un “opinador sobre los jueces y las demandas de la gente”

Alejandro Rossi piensa que

hay que politizar la Justicia

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“Los jueces de Córdoba y Santa Fe provienen de las matrices ideológicas de las gobernaciones provinciales del “83 a hoy, radicalismo y peronismo. Es mejor decirlo”.

Foto: Amancio Alem

El diputado nacional sostiene que contra lo que ocurre con los otros dos poderes, el Judicial no se parece a la Argentina. Reclama no fingir más una mirada sacrosanta sobre los jueces, bajo la garantía de la independencia de los magistrados.

 

Luis Rodrigo

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El apodo de “Fratacho” le sienta bien. Es exacto, si se lo sabe leer: puede remitir tanto a las asperezas de la cal y la arena y a la necesaria dureza de quienes las utilizan, como al exquisito producto que de los fratachos resulta: esa es la herramienta que da los últimos retoques a los revoques más finos.

Alejandro Rossi tiene de ambas y quizá por eso promete que va a arrepentirse cuando dice cosas perfectas para un título jugoso: “Hay que politizar la Justicia”. Sabe que sin que se entienda el resto de lo que ha dicho no podrá ser correctamente interpretado. Acaso lo acepte porque quiere provocar el debate.

Ha reflexionado sobre el tema de la Justicia y ha actuado, como funcionario del gobierno de Jorge Obeid, como impulsor de cambios, que enumera cuando se le menciona a la Justicia santafesina.

Ahora, como diputado nacional tiene un proyecto de ley para la reforma del Poder Judicial de la Nación mediante cambios sobre el proceso de incorporación de los actores centrales, los jueces.

Alejandro Rossi responde, una y otra vez, a una misma pregunta. Su reflexión es, por momentos, ontológica.

—¿Qué es la Justicia?

—Tengo que decir que me parece la pregunta más interesante que me han hecho en mucho tiempo. Me parece que ésa es la reflexión; antes de trabajar en herramientas que hacen al funcionamiento del Poder Judicial, como pueden ser el Consejo de la Magistratura, juzgados de Enjuiciamiento, la carrera judicial, la conformación de la Corte y los procedimientos, hay que tratar de reflexionar sobre eso: qué es y por lo tanto qué debe ser la Justicia.

Ahí están las mayores diferencias entre los opinadores del tema y me incluyo. Tengo una concepción de Justicia más vinculada a una idea de servicio público y de resolución de demandas del variado arco político económico y social argentino, que demanda cuestiones concretas sobre cuestiones muy concretas, que hacen a la convivencia al tráfico de bienes y servicios, a la libertad, al trabajo, la seguridad, más que un Poder que se coloca en un lugar con una mirada interpretadora del derecho en términos más de sistema para iniciados y especialistas que para ciudadanos comunes.

Hay un gran escalón, una brecha, que separa a lo que la media de los ciudadanos entiende y reclama a la Justicia y lo que los propios componentes entienden que debe ser.

La mayoría de las demandas de la sociedad para con la Justicia quedan insatisfechas y no lo atribuyo a una acción deliberada, ni que esto sea culpa de los magistrados.

En algunos casos se puede ver, en otros es más complejo: creo que la reflexión apunta a girar de un modelo de tradición de Justicia que ha permanecido casi inalterable casi desde la conformación misma de la República. La concepción de Poder Judicial está virtualmente inalterable desde el nacimiento.

—Y esta concepción anclada sobre qué es la Justicia ¿llega a paralizar el debate sobre qué debe ser?

—No. Lo más paralizante que hay en el debate sobre la Justicia son las actitudes descalificatorias: cada vez que desde la política se quiere opinar, lo primero que se sale a decir es que se atenta contra dos principios fundantes: la independencia y la intangibilidad. Y ese ha sido el marco para las excusas que les ha permitido mantener una posición conservadora muy fuerte. Ese es el único Poder de la República que por naturaleza es conservador, porque es el que no tiene base electiva y que depende de acuerdos (la designación de los jueces) que duran de por vida mientras dure su buena conducta, lo que -de hecho- lo equipara a la perpetuidad, más el incumplimiento de la cláusula de los 75 años... Más allá de que sea legalmente aceptable hace que el Poder tenga una tendencia a manejarse de una manera tremendamente conservadora, y no sé si eso es bueno para los intereses que debe resolver.

Centro mis opiniones sobre el Consejo de la Magistratura. Porque creo que debemos hacer un esfuerzo para que la realidad social variopinta que la Argentina tiene, y su fractura económica, ideológica, que en muchos aspectos existe, ingrese a la vida del Poder Judicial. Hay que trabajar sobre los mecanismos de la selección y sobre los que seleccionan a los jueces. Y sobre los mecanismos que hacen al control y sobre los que controlan a los magistrados. Debe generarse un proceso dinámico de renovación que de ninguna manera atente contra la independencia del juez. Pero no sólo independiente del poder político, sino también otras personas que quieren influir sobre sus decisiones.

—¿Qué se debe hacer para acercar la Justicia a su deber ser?

—Voy a decir una de esas cosas de las que suelo arrepentirme: hay que tratar de politizar a la Justicia. No partidariamente, sino ideológicamente. Es más sano que sepamos quiénes son y que digan quiénes son, que seguir con la ficción del repollo sin ideología, religión, ni ética. Como si los jueces fueran una suerte de PC que interpretan el derecho, sería mucho mejor tener una asociación de magistrados radicales o una asociación de magistrados peronistas... Porque en realidad todos sabemos que siempre fue así: en las gobernaciones provinciales surgidas del “83 a la fecha, y tomemos Córdoba y Santa Fe, gobernadas por radicales y peronistas, allí la mayoría de los jueces provienen de sendas matrices ideológicas de esos gobiernos. ¿Eso está mal? No, no está mal. Cuando en Estados Unidos los republicanos ganan el 95% de los jueces federales nombrados son de esa matriz ideológica y lo mismo hacen los demócratas. No es un pecado. Admitirlo debería permitir un debate más flexible.

Sobre jueces, legisladores y repollos

—Desde que el rey no gobierna y dicta sentencias hay tensiones entre política y Justicia...

—En términos periodísticos siempre llama la atención la relación entre política y Poder Judicial, una relación tensa y friccionada que no es precisamente patrimonio de la Argentina, sino de todas las repúblicas que se lleva toda la consideración pública, pero ésa no es la única independencia que debe tener la Justicia.

Sobre todas las decisiones, sobre todos los fallos judiciales, no deben ser ni el 1 por 1.000 los asuntos que ponen en juego esa relación entre el Poder Judicial y el poder político.

Sin embargo, todo el resto del accionar de ese Poder republicano está fuera de la mirada de cambio, de control y de participación ciudadana que debe tener un poder de base no electiva. Por esa condición, la mirada debe ser aún más rigurosa, los otros dos poderes tienen controles electorales cada dos y cada cuatro años.

—¿La Justicia de la Argentina se parece a la sociedad argentina?

—No. Y ésa es también otra muy buena pregunta para hacernos todos: la Justicia tiene esa capacidad de generarse en un modelo de organización que no refleja lo que la Argentina es. Si hay algo que muestra una representación lineal es el Legislativo. Los legisladores expresamos, lo que los argentinos en general son y que no les gusta. Los legisladores somos lo que los argentinos son. Lo que pasa es que no les gusta ver eso en el espejo, verse, hacerse cargo.

Dónde está ese lugar, ese repollo que cría a los políticos para conspirar contra los intereses de los argentinos. Cuestionamientos de este tipo terminan por atentar contra la calidad de la representación legislativa, porque se ven dirigentes que permanentemente están en un proceso de reciclado pese a haber cambiado de partido, de ideas y de barcos: no hay una mirada constante sobre la calidad de la representación. Los argentinos somos así. Y eso que no ocurre en el Poder Judicial, nos obliga a hacerlo renovarse.

—¿Hay un contexto político viable para discutir a fondo asuntos tan profundos como éste?

—Al mote que me han puesto muchos, de ser parte de una ofensiva del kirchnerismo contra la Justicia, que además es un título fenomenalmente atractivo, lo respondo diciendo que yo debatí luego de que otros marcaran la cancha.

La convocatoria al debate sobre el Consejo de la Magistratura fue hecha por la oposición, en cabezas de Ricardo Gil Lavedra (UCR) y Graciela Caamaño (PJ Disidente). En vez de defendernos sobre la base de lo realizado, propusimos reformas, un camino para adelante.

Los debates sobre asuntos estratégicos siempre tienen una coyuntura. Y entonces parece que nunca es el momento de discutir sobre la Justicia. He intentado desde hace tiempo y he propuesto cambios cuando fui funcionario de Jorge Obeid. Lo que pasa es que según el contexto político y la coyuntura de mi vida política puedo ahora insistir con este debate... Este tiempo durará lo que deba durar, y luego espero pasar al ostracismo público en el que me siento más cómodo aunque parezca lo contrario.

 

Textuales

Intenciones. “A los jueces hay darles garantías de independencia siempre. Y que no hay, en nada de lo que digo, intención de manipulación”.

Impar. “Cuando me refutan por ejemplo sobre los exámenes regulares y periódicos (para revalidar la condición de magistrados), yo digo bueno olvídense de los cuatro años que propuse y cambiemos por un número impar que cruce los gobiernos (de cuatro años) y a los componentes del Consejo de la Magistratura”.

Debate. “A los jueces hay que expresarles respeto y yo se los expreso. No digo nada en términos ofensivos para nadie. Sí trato de entender, de debatir, de proponer”.

Juezas. “Me han preguntado con alguna ironía si prefiero juezas o jueces y yo he dicho por automatismo que juezas, pero la verdad es que la mirada que las mujeres le han otorgado al funcionamiento de la Magistratura es notable”.

Contradicción. “Tengo cosas concretas que criticar: es increíble que esta Corte nacional con tantos juristas de tanto prestigio no tenga iniciativas de cambio; no propongan iniciativas estructurales de cambio al funcionamiento del Poder que encabeza. Que no se permita una mirada más flexible”.