblo recuerda su éxodo de Egipto, hecho acaecido alrededor del año 1250 a.C.

Este acontecimiento se dio cuando el faraón liberó al pueblo judío de su esclavitud en aquel imperio y le permitió partir rumbo a la Tierra Prometida. De allí el Pesah: el tránsito de la esclavitud a la libertad, verdadera hazaña que Moisés ordenó festejar el día antes de la partida, que, además, coincidía -en el hemisferio norte- con el cambio de estación, o sea el “paso” del invierno a la primavera. A partir de allí y a lo largo de los milenios los hebreos celebran su Éxodo. A través de las culturas y de las civilizaciones que se desarrollaron en la cuenca del Mediterráneo, el término “pesah”, lo tomó luego el griego como “paskha” y después el latín lo transformó en “pascàe”, de donde llegó a nosotros la palabra “pascua”. Este fue el recorrido idiomático que realizó la original palabra hebrea.

El judío Jesús no dejó jamás de solemnizar el Pesah durante toda su vida, tanto que fue justamente en esa fiesta cuando se reunió con sus apóstoles en lo que los cristianos denominamos la Última Cena y en ella instituyó la Eucaristía (“comed y bebed, éste es mi Cuerpo y ésta es mi Sangre; haced ésto en conmemoración mía”), dándole así una renovada y más abarcativa significación. O sea no sólo la liberación por parte de Dios del pueblo judío, sino de todos los hombres a los que invita a renacer a una nueva vida y a gozar de la vida eterna.

En el calendario católico la Pascua es una fecha móvil, pero siempre está comprendida entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

PENITENCIA Y RENOVACIÓN

Una celebración estrechamente unida a la Pascua es la Cuaresma un tiempo de penitencia y renovación, que comprende un arco de cuarenta días- y prepara a los catecúmenos para su bautismo en la Pascua.

Esta preparación espiritual empezó a desarrollarse aproximadamente en el año 300 d.C. como un símbolo y un hecho- en el que los católicos deben unirse y acompañar a Jesús en el gran misterio de su retiro en el desierto,. Comienza el miércoles denominado de Cenizas, con la imposición de las mismas, y termina este período el Jueves Santo.

Podemos preguntarnos el por qué de las Cenizas y su imposición (rito que data de alrededor del año 900 d.C.), y la respuesta es que son los restos (las cenizas), de los ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del año anterior, que simbolizan lo efímero de esta nuestra vida terrenal, puesto que el hombre desde su nacimiento va caminando hacia la muerte y de allí hacia un renacimiento, ya que Cristo quiso que participáramos de su Resurrección. Precisamente la Pascua es la gloria de Jesús Resucitado, el nacimiento del hombre a una nueva vida por medio de una profunda conversión de su espíritu, un cambio sustancial en su corazón.

Desde todos los ámbitos del mundo cristiano, esta magna fiesta se ha visto reflejada a través de los tiempos, las corrientes artísticas, los estilos imperantes en grandes obras del espíritu humano, desde la pintura y la escultura, hasta la música y la literatura.

EL ITINERARIO DE JESÚS

La Semana Santa propiamente dicha tiene inicio con el Domingo de Ramos, que es cuando Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén, humildemente, montando un burro y no un caballo enjaezado como lo hacían los reyes. Él no viene a traer las glorias de las batallas terrenales ni de conquistar y someter pueblos. No, él viene a traer la Buena Nueva. Allí fue recibido como el Mesías tanto tiempo esperado, por una multitud que agitaba entre sus manos ramos de palma y cantaba “Hosanna Hijo de David”. En el ritual actual las palmas son sustituidas por ramos de olivos, como símbolo del Monte de los Olivos.

Al día siguiente, Lunes Santo, Jesús realiza por segunda vez la expulsión de los mercaderes del templo, porque en ese lugar sagrado se realizaban actividades comerciales de todo tipo, compra y venta de objetos, cambio de monedas, etc., como en un mercado cualquiera de nuestros tiempos.

Luego va hacia Betania para visitar a Lázaro que Él había resucitado- para compartir la comida con él y sus amigos, a quienes les habla sobre el amor y la amistad.. Y es allí cuando María de Betania esparce flores de nardo sobre Jesús, ya que ellas son el símbolo del óleo celestial, mas esta especie de unción anticipa ya la muerte de Jesús.

El Martes Santo, permanece en Betania y va a rezar el Templo. Muchos se le acercan para ver y oír al Maestro, aunque los que se le oponen de confabulan para destruirlo. Para este propósito mandan espías que le formulan preguntas capciosas, como esa de “¿Es lícito o no dar tributo al César?”. Sin caer en la trampa política, Jesús responde: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ese mismo día afirma la vida tras la muerte; manda a amar a Dios y al prójimo, y a ésta como a sí mismo; revela que Él es el Hijo igual al Padre; hace una denuncia contra los fariseos, pues ellos actúan para ser vistos y halagados, y no en silencio y de corazón; acusa a Jerusalén de matar a los profetas.

Al abandonar el Templo profetiza su destrucción -cosa que se produce 40 años después a causa de un incendio, y así permanece hasta hoy-; denuncia las persecuciones de que serán objeto los cristianos, así como la aparición de falsos profetas y anuncia el cumplimiento de los planes de Dios para todos aquellos que supieron hacer buen o mal uso de su libre albedrío.

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ESPERANDO LA RESURRECCIÓN

Ya el Miércoles Santo, Jesús no acudió al templo, haciendo una vigilia de oración en Betania: ya había dicho todo lo que tenía que decir, pero manifiesta que “de aquí a dos días será la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para su crucifixión. Y así fue, ese mismo día se reunió el consejo integrado por los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos notables -cuerpo llamado el Sanedrín-, presidido por el Sumo Sacerdote Caifás, que con acuerdo unánime decidieron matar a Jesús, pero sin comprometerse ellos. Lo que desean es implicar a los romanos para que sean ellos los que aparecieran como los responsables de la ejecución. Es aquí donde se produce la traición y entrega de Jesús al Sanedrín, por parte de Judas Iscariote.

En tanto, el Jueves Santo, comienza lo que la liturgia católica denomina el Triduo Pascual, que representa los 3 días antes del Domingo de Resurrección. Es el día de la Última Cena, siguiendo la tradición judía del Pesah, donde, como decíamos, Jesús instituye la Eucaristía y el sacerdocio. Es el momento también en que se celebra la Misa Crismal -de crisma, que significa óleo consagrado, en la cual éste se bendice para usarlo luego en los sacramentos-. También en este día Jesús, en gesto de humildad, lava los pies de sus discípulos; por eso la Iglesia Católica conmemora este hecho con el lavatorio de los pies.

El día posterior, Viernes Santo, se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús en Nazareth, arribando aquí la Semana Santa a sus momentos de máxima expresión, por lo cual no se celebra la eucaristía y sólo se realiza la adoración de la Cruz. Es la Pasión de Cristo.

Tampoco el Sábado Santo se celebra misa, sino que se aguarda la Resurrección, al tiempo que se conmemora la soledad de María, que queda sola con Juan tras sepultar a su Hijo. Es un día de recogimiento para esperar la Gran Celebración que tendrá lugar horas más tarde, llegando así al Domingo de Resurrección, con el que culmina la Semana Mayor de la Iglesia Católica, pues representa el triunfo de Jesús sobre la muerte.

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