EDITORIAL

La ansiedad por

las candidaturas

La perspectiva del recambio de autoridades nacionales, provinciales y locales el año próximo, en el actual contexto de movilidad política, agita las aguas y los ánimos en todos los partidos, y lleva a muchos dirigentes a exigir definiciones de manera apremiante.

 

Se trata, naturalmente, de una situación habitual y recurrente en estas instancias, pero con especiales características por el marco en el que se va a producir. Particularmente, a partir de la estrepitosa caída en la consideración social hacia el kirchnerismo y el cambio en la relación de fuerzas parlamentarias surgido de los últimos comicios, alienta expectativas en el núcleo opositor y empuja alineamientos o autopostulaciones con diverso sentido o énfasis que si ello no hubiera ocurrido. Las crecientes dificultades de los referentes antikirchneristas para articular propuestas coincidentes más allá de un número limitado de puntos, a lo que se sumó una todavía tímida -y acaso insuficiente- pero innegable recuperación de la imagen positiva del gobierno, vinieron a complicar la cuestión y obligaron a pensar en ingenierías electorales que contemplen los posicionamientos en función de un eventual ballottage.

Desde el punto de vista del análisis político, se trata de un momento particularmente interesante, que se proyecta a la trascendencia institucional de la renovación de autoridades del próximo año. Por la misma razón -y las mismas complejidades y posibilidades advertidas-, es vital que las organizaciones partidarias trabajen en la articulación de acuerdos, la elaboración de bases conceptuales, y la “instalación” y testeo de las candidaturas más apropiadas en este contexto.

La preocupación y el apuro ganan a muchos dirigentes y referentes de las fuerzas con aspiraciones a cargos, y sistemáticamente son explotados o recogidos por los medios de comunicación, a través de interpelaciones, comentarios y todo tipo de declaraciones. Así como en numerosas oportunidades los dirigentes optan por el silencio o la apelación a “esperar”, en otros campean los exabruptos, las chicanas, las alusiones más o menos directas, la autopromoción desembozada o la prematura descalificación.

Sabiamente, la actual legislación electoral -tanto a nivel provincial como nacional-, y a pesar de la duplicación de ocasiones de votación por efecto del sistema de internas abiertas, restringió los plazos y acotó las modalidades de campaña electoral, con lo cual se previene el agobio resultante de un proselitismo sostenido y demasiado extendido en el tiempo.

Por ello, la ansiedad que se trasluce en todo este cúmulo de cruces y apresuramientos lanzado con tanta precocidad, aún antes de conocerse los cronogramas electorales, puede redundar en una saturación del electorado; precisamente en momentos en que se perfila una reconciliación, o cuanto menos un mayor interés, hacia los debates sociales que se generan o canalizan a través de iniciativas o discusiones propias de la dinámica de la actividad política.