Efectos deletéreos de la razón pura

 

Arturo Lomello

Cuando Sartre afirma que el hombre es una pasión inútil no hace más que invalidar tal afirmación. ¿Por qué? ¿Qué sentido puede tener cualquier pensamiento si somos una pasión inútil? Y vale esa reflexión para procurar una racionalidad fecunda, es decir, que no se encierre en sí misma, vicio que ha llevado al hombre a errores tremendos que estamos pagando y de los cuales parece que no queremos redimirnos.

Es lamentable comprobar diariamente a través de lo que nos ocurre tanto individual como comunitariamente los efectos de una racionalidad acotada. Hacemos, vivimos, conforme con lo que dictan nuestras concepciones. Una razón que se detiene a mitad del proceso discursivo nos lleva a deformaciones que se traducen en fobias, fanatismos y prejuicios que en la práctica significan injusticias, asesinatos, incapacidad para llevar la vida a su plenitud.

Y es que esa racionalidad jamás puede estar abierta a la trascendencia, puesto que desde el principio se ha encerrado sobre sí misma, escindida de la totalidad de la experiencia humana.

Ortega y Gasset nos dice, superando el problema de la razón pura, que la forma de abordar la realidad es mediante la razón vital, vale decir, con una racionalidad que no margina las demás facultades del hombre. Claro que Ortega es un filósofo y la realidad mundial no obedece a un filósofo inmediatamente, aunque los años y los efectos deletéreos del mal uso de la razón han continuado erosionando la vida individual y comunitaria.

Precisamente, si usamos la razón vital, es decir, no clausurando el devenir creativo del pensamiento, concluiremos que todas las facultades humanas y, por ende, la vida misma nos han sido donada y no son el producto de un ciego azaroso mecanismo.

Es asombroso que una verdad tan evidente sea soslayada, inclusive por pensadores como el propio Sartre, que por eso y por encerrarse en una dialéctica termina devorándose a sí misma como la serpiente que se muerde su cola. De ahí, la confirmación de que el hombre es una pasión inútil. La ventana a la trascendencia que otorga la razón vital permite que penetre incontenible la luz de la realidad total conduciéndonos a un camino creador y de auténtica libertad, donde nos abrimos al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, y así se desarrolla la esperanza de un mundo unido en la empresa de construir aquello que hasta ahora ha sido destruido por la racionalidad mal utilizada.