EDITORIAL

Nadie está exento de una gran crisis

 

En los medios económicos y financieros las consultas se orientan a saber si la última crisis ya quedó atrás. La cuestión de fondo no está dirigida a conocer sus consecuencias, sino a discernir sobre las causas que la provocaron. Primero hay que admitir que las graves crisis financieras globales se han venido sucediendo década tras década; a saber: el desplome de 1987, la crisis financiera asiática de 1997 y la crisis crediticia de 2007. Esa recurrente pauta ha sido generada por la total desregulación financiera a escala planetaria. Pero las causas de fondo han sido la hegemonía del dólar y el Consenso de Washington.

El primer caso a evaluar es el de Grecia, que abandonó su moneda nacional, el dracma, a favor del euro en 2002. Según los analistas del momento, ese paso, críticamente cargado de consecuencias, permitió al gobierno griego beneficiarse de la fortaleza del euro para contratar préstamos a tasas de interés más bajas, respaldadas con el colateral de activos griegos denominados en euros. Un mal consejo llevó a sus autoridades a elevar el gasto público con deuda soberana, mucho más luego de las Olimpíadas de Atenas en 2004. Así, progresivamente se fueron distorsionando las políticas económicas de financiación del déficit, consistentes en enfrentarse a las recesiones cíclicas con el respaldo de los excedentes acumulados en los ciclos de auge.

El caso de Grecia hizo despertar sospechas sobre la suerte de otros países europeos con alto endeudamiento. Los casos de España y Portugal son parecidos. Los respectivos ajustes dispararon crisis sociales en expansión, así como el convencimiento de que llegó la hora de recapacitar acerca del modo de encarar un sinceramiento que sirva de base para construir el futuro.

Actualmente, el temor de los inversores está dado por las calificaciones de las deudas soberanas de Francia e Italia, a causa de las dudas que generan sus respectivas capacidades para sostener sus cuentas públicas. El mercado entendió el mensaje y por eso, en el comienzo del mes, el euro -frente al dólar- cayó al nivel más bajo de los últimos cuatro años. A ello se suma que el desempleo en la zona euro alcanzó en abril un nuevo récord, al subir una décima respecto de marzo hasta alcanzar el 10,1 % de la población activa, cifra impulsada por la tasa de España (19,7 %), el país con mayor desempleo entre los socios de la moneda única.

Frente a esas novedades, la mirada se dirige hacia América Latina. Todo parece indicar que, en la última crisis económica global, los países de la región han tenido un comportamiento diferente de Europa. La buena noticia sería consolidar el desarrollo económico de los últimos 15 años, haciéndolo más sustentable. La oportunidad existe; hay que saber utilizarla, como destacó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su reciente informe.