Panorama nacional

Las deudas a pagar

Carlos Sacchetto

[email protected]

CMI

A fines de los ‘60 la idea que radicalizaba el conflicto social era que “la violencia de arriba engendra violencia de abajo”. Así se intentó justificar la ejecución de acciones contra personas, empresas o instituciones del “sistema” y, luego, el surgimiento de las organizaciones armadas que pretendieron ser vanguardia reivindicadora del pueblo oprimido. Instalado el clima, la espiral de agresiones de arriba y de abajo se hizo trágicamente imparable.

No importa mucho ahora encontrarle atenuantes a la historia porque sólo vale como referencia para el presente. La muerte del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra sobrevino en medio de un clima de violencia dialéctica que desde hace tiempo impregna peligrosamente el discurso público. Los ataques verbales, las descalificaciones, la intolerancia, la provocación, los aprietes, la impunidad para decir o hacer, las operaciones para difundir mentiras, la distorsión de la realidad y otras actitudes confrontativas forman parte de la rutina política que involucra a buena parte del gobierno y también de la oposición. Así, la serenidad en los ánimos no halla cabida. Y tenemos por delante un año en el que la lucha por conservar o por llegar al poder se hará más encarnizada. Cuando la masiva manifestación de la izquierda opositora todavía no se había retirado el jueves de Plaza de Mayo, Néstor y Cristina Kirchner volvieron a quedar prisioneros del poder de Hugo Moyano. Le pidieron al jefe de la CGT que presionara a dirigentes de la Unión Ferroviaria para que entregaran al asesino del joven militante. “Esto tiene que ver con cuestiones sindicales y vos tenés cómo resolverlo” le dijeron. En política un pedido es, generalmente, una deuda a pagar. “No nos gusta nada deberle a Moyano, pero necesitamos que esto se esclarezca cuanto antes”, le confesó un integrante del gobierno muy allegado a la pareja presidencial a un gobernador que visitaba la Casa Rosada. Al comentar el diálogo en toda su extensión, el mandatario dijo después que “como nunca antes, advertí cierta descomposición del poder kirchnerista”.

Decepción

Esa sensación la tienen también otros calificados interlocutores y miembros de la pirámide oficial. Aseguran que fuera de “los gurkas”, denominación válida para los más fanáticos como por ejemplo el canciller Héctor Timerman, Alicia Kirchner o la legión mediática, dentro del gobierno y desde el nivel de ministros hacia abajo hay muchos decepcionados. No comparten la confrontación permanente ni la actitud que aleja a los sectores medios de la sociedad. “Ni Perón ganaba solamente con la clase obrera”, arriesgan como definición y se muestran de brazos caídos, como asumiendo que el ciclo se termina.

A ese estado de cosas han contribuido los errores políticos que no se disimulan utilizando las palabras paz y amor, como ha hecho Kirchner en sus últimos discursos. Esos errores tienen al enfrentamiento con la Corte Suprema de Justicia como uno de los principales. Aún no hay puentes de reconciliación luego de los agravios a los magistrados. El encuentro que periódicamente reúne al supremo Ricardo Lorenzetti con la presidenta Cristina sigue discontinuado aunque no hay en el horizonte, al menos hasta fin de año, ningún fallo pendiente que vaya a incomodar al gobierno.

El rol de Pichetto

Hubo, en cambio, una operación en la que no le fue bien al propio Kirchner. Un enviado suyo consultó con mucha discreción en la Corte si nombrando como ministro de Justicia al actual senador Miguel Pichetto en reemplazo de Julio Alak, la relación mejoraría. A esa ingenuidad le respondieron que no hay un problema de relación, sino que la Corte seguirá dictando fallos sin aceptar presiones.