Recordando a Gastón Gori

El Señor de las Rosas

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Gastón Gori en una charla en su casa me confesó que Intermezzo de las Rosas era su libro preferido, pero el menos difundido.

Foto: Archivo El Litoral

Susana Persello

Escritores regionales ocupan un lugar privilegiado en mi biblioteca, recorro los lomos gastados de libros doblemente valorados, primero por haberlos disfrutado como obras literarias y luego por haberlos compartido con alumnos en la escuela. Ahora con más tiempo y otra mirada puedo elegir y releer, sacarlos de su lugar y tenerlos a mano en los ratos libres. Por estos días me detuve en Gastón Gori, recordándolo a seis años de su fallecimiento.

Fue un escritor prolífico y de una amplitud temática ponderable. Si bien soy su admiradora no “tengo todos sus libros”: cincuenta publicados y varias reediciones; según comentaba en un reportaje: “me faltan tres libros para llegar a los noventa años con noventa publicaciones” (1). Llegó a los ochenta y nueve con la misma lucidez y capacidad que puso sello a su obra.

Un día tuve la oportunidad de visitar su casa. Una cálida y simpática recepción tanto de su parte como de su esposa Charito, hicieron que me sintiera cómoda y continuando un diálogo que había comenzado cuando empecé a leerlo.

Dentro de la literatura santafesina es uno de los máximos referentes. Ha abordado todos los géneros: ensayos, novelas, poesías y cuentos con una misma calidad literaria, sostenida través del tiempo.

Hablamos de muchas cosas y volvíamos cada tanto a alguno de sus libros, hasta que me mencionó “Intermezzo de las Rosas” publicado en 1946. Le confesé que no lo conocía, inmediatamente le pidió a Charito que le alcanzara un ejemplar. Mientras lo tenía en sus manos decía que era su preferido y lo reconocía como el menos difundido. Terminó el encuentro y me fui feliz por la charla y por el libro nuevo para mí- firmado por el Maestro Gastón Gori, y la gracia de su esposa que quiso dejarme su nombre grabado también.

Intermezzo de las Rosas *

Un libro diferente, fino, delicado, enriquecedor, cuyo tema es la rosa. El escritor, el artista, con gran maestría enlaza sus propias palabras con las voces anónimas de leyendas populares y las de escritores de distintas épocas. Gudiño Kramer escribe en la contratapa “intermezzo de las Rosas es un conjunto de ensayos eruditos y amenos sobre la flor tan amada por los poetas, especialmente por los señeros Lope, Darío, Lugones, Jiménez. La simbología de la rosa surge nítida y bella de estas páginas escritas con acendrada prosa y experto dominio del idioma [...] El tema de Intermezzo, que presenta escollos aún para el más avisado, se realiza con brillantez de estilo siempre hondo y claro, lográndose un prieto conjunto de belleza”.

Compartamos algunos fragmentos, y veamos cómo la intertextualidad de Gastón es tan poética como la poesía a la que refiere: “El silencio de la vida en la tierra/ nos enseña la rosa/ abierta en su rosal” (Lorca). Ella nace recatada en la sombra. La vida que asciende por los tallos y que interesa a la ciencia, tiene en la lírica su expresión total, porque de manera especialísima, son los poetas los que nos dan la imagen definitiva cuando ya a la luz del día y hecha la flor- conmovidos, le añaden una nueva riqueza al cantarles las esperanzas, las nostalgias y la dicha de su propio corazón.

Así nace la rosa según Carlino “.../Antes de amanecer duerme la rosa, / entre edredones frescos de rocío,/ el sueño de su edad maravillosa; / es cuando el sol a la nacida advierte/ y arma en ella los tonos del estío/ para que con el alba se despierte”.

Ya la tenemos despierta con el alba y armada con los tonos de estación luminosa. Aún conserva lágrimas que en la frescura de su corola, le lloró el rocío en la quejumbre de la noche. ¡Ha nacido una rosa! Las abejas son gotas vivas de oro que zumban buscándole el corazón; mariposas tiemblan en el aire atraídas por su hermosura deslumbrante.

Ha nacido una rosa, y también, con una carga deliciosa de sueños, con un rebosante tesoro de palabras, le rinden homenaje los poetas. Ha nacido una rosa y se acercan los poetas. (Cap. I)

La rosa blanca (Cap. IV)

He visto morir una rosa blanca: blanca rosa del alma,

Caía eras toda armonía

Pétalo a pétalo como lágrimas; esplendorosa y vivías...

La miraba irse en blancura pétalo a pétalo caías,

Y recordaba el viento los llevaba,

Gota a gota de agua el triste viento de la mañana.

Sollozada. Eso he visto.

¿Por qué, pregunto ingenuamente como tonto antiguo

Morirán las rosas? Yo suspiraba.

¡Tan inocentes y hermosas! La rosa era blanca.

Miré cómo el viento la destrozaba;

Moría en el aire

En el aire, la rosa blanca,

Dije: -ayer nacida y perfumada

Hoy pétalo a pétalo

Se deshoja en la muerte.

Sólo yo la miraba.

Oh rosa inmaculada

Esparcida muerta en la tierra.

Sucesivamente en cada capítulo de los catorce que contiene el libro logra una perfecta comunicación con otros autores a quienes elogia y valora el hecho de haber hallado en la rosa un signo sublime, portadora de un mensaje de vida, de muerte, de amor, de dolor, de nostalgia, de pureza, está claro que no es una flor más en el universo de las flores. Veamos cuando habla de Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca: “Una voz cristalina que me llega emocionada después de un viaje delicioso en compañía de gorriones, de golondrinas, de mariposas, quebradas como la linfa del lago donde hundió Platero su hocico, fresco de rocío, casta armoniosa, me reclama, como si el mismo Juan Ramón Jiménez reclamase: ¡Más rosas! ¡Más rosas! Y me acerco a tomarlas de un rosal [...] García Lorca el maravilloso granadino a quien no se nombra sin que el recuerdo de una infausta muerte nos angustie aún, como si recién su tibia sangre manara del pecho tan sin razón acribillado, abierto en trágica rosa, la más pura víctima de un alma cruel; asesinada estrella que al caer, dejó inmortal resplandor ascendido a la eternidad con empujes de tropos sorprendentes [...] aquí podemos recordar sus más hermosos versos, y como necesitamos rosas, cortemos las que en el Lenguaje de la Flores extasiaron al viejo trémulo de lirismo: “Es una rosa que nunca has visto, una sorpresa que te tengo preparada. Porque es increíble la rosa declinata de capullos caídos y la inermis que no tiene espinas, qué maravilla ¿eh?, ¡ni una espina!, y la mirtofilia que viene de Bélgica y la sulfurata que brilla en la oscuridad. Pero ésta las aventaja a todas en rareza. Los botánicos la llaman Rosa Mutábile, que quiere decir mudable, que cambia... Es roja por la mañana, a la tarde se pone blanca, y se deshoja por la noche.

Cuando se abre en la mañana Y se desmaya la tarde

Roja como sangre está. En violetas del mar

El rocío no la toca Se pone blanca, con blanco

Porque se teme quemar De una mejilla de sal,

Abierta en el mediodía Y cuando toca la noche

Es dura como el coral. Blanco cuerno de metal

El sol se asoma a los vidrios Y las estrellas avanzan

Para verla relumbrar. Mientras los aires se van,

Cuando en las ramas empiezan En la raya de lo oscuro

Los pájaros a cantar Se comienza a deshojar”

(Cap. XIV)

Todos Los libros de Gastón Gori tienen un gran valor para la historia, la literatura y los estudios sociales, pero éste, que él creía relegado, quizás sea el que demuestre al artista en su totalidad, que logra despertar los sentidos, hasta que el lector sienta el perfume de las rosas.

Devuelvo “Intermezzo de las Rosas” al anaquel de los regionales, a su lugar, aunque sabemos que lo de regional es una cuestión de orden, Gastón Gori es un gran escritor de la literatura universal, que nació, vivió y murió en su provincia tan amada, a quien defendió ante las injusticias con su palabra comprometida.

(1) Marcelo Gil y Nicolás Loyarte (C&D y El Litoral), 4 de enero de 2003

* Intermezzo de las Rosas- Edición Litar SA. 1994