Técnicas para lavarse la cara

Sí, sí, claro: para muchos es una tontería, algo que ni se piensa. Pero con estos fríos, hay que reflexionar muy bien sobre cómo lavarse la cara. Queremos solamente que la gente tome conciencia de su accionar y auspiciamos un contradiscurso oficial. No ahorre agua, carajo: lávese la cara, por lo menos.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Técnicas para lavarse la cara

El f”río, más que una supuesta y creciente conciencia privada respecto del ahorro del agua -que choca groseramente con los despilfarros masivos y oficiales con los caños rotos y demás-, ha generado un uso restringido del vital elemento. Hay tipos que saltean prolijamente no sólo el baño diario sino el mismísimo lavado de cara. Tenemos por ejemplo el caso del abuelo: al tipo hay que llevarlo con la fuerza pública a bañarse. La fuerza pública es doña Marcia, que, como es público, tiene mucha fuerza.

Pero concentrémonos por favor en el tema del lavado de cara. Hay estilos, hay versiones, hay diferentes formas de encarar ese momento fundacional de la jornada, según detallamos someramente (y usted anótese en la canilla que corresponda):

* El estilo biguá. Tipos corajudos, anfibios, que sumergen la cabeza entera en el lavabo lleno o bajo el chorro de al canilla. Son tipos que piensan que, lo malo, mejor de una sola vez, brutalmente. Son tipos que tienen una pequeña herida y le dicen al médico que si hay que amputar, que empiece nomás. Son minoría, pero su espíritu entre militar y suicida, nos da un ser despierto para todo el día. Hay que perdonar, ya que no entender, a esta gente. Y apartarse de ella, por las dudas.

* En seco. En el otro extremo, tenés el que confía a ciegas, literalmente, en la autorregulación de los lagrimales, que harán en algún momento el trabajo de limpieza que ellos no encararán de modo alguno. Van al baño pero a hacer pis. Ni abren la canilla y a lo sumo, refriegan sus párpados con las manos o los dedos y así salen al mundo, medio dormidos, casi una prolongación de sus propias camas. Dan ternura y cierto aspecto descuidado. Hay que apartarse de su paso, porque no ven nada y porque bíblicamente no saben lo que hacen. Su sistema de lavado en seco remite a ciertas prendas caras o especiales que en la tintorería tratan sin agua.

* El cucharita. Es más convencional y racional su relación con el agua: abre la canilla, carga tanto como puede en un cuenco hecho con las manos y lleva luego eso a su cara, a la zona central para un lavado de la parrilla frontal, faros incluidos. A los chambones se les escapa el agua entre los dedos y deben hacer ese procedimiento varias veces. Acuerdan básicamente con la idea de que los ojos deben lavarse con agua.

* De ese paño... Hay gente cobarde o modosa que no quiere un contacto directo de párpados y ojos con el agua o con manos y dedos y median entre ellos un paño especial, o incluso una punta de la toallla (que nadie puede certificar que ha sido utilizada exclusivamente sólo para esa parte del cuerpo) humedecido que se pasan delicadamente sobre los ojos, como si se tratara de prolijos felinos. No hay que por qué criticarlos tanto. Más bien pongámosle paños fríos a la cuestión.

* Orientales. Usan uno o dos dedos y nada más. Pueden ser los índices, que son remojados brevemente y luego pasados por encima de los ojos o párpados desde el lagrimal hacia afuera, dibujando una especie de ojo japonés o de ese barrio. Pueden usar también los dedos mayores para barrer con una gota de agua las pestañas. No son sucios pero tampoco arrojados en materia de lavado de cara y evitan, básicamente, cualquier exceso o humedad fuera de la zona demarcada. Como un experto en explosivos, no vienen a romper todo sino a poner la carga de dinamita justa para lograr el objetivo. Y nos vamos. Cuidado con el agua.