La toma de conciencia del abuso y maltrato a la vejez

Dra. María Elisa Petrelli de Aliano (*)

Dijo Cain: “¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” (Gn 4,9).

La Revolución Francesa postuló los derechos de igualdad, libertad y fraternidad. Tras los horrores que el hombre generó a sus pares en la Segunda Guerra Mundial, se intensifica la defensa de la dignidad de todo ser humano y se firma la Declaración de los Derechos del Hombre. Pero en el siglo XXI este concepto de dignidad humana alcanza derechos más sutiles y no menos importantes. Así se comprende que igualdad ante la ley requiere distinguir las especificidades de los grupos humanos, para que realmente exista y sea efectiva dicha igualdad. Se crean los Derechos del Niño y los derechos específicos de los adultos mayores, porque son sectores sociales vulnerables y muchas veces sin posibilidad de ejercer o reclamar por sus necesidades.

En esta sutileza defensiva de derechos hemos tomado conciencia de muchas conductas que consideramos normales, pero implican actitudes violentas contra la dignidad del mayor. Así, podemos distinguir los maltratos institucionales, sociales y familiares, entre otros que sufren a diario.

Institucional: desde los Estados que no aplican políticas públicas orientadas hacia los mayores, cuando pagan jubilaciones magras o derivan fondos de las cajas jubilatorias para otros fines; cuando las políticas de salud no contemplan sus enfermedades crónicas con cobertura total de medicación; las políticas judiciales no promueven juicios rápidos, etc.

También, desde otro ángulo, se producen maltratos institucionales en algunos hogares o residencias geriátricas, y no me refiero al abandono o golpe físico, sino también a políticas que afectan sus derechos, como ser:

no permitir al residente conservar su autonomía y libertad, ni participar de las tareas y actividades según su propio ritmo y deseos. No respetar su religiosidad y modo de practicarla. No informale de todo lo que sucede en la institución, en la comunidad y en el mundo, ni brindarle respuestas ciertas a sus preguntas.

Es un maltrato no permitirles poseer bienes personales. No respetar su privacidad y pudor cuando entran en su habitación sin pedir permiso, o para sus cuidados íntimos no hay una persona de su mismo sexo.

Social: inconscientemente hay un maltrato social vedado, que consiste en la exclusión de los mayores, ignorarlos, no querer ver el envejecimiento del otro porque refleja nuestro inexorable envejecimiento. Si no es feliz, activo, vital es culpa del mismo mayor, entonces contestamos como Cain, “¿por qué soy responsable de mi hermano?”.

Pequeños gestos constituyen violencia: los comerciantes que anotan con números minúsculos los precios de la mercadería, los bancos que no tienen baños, los empleados administrativos que exigen al adulto mayor ir más de una vez para concluir un trámite, los empleados de la salud que exigen ir de madrugada para conseguir un turno médico.

Familiar: estos agravios son los más sutiles, pero más dolorosos. Son actitudes, omisiones, rencores, falta de paciencia, incomprensión. Algunas de las conductas son: no escucharlo, no dejarlo hablar aunque repita siempre lo mismo, no dejarlo participar en los proyectos y tristezas de la familia, dejarlo sin sus cosas o bienes, no respetar sus tiempos y ritmo, burlarse, menospreciarlo.

Ellas producen humillación, desesperanza, vergüenza.

El mundo fue cambiando y protegiendo a todos los sectores sociales. Hoy la libertad implica no liberarse “de”, sino liberarse “para” los demás. La igualdad es igualdad de oportunidades ante la ley y fraternidad hoy se entiende como solidaridad. Las corrientes de pensamiento fueron cambiando, nos falta asumirlas personalmente, individualmente, en nuestras familias, en nuestros vecinos y darnos cuenta de todos los hechos que pueden lastimar a los mayores.

Debemos ser como Juan el Bautista “una voz que clama en el desierto”, en un desierto social que no ve las necesidades de nuestro prójimo. Nuestro objetivo: crear una conciencia social de la existencia del maltrato y abuso producido a los adultos mayores. Si logramos que la sociedad comprenda lo inaceptable de ello, podremos crear un ámbito más favorable para las vidas de los actuales mayores y de generaciones futuras.

(*) Area Adultos Mayores

Secretariado para la Familia CEA