La canción porteña

Nidya Mondino de Forni

Es probable que el tango haya tenido letra desde sus nebulosos orígenes arrabaleros, pues raras veces la danza popular prescinde del texto poético. Para el pueblo, música y poesía son hermanas inseparables. Casi todos nuestros bailes se cantan, no habiendo razón alguna para creer que el tango porteño no haya seguido el ejemplo de sus antecesores. El guitarrista fue siempre payador. Por otra parte los más antiguos tangos tienen letras. La evolución del género a raíz de las exigencias intuitivas del público, bailarín o cantor, engendró dos tendencias bien definidas: el tango bailable con preponderancia del elemento rítmico y el llamado tango milonga, en el cual el elemento melódico o cantable tuvo siempre preeminencia.

Se trata de desdoblar el género, en crear, por una parte, la danza y por otra, la canción. Surge así el tango rítmico y el tango melódico. De éste último deriva el tango estilo, aun más cantable. En tanto, el empeño individual de los músicos de crear la canción porteña daría su fruto al encontrar más tarde en Juan de Dios Filiberto el músico que realizará la obra, intentada también por otros, al escribir una serie de canciones, exentas de encasillamientos arrabaleros que, dentro del espíritu y la emoción del tango, no son ni tangos, ni tonadas, ni tristes, ni milongas, sino un nuevo género hondamente porteño. Figuran dentro de las mejores páginas de Filiberto dos composiciones: “El pañuelito” y “Caminito”, ambas con la colaboración del poeta Gabino Coria Peñaloza.

Juan de Dios Filiberto (Oscar Juan de Dios Filiberti Rubaglio), nacido en el barrio de La Boca en Buenos Aires, fue un hábil intérprete de piano, guitarra, violín y armonio, además de compositor y director de orquesta, con profundos conocimientos de armonía y contrapunto impartidos por grandes maestros, entre otros: C. Piaggio, E. Fornarini y A. Williams; socio fundador de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (Sadaic); director de la Orquesta Nacional de Música Argentina, la cual, pos morten, lleva su nombre; dirigida actualmente por Atilio Stampone.

Gabino Coria Peñaloza, poeta y escritor descendiente del célebre caudillo riojano Gral. Vicente Peñaloza (El Chacho), colaborador de diarios y revistas (Caras y Caretas); fundador de la revista Nativa y autor de libros de poesías. Joven aún, decidió probar suerte en Buenos Aires. Ésta fue, según contaría más tarde, su época de bohemia, de andar de cafetín en cafetín, entre artistas y escritores.

Fue entonces cuando le presentaron a Juan de Dios Filiberto: “A Filiberto lo conocí en la vía pública, en Florida al 300; para más señas, bohemiamente, y me lo presentó Quinquela Martín allá por el año 1919 y entramos a colaborar al poco tiempo. Cuando lo conocí, hacía varios meses que había compuesto una partitura y buscaba un poeta que escribiera los versos. Entonces me los encargó a mí. Su título era “El pañuelito”. Meses después, el músico le pidió que creara otra letra, esta vez con apuro porque quería presentar una pieza en el concurso organizado por la Sociedad Rural para el carnaval de 1926. Coria revolvió entre los papeles de su pensión y encontró un poema que había escrito hacía un tiempo, recordando un sendero “cubierto de cardos” y “bordado de tréboles y juncos en flor” de La Rioja, más precisamente un camino que comunica al pueblo riojano de Olta con Loma Blanca, haciendo también alusión a un amor perdido. Filiberto se inspiró para componer la música en la famosa calle “Caminito” de La Boca, preservado actualmente como Patrimonio Nacional y que ostenta el Busto de Coria Peñaloza, realizado por el escultor Euzer Díaz. Música y letra se unieron a la perfección, en un ritmo milongueado que va de lo expresivo a lo apasionado. Al ser presentado en el concurso (dedicado a Julia Puigdengolas) logró el Primer Premio - 2a. categoría.

Fue presentado como “Canción Porteña”, por no llamarlo tango, que todavía era un género mal visto. Con algunos tropiezos en el estreno, luego con la grabación de Carlos Gardel y la inclusión de Ignacio Corsini en un sainete se convirtió en un éxito. Con los años Coria Peñaloza volvió a La Rioja. En Chilecito vivió sus últimos años escribiendo poemas y, quizás, todavía llorando aquel amor perdido.

“... Desde que se fue

nunca más volvió

seguiré sus pasos

caminito, adiós”.

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“Tango”, de Aldo Severi.