ANÁLISIS

La situación de Haití sigue cargada de dramatismo

Ansgar Gersmann (DPA)

Hace ya casi medio año 40 segundos devolvieron a Haití casi a la Edad de Piedra. Ese tiempo, que fue lo que duró el temblor de tierra en la isla caribeña, tuvo que parecerles a sus habitantes una eternidad. Astrid Nissen, directora de la sección de ayuda humanitaria de la organización alemana Diakonie, vivió el terremoto y desde entonces intenta, paso a paso, mejorar las condiciones de vida de los haitianos.

Nissen, de 38 años, se encarga principalmente de la reconstrucción de la parte suroriental del país, enfrentándose cada día a una suerte de trabajo hercúleo.

“Todavía hay muchos escombros porque solo se ha recogido una pequeña parte; a veces, uno tiene la sensación de que no se ha hecho nada”, comentó la directora en una entrevista con dpa.

Pero mucho peor le resulta a Nissen que vaya desapareciendo de la vista de la opinión pública mundial la necesidad urgente de los haitianos: “Por desgracia, de aquellas agitación y solidaridad explícita que se produjeron justo después del sismo ya no queda casi nada”.

Nissen cuenta con ocho millones de euros (diez millones de dólares) para labores de ayuda humanitaria durante un periodo de dos años.

Falta de comida

La organización Diakonie se encarga en primer lugar de atender suficientemente las necesidades alimenticias de las personas, pues muchos haitianos perdieron sus hogares por el terremoto, marchándose a casa de amigos o familiares, y con el tiempo también allí han ido escaseando los víveres.

Pero también se ocupa de construir alojamientos estables, pues mucha gente vive todavía en tiendas. El problema es que todo va muy lento: “De 125.000 alojamientos temporales necesarios para 750.000 personas, sólo se han construido 3.000”. Ello se debe en parte a que como la administración es todavía casi inexistente, a menudo no se puede establecer a quién pertenece un terreno.

Por otra parte, en palabras de Nissen, los trabajos de desescombro están muy mal organizados en muchos lugares: “El esfuerzo no es sistemático; muchos afectados comienzan por propia iniciativa a quitar los cascotes de sus terrenos y los depositan en las calles, lo que crea caos en el tráfico”.

También, según la directora, falta maquinaria pesada, por lo que hay que coordinar a muchas unidades del ejército, de la ONU y a muchas organizaciones no gubernamentales.

Como problema suplementario, Nissen se refiere a la enorme densidad de construcción: “A las casas llevan pequeños caminos por los que no puede pasar un coche grande”. Y el tiempo complica la situación, puesto que cada tarde llueve muy fuerte hasta dos horas y las personas tienen que ocuparse entonces de rescatar sus pertenencias del agua.

Nissen teme que “las dificilísimas condiciones de vida de la gente se conviertan en algo permanente”.

Sin embargo, la directora de la sección de ayuda humanitaria de Diakonie no desiste. Ella vive allí desde hace tiempo y por eso ya conoce a las autoridades locales y sabe cuándo debe dirigirse a ellas.

Por el momento, tiene la esperanza de que los trabajos de ayuda que están realizando no se queden en nada por culpa de un huracán.

La situación de Haití sigue cargada de dramatismo

Las ruinas conviven con asentamientos precarios, donde la supervivencia diaria continúa siendo la mayor prioridad. Foto: Archivo El Litoral