Mesa de café

Los mineros chilenos

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Erdosain

Los muchachos están mirando la televisión. Es la primera vez que todos hacen lo mismo. El hecho se justifica: el rescate de los mineros chilenos. Abel pondera la tecnología y yo insisto en que lo sucedido demuestra que los medios de comunicación pueden alinearse en una dirección solidaria, pero el que introduce el comentario político es Marcial.

—Lo que ocurre demuestra que un gobierno de derecha puede ser solidario y eficaz al mismo tiempo.

—Piñera ha tenido suerte -responde José-, la mano del destino lo ha puesto en la cresta de la ola. Así cualquiera es popular.

—Si esto les hubiera pasado a los Kirchner -señala Abel-, estarías ponderando la audacia y la sensibilidad del gobierno.

—Yo creo -digo- que no es momento de hacer especulaciones políticas. Lo más importante es que los mineros están siendo recuperados del abismo y que están todos en buenas condiciones.

—Eso es lo obvio -puntualiza Marcial-, pero yo quiero insistir en que las cosas se hicieron bien porque a la hora de las emergencias la derecha siempre es más eficaz que la izquierda.

—No te agrandés -replica José-, porque te recuerdo que al régimen de explotación de las minas, el mismo que provocó esta desgracia, lo sostiene la derecha; también es de derecha la insensibilidad hacia lo que les pasa a los trabajadores.

Marcial sonríe y le hace señas a Quito para que sirva un té.

—Lo que a mí me asombra -acentúo- es cómo, aunque más no sea por una vez, coincidieron la tecnología y los medios de comunicación para producir un hecho solidario de alcance universal.

—Lo otro que hay que destacar -agrega José- es cómo el valor “vida” se impuso más allá de las ideologías políticas. En otros tiempos, no sólo se carecía de tecnología para salvar a los trabajadores sepultados, también es probable que muchos hubieran aceptado las muertes sin preocuparse demasiado.

—Se diga lo que se diga, el progreso moral existe -observa Abel.

Quito le sirve el té a Marcial. José aprovecha y le pregunta su opinión sobre lo que está pasando. Quito deja la bandeja en la mesa y, después de decir que está emocionado con el rescate de los trabajadores, no se le ocurre nada mejor que ponderar a Piñera, el mejor alumno de Pinochet, dice satisfecho.

—Que no te escuche Piñera porque te desmiente -contesta Abel.

Quito lo mira, parece que quisiera decirle algo, pero le cuesta armar una frase. Recoge la bandeja, sonríe como pidiendo disculpas y se retira.

—No se equivoca nunca -dice asombrado Abel.

—Yo creía que era de derecha en la Argentina, jamás me imaginé que esa pasión se extendería de manera tan coherente a los países vecinos -añade José.

—Quito siempre la tiene clara -enfatiza Abel-. Los pobres, cuando son reaccionarios, son transparentes y nunca dudan.

—A mí me resultaron muy interesantes las declaraciones de Páez Vilaró -recuerda Marcial-, las palabras del rugbier que salvó su vida hace casi cuarenta años cuando se cayó el avión que iba de Santiago a Montevideo.

—¿Y se puede saber por qué te resultan interesantes? -pregunto.

—Porque dan a entender que, comparado con lo que les pasó a ellos, lo de los chilenos es un tema menor.

—Sólo un niño bien, pretencioso y engrupido como Páez Vilaró puede decir semejante cosa -acota José .

—También lo digo yo -replica Marcial.

—Vos no sos un niño bien, vos sos un viejo bien -dice Abel con humor.

Marcial parece no escucharlo y continúa.

—En el caso de los rugbiers, se cayó el avión, sobrevivieron a duras penas, tuvieron que practicar el canibalismo para alimentarse. Los chilenos la pasaron mal las dos primeras semanas, pero desde que los ubicaron los atendieron a cuerpo de rey.

—A mí me parece un disparate comparar ambas experiencias -planteo.

—Yo pienso lo mismo -reacciona Abel.

Marcial sonríe, toma un trago de té y después dice:

—No sólo los atendieron a cuerpo de rey en la mina, sino que ahora viene lo mejor, los van a indemnizar y ya tenemos que prepararnos para ver la película y leer los libros que se van a escribir.

—Me parece que no es lo más importante para comentar hoy -respondo.

—Lo más importante -insiste Marcial- es ver cómo Morales, el presidente de Bolivia, se prende en la desgracia para robar cámaras.

—No comparto -decimos casi al unísono José, Abel y yo.