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Gastón Neffen y Federico Aguer

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El negocio de las vacas y los novillos repuntó, y a esta altura se consolida la sensación de que no es un espejismo. En la Argentina hay condiciones de mercado que hasta cierto punto garantizan un horizonte rentable para el sector, al menos durante los próximos cuatro o cinco años. La principal causa es que falta carne, es decir hacienda en los potreros y en los corrales.

En sólo cuatro años, la ganadería nacional perdió 9.379.966 cabezas, según los datos oficiales de las campañas de vacunación antiaftosa, para muchos el termómetro más fiable (ver cuadros). El rodeo ganadero santafesino también sintió el impacto. Hace cuatro años, en la provincia había 7.817.171 animales y ahora quedan 6.640.401. Se fueron más de un millón de animales que no resistieron la sequía, que emigraron hacia otras zonas productivas o que se “malvendieron” porque no había pasto ni margen económico para alimentarlos.

No se trata sólo de contar animales. Con las vacas y los novillos se fueron miles de puestos de trabajo en el campo. Por eso, en uno de los picos de la sequía, la desocupación en Tostado trepó a más del 50% de la población. Y en algunas escuelas rurales del norte de Santa Fe, los maestros le contaron a Campolitoral que perdieron el 20 por ciento de sus alumnos.

Ahora, lo corriente a favor es clave para que los planteos ganaderos se recuperen de un ciclo “pesado”, en el que se combinaron desafíos productivos muy complejos —la sequía y el desplazamiento de la actividad hacia zonas “marginales”— con las constantes intervenciones del gobierno (a partir del 2006) que “pisó” los precios, y abrió y cerró el grifo de las exportaciones con el argumento de “garantizar la mesa de los argentinos”.

“Por la escasez generalizada hay cinco años de precios garantizados, la carne hoy vale porque no hay”, reflexionó Dardo Chiesa, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva), en el Congreso Ganadero CRA, que se realizó la semana pasada en Santa Fe (ver pág. 7). Cuando se miran los precios al consumidor la escalada es indisimulable.

El kilo de nalga para hacer milanesas en junio del año pasado valía 17,31 pesos y ahora se paga 28,74 pesos, en promedio. Es un aumento de más del 60 por ciento. En el caso del asado, el incremento de precios es del 65% (de 14,41 a 22,60 pesos), según los datos del Ipcva. Las milanesas y el asado son los dos productos cárnicos que más comen los argentinos. Para la cadena ganadera este escenario económico genera buenas perspectivas, pero hay varias cuestiones que hay que ajustar con cuidado. La primera es recomponer la fabrica de hacer terneros, es que en los últimos dos años se faenaron miles de vientres. “Es muy importante mejorar los índices de destete, que podrían pasar del 50 al 75 % con un manejo más eficiente”, propuso Fernando Canosa, especialista de Aacrea en ganadería, en un mano a mano con Campolitoral.

También, retomar la inversión tecnológica (en genética, en pasturas y en infraestructura) en muchos casos postergada por la necesidad de “sobrevivir” al contexto recesivo (ver pág. 6). Y falta resolver el problema de fondo, un plan estratégico para un negocio que es de mediano y largo plazo.

Una oportunidad firme

La demanda mundial de carne está creciendo por dos factores de peso, y de mediano y largo plazo. En primer lugar, la Comunidad Económica Europea se está convirtiendo en un importador neto de cortes bovinos. “Están al límite de su capacidad productiva”, afirmó Chiesa. Y en los países asiáticos cada vez consumen más proteínas animales. China es el ejemplo de mayor escala. Hay 40 millones de personas que en forma anual se desplazan del campo a la ciudad. Son gente que deja de comer los pollos y los huevos que cría en su granja para pasar a comprar alimentos en los comercios minoristas.

En volumen, el principal cliente de la Argentina es Rusia, que se queda con el 26% de los embarques nacionales. Pero son vacas de refugo o descarte. Los cortes que generan más divisas son los que van a Europa, destino que representa el 35% de las divisas que obtiene este negocio.

En cantidad de carne exportada, Hong Kong ya es un mercado importante (12,6%) y se espera que crezca en el futuro. “La demanda asiática es inconmensurable”, opinó Chiesa. ¿Será por esta razón que gigantes brasileños del negocio como JBS y Marfrig invierten y compran frigoríficos en la Argentina, y en otros lugares del mundo?

La oportunidad esta ahí. Y es factible aprovecharla sin descompensar el mercado interno, como se explicaba, en el país la demanda se concentra en los cortes para hacer milanesas y en el asado.

La gran pregunta es qué va a pasar cuando se recomponga el stock ganadero en cuatro o cinco años. “Qué vamos a hacer cuando haya carne”, pensaba Chiesa, en el Congreso de CRA y el mercado interno recupere su ritmo, con la posibilidad de que deprima los precios. En la respuesta a este interrogante, que implica afinar el perfil exportador de esta cadena, se juega el futuro del negocio ganadero.

La hora de salir del laberinto

La cadena de la carne enfrenta el desafío de recuperar los stocks de vacas y novillos. Un plan estratégico es clave para conciliar la necesidad de abastecer el mercado interno, al mismo tiempo que se “afina y potencia” el perfil exportador.

El futuro del negocio ganadero

El rodeo ganadero santafesino también sintió el impacto. Hace cuatro años, en la provincia había 7.817.171 animales y ahora quedan 6.640.401.

Foto: néstor carvallo

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Apostar a crecer. Con una mejor ecuación económica, los productores ahora tienen margen para mejorar los índices de preñez, invertir en genética y expandir “la base forrajera”.

Foto: Archivo / Juan Manuel Fernández

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“Por la escasez generalizada hay cinco años de precios garantizados, la carne hoy vale porque no hay”.

Dardo Chiesa

Presidente del Ipcva

En el primer eslabón de la cadena, el productor de cría e invernada, las perspectivas económicas varían de acuerdo a cómo quedó parado cada establecimiento. “Nosotros invertimos mucho para aguantar este ciclo adverso, al menos logramos no retroceder, ahora tenemos con qué seguir y es el momento de aprovechar las buenas oportunidades que ahora ofrece el negocio”, señala Alfredo Perello, que gerencia el establecimiento Las Mercedes en Pedro Gómez Cello.

En Fortín Olmos, la familia Senn está más preocupada por recuperar el terreno perdido. En esa zona del Departamento Vera, en la que se mezclan los espartillos y los últimos árboles de la cuña boscosa, se perdieron unos 25.000 animales en sólo un año (es el 20% del rodeo). “La segunda campaña de vacunación antiaftosa del 2008 contabilizó 127.000 cabezas, en diciembre del 2009 eran 102.000”, cuenta Alberto Senn, productor ganadero de Fortín Olmos.

Los Senn quieren reponer su stock ganadero (hoy está en unas 1.300 cabezas, después de haber sufrido una caída del 20%) y creen que si este escenario se mantiene el año que viene volverían a invertir en genética.

En Diamante (Entre Ríos), Luis Alberto Dalinger y Mario Schanzenbach mirán con desconfianza el horizonte. “Las posibilidades son interesantes pero te cambian las reglas de juego todo el tiempo”, opina. A su lado, Dalinger agrega: “No necesitamos créditos sino políticas de fondo, acá vos sentís que compras y no sabés lo que va a pasar”, asegura, mientras recorren los corrales del remate que realizó la Cabaña Las Lilas recientemente en San Justo.

Algunos especialistas del negocio ganadero coinciden en que en estos últimos años la falta de expectativas, la desconfianza y el temor de nuevas intervenciones del gobierno, le sumó un pesado lastre a una actividad que ya padecía sus propios problemas.

“Esto no fue culpa exclusiva de la sequía —opina Canosa—, las medidas políticas le quitaron previsibilidad al negocio y por eso es importante implementar políticas con un horizonte de previsibilidad”.

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Recuperarse y volver a creer