Socialista cristiano

Alberto E. Cassano D.N.I. 6.220.825

Señores Directores: “En mis declaraciones al Litoral del día Sábado 23 de octubre en la Sección “Cómo ve la Ciudad”, a pesar de mi expresa aclaración en la entrevista telefónica, se ha cometido un grave error. Se afirma que soy socialista, cuando en realidad soy socialista-cristiano que es diferente. No tengo una posición enfrentada con el socialismo como la mayoría lo conoce en la Argentina, pero mi pensamiento político está basado en principios muy diferentes al marxismo. Si bien es cierto que no concuerdo con el capitalismo individualista, tampoco lo hago con el marxismo dialéctico y ateo o el materialismo histórico asociado con el comunismo marxista. Toda una vida vinculada y comprometida con el Cristianismo lo avalan. El hecho de que piense que los atributos espirituales de la persona están siempre por encima del individualismo egoísta, que me oponga al la negación del Estado y sus obligaciones para ayudar al hombre a alcanzar su plena realización (al “individualismo liberal”) y a la negación de la trascendencia de la persona con todos sus derechos naturales anteriores a la ley positiva (en los “totalitarismos” de cualquier color), no me convierte en lo que, tal vez comúnmente, se denomina un socialista. Considero a la persona humana como un todo indisoluble con sus necesidades materiales (como individuo) y espirituales (como persona). En tal sentido, el hombre en algunos aspectos debe servir al Estado y en otros es este último el que debe estar al servicio de la persona constituyendo de esta forma un humanismo integral, donde convergen las necesidades materiales con las espirituales que contemplan, en especial, la pluralidad, la libertad, la autonomía y los derechos humanos integrándolos en una comunidad fraterna que denomino (junto con otros) “bien común”, que es diferente del bien privado. El bien común de una sociedad no es la simple colección de bienes privados individuales, ni el bien propio de un “todo” que sólo beneficia a ese todo, sacrificando totalitariamente las partes. El bien común es la conveniente vida humana de una multitud de personas que comparten una vida decente. Es por lo tanto común al todo y a cada una de las partes sobre las cuales se difunde y que con ese todo deben sacrificarse. Y muy especialmente, el bien común no es un fin en si mismo, sino que es un medio para que cada persona alcance su plena realización como especie y como ser con necesidades espirituales. Y de allí que el socialismo cristiano aclare que la propiedad privada no es ilimitada en la medida que debe estar subordinada al bien común de todas las partes.