Música opaca o la celebración de la ironía

Por Roberto Daniel Malatesta

“Cuaderno acústico”, de Santiago Espel. Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2010.

Instalado el tema, ya sea las diferencias sociales, la muerte, el hombre común, el enamorado, el “desorden internacional”, una piqueta cortante, dura, aunque certera, comienza a tallar. Poesía opaca ha dicho Kofman al referirse a cierta poesía actual, entre la cual incluye a Santiago Espel -poesía ésta, decía Kofman, que “selecciona lo residual de ese mundo, con gran precisión técnica y menosprecio por la elocuencia. Contrasta así con lo epifánico, con la exaltación de cierta poesía”-. Relacionando el libro de Kofman, podríamos decir que este Espel que nos propone “Música opaca”, visto así, secamente, podría tomarse como un descalificativo, pero, volviendo al libro antes citado, que comienza con una frase de T. Adorno “después de Auschwitz la poesía no es posible”, el tono de Espel traduce esa imposibilidad y da vida a lo que se daba por muerto: el poema.

Entonces, ubicados en el contexto en que se moverá esta “música”, decíamos, cortante, certera, contra toda convención, contra el multicolor efecto de los mass media, aparecen voces como la del enamorado serial que da cuenta de su amor extremo, o el ojo de la vaca que es el que mira para que el lector lea, todo impregnado de una fuerte ironía: sal en la herida, que nos dice: “Ahora sí que estamos fritos... / los magnates del mundo / se han interesado en el arte”, o como en el poema “En la mesa” donde el disfuncionamiento de una típica familia se evidencia en normas de conductas y risas contenidas. O, para insistir con otro ejemplo, la sabiduría de un hombre que depende de una palangana de acero inoxidable como parábola social.

En algunos poemas sobresale la extensión y el carácter narrativo. Esta última característica, a tono con lo que venimos afirmando, una poesía que busca eludir lo poético, no obstante, se puede observar que cuanto más extenso es el poema, la mencionada “piqueta” en cierta forma decae para dar paso a un instrumento más delicado, que le permite mantener la musicalidad, quizás a sabiendas de cuál es el límite del género. De esta forma lo prosaico no desmerece el ritmo, elemento fundamental de todo verso libre que se precie como tal.

Ahora bien, volviendo al presupuesto de la inocuidad de una poesía celebratoria, en el caso de Espel es la ironía la que está celebrando, convirtiéndose en esa contracara que ante la imposibilidad de ser de la poesía mantiene con vida al texto poético y le da un nuevo impulso volviendo cierta y a la vez falaz a la sentencia de Adorno. Así es que “Cuaderno acústico” viene a reafirmar y a aportar nuevas notas a una obra ya extensa de un poeta que ha merecido y merece la atención en el contexto de nuestra poesía.

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“Petunias”, de Ana Eckell.

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