Señal de ajuste

Detective de fabricación sueca

Roberto Maurer

Las narices culturalmente respingadas asocian Suecia a Strindberg y Bergman, en tanto que la chusma pensará de inmediato en el grupo ABBA. Entre “Casa de muñecas” y el éxito pop “Chiquitita”, desde hace unos veinte años fue creciendo en una zona intermedia de la literatura y la cultura de masas el aporte del novelista Henning Mankell a la galería universal de grandes detectives: el inspector Kurt Wallander. En un género acaparado por anglosajones, algún francés y contribuciones raramente novedosas del tercermundismo, un pesquisa sueco parece una invención extravagante, si no se tiene en cuenta que en Escandinavia, desde la introducción de la reforma luterana, la lucha contra el pecado ha sido particularmente encarnizada.

Y si se suma el estereotipo de una sociedad de ciudadanos taciturnos en ambientes sombríos, regiones boscosas y seis meses invernales solamente iluminados por luz eléctrica, se dispone de materiales muy adecuados para la ficción policial. El Mal Metafísico es un enemigo más interesante que un pistolero de la calle.

ANTES DE QUE HIELE

La señal Film&Arts estrenó “Wallander” (sábados, a las 22), una serie policial inspirada en casos del personaje creado por Henning Mankell. Es una producción sueca, mucho menos difundida que la versión de la BBC inglesa, donde el detective fue animado por el célebre actor shakespeariano Kenneth Branagh.

Para la primera temporada se hicieron 14 capítulos, de los cuales solamente uno se basó en una novela de Mankell. El resto fueron guiones originales para la televisión, y el aporte del escritor se limitó a proporcionar los argumentos.

El capítulo estreno fue la citada adaptación de una novela, “Antes de que hiele”, y su trama no economizó imaginación, suspenso y truculencia, para ese escenario casi rural de Ystad, una localidad del sur de Suecia que logró ser conocida gracias a las andanzas de Kurt Wallander, el taciturno policía provinciano que debe buscar una explicación a los acontecimientos asombrosos que, en este episodio, se producen en su tranquila jurisdicción, y que comienzan con la aparición de cisnes quemados intencionalmente.

Lo que sigue es puro horror bíblico: un plan de crímenes rituales de una secta liderada por un fanático sobreviviente del suicidio colectivo auspiciado por Jim Jones en Guyana, en los años ‘70. Se trata de purificar la sociedad seleccionando pecadores o el fruto inocente de desviaciones de una moral más bien exigente. Así, la secta ahorca en una iglesia a una ginecóloga que hacía abortos, secuestra una beba nacida de inseminación artificial y trata de volar una boda gay con dos toneladas de explosivos.

CRISIS FILIAL

En realidad, la hija de Wallander es la protagonista. Linda vuelve a casa con el diploma de policía y, a pesar de la densidad del caso criminal en cuya investigación se involucra, hubo espacio para desarrollar su conflicto con ese padre cuya profesión hundió su vida personal. Wallander es un solitario, separado, acaba de ser apartado del whisky y su hija no le dirige la palabra.

Se va más allá, en tanto que en la trama policial se introduce la crisis de las relaciones filiales, como el ya citado de Wallander y su hija, el de una amiga que ha sido madre por inseminación artificial porque reniega de los hombres, y el más grave, el de otra amiga loca como una cabra presuntamente abandonada por su padre, que resulta ser el jefe de esa secta a cuya imaginativa exuberancia criminal se opone el opaco ritual burocrático de una comisaría de pueblo.

Detective de fabricación sueca

“Wallander” es el título de la serie estrenada por la señal Films&Arts.

Foto: Archivo El Litoral