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Acerca de los fantasmas

Luis Guillermo Blanco

La palabra fantasma viene del griego y de éste al latín, teniendo el significado verbal de “aparecer” o “mostrarse”. En su tercera acepción, la Real Academia Española la define como la “imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos”, y es sinónimo de “espectro”, conceptuándose a “aparecido” como el “espectro de un difunto”.

Y si bien algunos opinan que la creencia en los fantasmas depende de la cultura, psicología y folclore de la época de que se trate, lo cierto es que estas apariciones forman parte de los registros de todos los pueblos y tiempos. Vg., la privación de sepultura significaba, para los antiguos griegos, negarle acceso al espíritu de la persona fallecida a la mansión de los muertos, pudiendo así quedar vagando por la tierra. Son las “almas en pena” del folclore argentino, retratadas en la literatura gauchesca, como en la primera parte del “Santos Vega” de Rafael Obligado. Habiendo innumerables leyendas y fantasmas célebres (vg., los de la Torre de Londres).

Se dice que los fantasmas son espíritus que se rehúsan a reencarnar (en el caso de las culturas orientales) o que no han logrado desatarse completamente de su vida terrenal (en las culturas occidentales), quedando “atrapados” en el mundo de los vivos hasta resolver sus conflictos: una venganza, la maldad o el resentimiento, la culpa o la súplica por indulgencias. De acuerdo con los relatos, los fantasmas visten al uso de su época, aparecen por un tiempo muy breve (a veces en grupos) y desaparecen de pronto o se desvanecen lentamente; de figura antropomórfica, pueden parecer sólidos o semitransparentes, proyectar sombras, surgir y esfumarse en habitaciones cerradas, oscurecer la luz eléctrica, ser reflejados por espejos, y aun ser fotografiados o filmados, y sus voces grabadas (psicofonía). En algunas ocasiones, tocan o hablan a la gente, y en otras menos, la molestan o agreden. Agregándose que pueden producir ruidos, mover y manipular objetos, y su presencia puede estar acompañada por hedor y/o frío (poltergeist).

Historias sobre fantasmas existieron siempre. Pero se destacan en la literatura gótica, el Renacimiento y sus cultores posteriores. Vg., William Shakespeare recurrió a ellos en sus tragedias “Hamlet” (cuando se le aparece al príncipe Hamlet el fantasma de su padre y le informa que su tío Claudio lo asesinó, pidiéndole que lo vengue matando a su homicida) y “Macbeth” (quién había asesinado a Duncan, rey de Escocia, y luego mandado matar al General Banquo, para asegurarse el trono, siendo que el espectro de este último se le aparece a Macbeth: sólo él puede verlo y dialogan, y en sus palabras se hace evidente su crimen, aunque no resulta claro si se trata de una alucinación de Macbeth, atormentado por su conciencia culpable, o de la aparición sobrenatural de un fantasma).

Recordando que el prolífico inventor Thomas Alva Edison (1847-1931) y el Premio Nobel de Física Guillermo Marconi (1874-1937) crearon aparatos para intentar comunicarse con los muertos, es de ver que no fue hasta la aparición del espiritismo moderno, en la década de 1840, cuando los científicos decidieron investigar a los fantasmas seriamente. Estudios que continúan realizándose en la actualidad, como los efectuados por el psicólogo Richard Wiseman de la Universidad de Hertfordshire (Gran Bretaña) y por el neurólogo Michael Presinger de la Universidad de Laurentian (Canadá). Y así, más allá de las narraciones de encuentros con aparecidos dadas por personas serias, se habla de alucinaciones (visuales y auditivas), de estados alterados de conciencia, y, desde la parapsicología y otras ópticas, de individuos dotados con un peculiar tipo de percepción, etc. Asimismo, algunas personas padecen de espectrofobia: un intenso temor irracional (como toda fobia) a los fantasmas, tomando las medidas que piensan que son necesarias para evitar un encuentro con ellos, como dormir con las luces encendidas en la creencia de que los espectros sólo aparecen en la oscuridad, etc.

En psicoanálisis, también se emplea la voz “fantasma”. Freud señaló que su concepto pertenece tanto al registro consciente como al inconsciente y designa la vida imaginaria del sujeto y el modo en que éste se representa a sí mismo en su historia o la historia de sus orígenes. Y si bien puede afirmarse que estos fantasmas, cuando son propios de la neurosis o de las pasiones desbordadas (recordemos al tango “¡Por qué la quise tanto!” de Rodolfo M. Taboada) suelen ser subjetivamente los más peligrosos, tampoco cabe omitir que a dos años del extraño suceso que despertó la curiosidad de todo el mundo, una de las tres hamacas de una plaza de nuestra ciudad de Firmat continuó moviéndose sola, llamando la atención la fuerza que tomaba en la altura y el tiempo de duración (El Litoral, 27/6/09). Los lugareños lo atribuyeron al espíritu de un niño fallecido en la década de 1980. A la fecha, este fenómeno carece de explicación racional alguna. Como fuera, “El fantasma de Canterville” (Oscar Wilde) hizo ver a una de las protagonistas de esta novela “lo que es la vida, lo que significa la muerte y por qué el amor es más fuerte que la muerte”.

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La aparición de la fotografía permitió captar estremecedoras imágenes de fantasmas que hoy nos producen más sonrisas que espanto.

Foto: Archivo El Litoral