Señal de ajuste

San Filippo

Roberto Maurer

Cuando Torneos y Competencias perdió el título de propiedad sobre los goles del campeonato, los programas de fútbol se transformaron, y la consecuencia más manifiesta fue el inmediato derrumbe de “Fútbol de Primera”. Ya que se emiten todos los partidos y los goles son repetidos sin límite y en todo lugar, tal vez ahora sea oportunidad para que brille la palabra. El canal América reaccionó creando “SDF”, un formato de debate con un panel integrado por periodistas, jugadores jubilados y árbitros, con la conducción de Alejandro Fantino.

El experimentado Fantino ha llegado a una conclusión que no todos se atreven a asumir: carece de sentido hablar en serio de fútbol, en todo caso es mejor su dramatización, y reservar la profundidad a la filosofía y la biogenética, o a “Lost” y “Doctor House”. Sin remilgos, Fantino sabe que en “SDF” no se tratan temas de la historia de las religiones, y ni siquiera del deporte, ya que el fútbol profesional hace tiempo que se alejó de esa idea anticuada de la mens sana in córpore sano. Quien, con escalofríos, escucha a Oscar Ruggeri describir las técnicas para maltratar a los rivales sin que se note, puede tomar conciencia de que ya no se trata de córpore sano, sino de córpore roto.

Fantino sabe soplar donde puede encenderse fuego, y lo hace hasta que las llamaradas llegan al techo, para saltar en el acto a otro incendio. Es rápido, sabe revolver en la mugre, y su capacidad de conductor descansa en el conocimiento de los tiempos exactos de cada punto en discusión, y el momento de pasar a otro.

En el panel, se puede observar el comportamiento corporativo de jugadores y periodistas, mejor dicho, los roces entre una corporación y la otra, verbalizados con una sinceridad que hace bien al país. Eso sí, a la hora de tratar -era ineludible- el problema de los delincuentes comunes conocidos como “barrabravas” y su visita a Sudáfrica, todos prefirieron no comprometer opiniones ante el informe preparado por la producción del programa.

Desde hace tiempo se insiste en denunciar la complicidad con el delito de los dirigentes del fútbol, los jugadores, la policía, la justicia y funcionarios políticos. Ya es un lugar común, pero la actitud evasiva de los panelistas en la edición del domingo pasado ante el accionar de los forajidos del fútbol fue una prueba de hasta qué punto la gente del “ambiente” forma parte de un sistema maligno.

ADIVINA QUIÉN VIENE A CENAR ESTA NOCHE

El domingo apareció un invitado especial que integrará el panel durante el período sudafricano: José Sanfilippo, un asesino por naturaleza, que quien lo lleva a una fiesta ya sabe que puede arruinarla. En el primer programa, al principio, su comportamiento fue civilizado, y declaró que la Selección Argentina es la envidia del mundo, y que seguramente ganará la copa. Era un Sanfilippo desconocido que solamente se dedicó a descalificar a Jonás Gutierrez, aunque resultó útil, tanto como entretener con un hueso a un perro rabioso. Hacia la una y media de la mañana, se acabó la buena letra y, abruptamente, Sanfilippo atacó a “Dios”, y el más incómodo fue el Cabezón Ruggeri, quien, como es sabido, es “El Amigo de Dios”.

Fue una situación violenta.

—¿No dijiste que era la mejor selección del mundo? -lo increparon.

—Lo que dije era que el torneo lo iban a ganar los jugadores, no el técnico, ¿qué le puede enseñar Maradona a Messi? -respondió José, imperturbable como una talla de la Isla de Pascua.

La discusión subió de tono y hacia el final, Ruggeri, un verdadero personaje de Tarantino, le recordó a Sanfilippo que nunca había sido campeón del mundo, y que ni siquiera se le permitiría tocar una copa, porque no era nadie. Sanfilippo sonreía, satisfecho.

Apenas era un insulto. La última vez que recibió una piña fue en 1958, a la vuelta del bochornoso Mundial de Suecia. El ojo negro fue obra del gran Amadeo Carrizo, cuando el joven suplente Sanfilippo se burló de los seis goles que el arquero recibió de Checoslovaquia.