Castañeda, educador de dos orillas

El puente cultural

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Iglesia de San José del Rincón. Foto: Luis Cetraro

 

Prof. Carlos Eduardo Pauli *

El río tiene algo de paradójico, une y separa, crea vínculos culturales, establece límites, fomenta la necesidad de integración. Sabido es que desde su traslado al sitio actual, la historia santafesina se prolonga en el territorio entrerriano, de muchas maneras. En los albores del siglo XIX, las comunidades de San José del Rincón y La Bajada del Paraná se unieron en un puente cultural, que tuvo como artífice a un combativo fraile franciscano que desarrolló su tarea educativa, sucesivamente en ambas comunidades. Francisco de Paula Castañeda llegó a estos pagos a sembrar la semilla de la evangelización constituyente, allá por 1823 en los bravíos arenales del entonces Rincón de Antón Martín, para continuar luego su tarea educativa en “la otra orilla”, a partir de 1827 y hasta su muerte, ocurrida en 1832.

Vale la pena preguntarnos ¿qué motivos habrá tenido para elegir ese lugar casi ignorado entonces para desarrollar su utopía educativa? Antes de intentar una respuesta, es bueno que ubiquemos a Castañeda en su contexto histórico.

Para su época era un hombre maduro. Con sus 47 años llevaba sobre sí las heridas de muchos combates. Fue el más tenaz opositor a la llamada Reforma Religiosa de Rivadavia, durante el gobierno de Martín Rodríguez. Había luchado contra “los montoneros de adentro”, como llamaba a los hombres de frac y levita que rodeaban a don Bernardino en la “ilustrada” y orgullosa Buenos Aires. A ellos dirigió sus afilados dardos en periódicos donde campeaba la más aguda ironía, con títulos tan estrafalarios como ingeniosos. Así, “El Despertador Teofilantrópico-Místico-Político” o el “Desengañador Gauchi-Político”, eran algunos de los que usó para atacar las medidas que el gobierno porteño implementó, en especial las que iban dirigidas contra las órdenes religiosas. Es por eso que sufrió diversas sanciones; la más grave de todas sin dudas fue el destierro.

Con el beneplácito del Brigadier Estanislao López, llega a Santa Fe en 1823. La ciudad le abrió las puertas y los vecinos se alegraron de su arribo. Pero en lugar de la comodidad del claustro franciscano, elige para su obra evangelizadora el humilde caserío de Rincón. En una carta al Brigadier, expone en 1823 lo que será su plan de acción. Le dice: “He sido perseguido, calumniado hasta el extremo de habérseme precisado a cumplir el mandato de Cristo... cuando los persiguieren en una ciudad huyan a otra, y habiendo sido recibido con tanta caridad, amor y respeto en la ciudad de Santa Fe, que V.H. tan dignamente representa, me he persuadido que es indispensable deber mío lo primero dar gracias a V.H...”. Entonces, “predicaré hasta el aburrimiento la necesidad de multiplicar capillas y escuelas”. Con gran optimismo pedagógico se pregunta: “¿Quién ha dicho que en un país de hombres libres puede haber cárcel?”. Y se contesta, “en un país de hombres libres sólo debe haber escuelas. Los que en los gobiernos despóticos se llaman presos, en los gobiernos libres deben llamarse educandos. El que comete un delito no hace más que dar un aviso al público de que es un hombre al que le falta educación. Recójasele con amor, y en seis o diez años enséñesele primero a rezar, después a relojero o sastre... Así podrá decir, yo vengo de la escuela, no de la cárcel”.

El fraile no se quedaba en declaraciones. A fines de 1823, inaugura una nueva capilla y empieza a funcionar la escuela. Desde entonces, el Rincón de Antón Martín pasará a ser el San José del Rincón que conocemos hoy, por la advocación a que fue dedicado el nuevo templo. La enseñanza que se impartía en la escuela rinconera abarcaba desde las primeras letras hasta la Gramática, que equivalía a la actual enseñanza media. Pero además se impartía enseñanza técnica, y en ese sentido este establecimiento fue pionero en el país. Con orgullo afirmaba el fraile: “Las artes mecánicas también se enseñan en mi escuela, para cuyo efecto tengo en ejercicio una carpintería, una herrería, una relojería y escuela de pintura”.

El traslado la otra orilla

En la escuela de Rincón no sólo se educaban los alumnos del pueblo, también comenzaron a cruzar el río niños y jóvenes de La Bajada del Paraná, que se alojaban en el internado. Esta situación, unida a dificultades económicas justifican el traslado de Castañeda a la “otra orilla” en 1827. Así lo explicaba el fraile: “Entre mis candidatos se encuentran bastantes niños Entre Rianos, que se han desterrado voluntariamente, y me acompañan prefiriendo la instrucción al bienestar que lograban al lado de sus padres, pero haviendo la seca arrasado mis sementeras, me he visto en la necesidad de trasladar parte de mi comunidad a algún punto, dejando en aquel destino los que buenamente puedan mantenerse”. Es decir que la escuela de Rincón se la deja al gobierno, y él pasa a Paraná a fundar otra. Esta, igual que la de Rincón, aplicaba el método de Lancaster, que se caracterizaba por el apoyo que daban los alumnos más adelantados a los que recién se iniciaban. Era una manera de suplir la escasez de maestros.

Para la construcción de ésta, cuenta con el apoyo de un rico comerciante, don Salvador Ezpeleta, fundador de Victoria (E. Ríos), quien le dona un terreno en el sitio que ocupa actualmente el parque Urquiza, cuadras abajo de la Parroquia del Carmen.

La institución fue puesta bajo el patrocinio de San José. La imagen fue posiblemente traída desde Rincón y donada en 1938 por la familia Maglione al Arzobispado de Paraná.

Estaba peleando el mejor combate, el de la promoción humana a través de la educación, cuando un 12 de marzo de 1832 le llegó la hora de presentarse a la Casa del Padre.

Pocos meses permanecieron sus restos en Paraná. El gobierno de Rosas tomó las medidas para que descansara definitivamente en Buenos Aires. El 22 de diciembre de 1832 se realizaron las solemnes exequias en sufragio de su alma. Su temperamento inquieto pareció acompañarlo también después de muerto, pues en una reforma de la cripta sus restos desaparecieron de allí.

A este primer puente cultural entre ambas orillas le seguirán otros. Castañeda tiene el mérito de haber sido el iniciador.

Bibliografía consultada

Furlong, Guillermo S.J. “Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la patria naciente”. Edic. Castañeda. Buenos Aires, 1994.

Segura, Juan José. “El Padre Castañeda, su programa cultural en Paraná”. Revista TELLVS. Paraná, 1948.

(*) Profesor de Historia. Miembro de Número de la Junta Provincial de estudios Históricos de Santa fe.

Con el beneplácito del Brigadier Estanislao López, llega a Santa Fe en 1823. La ciudad le abrió las puertas y los vecinos se alegraron de su arribo.


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Bajada de los Vascos. Parque Urquiza, Paraná. Foto: Mauricio Garín

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Fray Francisco de Paula Castañeda se instaló en el Rincón de Anton Martín escapando al destierro. Falleció en Paraná en 1832.