25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

Entre el faisán y la mortadela: el cine del mundo

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John Sayles visitó Mar del Plata y participó en las charlas. Es otro representante genuino del cine independiente norteamericano, de quien se vio el último trabajo, “Amigo”. Foto: Archivo El Litoral

Roberto Maurer (Enviado especial)

El olfato, el pálpito, el azar y un poco de información determinarán si un espectador se retira de un festival con la sensación de haber comido faisán o mortadela, o ambas cosas, o simplemente un satisfactorio plato de milanesas con fritas.

El fenómeno responde a la montaña de films que se exhiben, y que son desconocidos hasta que la sala queda a oscuras: la elección de cada película es un acto de fe. Algunas, pocas, serán comprados para su distribución en Argentina.

Con salas en todos los casos muy concurridas, inclusive en mañanas de días laborables, un cinéfilo sensible puede llegar a emocionarse viendo a la gente en las colas o en bares estudiando la programación, y cortándose las venas porque no conseguía entradas para ver “HaHaHa”, la última de Hong Sang-soo, una de las películas más solicitadas del festival.

Esta exitosa relación entre un público masivo y el buen cine es un fenómeno a estudiar, que puede ser una consecuencia del “ambiente festivalero” y el bajo precio de la entradas en las doce salas habilitadas (8 pesos la general y 6 para estudiantes y jubilados). Un dato: han bajado las acciones de Kitano, que volvió a las películas de mafiosos.

PELICULAS

El género documental, la chica linda de los últimos años, no tuvo una representación notoria. Se vieron dos de excelencia y cada cada uno de ellos dedicado a mujeres sin puntos en común, salvo el sufrimiento y sus modos de encararlo: una poeta víctima del stalinismo y una diva prófuga de Hollywood.

“A film about Anna Skhmatova” recrea la existencia y muerte civil de la gran poeta con registros de su voz, fotos e imágenes de épocas, en un retrato poco convencional y creativo alejado del relato lineal, cuyo guía es un poeta y discípulo. Dirigió Helga Landauer, rusa y residente en Nueva York, que llegó al festival acompañando a su film.

En “La noche que nunca se acaba”, Isaki Lacuesta elabora una exquisita reconstrucción de la vida de Ava Gardner en España, donde se refugió rompiendo convenciones a pura bebida y toreros. Se retrata el mito y la mujer vulnerable, que tuvo en Perón un vecino que a las tres de la mañana la despertaba ensayando discursos (“¡Argentinos...!”).

Ya en la zona del documental más experimental, se realizó un ciclo completo dedicado a Lluis Escartin Lara, un catalán enjuto y taciturno que la programadora, a su lado, definió como “director oculto”. Vimos “De campesinos, astronautas y soldados”, una selección de cortos (uno realizado con celular), donde sobresalieron la historia a medias apócrifa sobre un astronauta soviético misteriosamente desaparecido, y un escalofriante testimonio pacifista de un soldado israelí.

También estuvo presente el director de “Sudor de perro”, el iraní Hossein Keshavarz, residente en Nueva York. En su opera prima cruza ficciones urbanas de jóvenes de Teherán, cuyas búsquedas chocan con el tradicionalismo de sus familias, como en el caso de una muchacha que canta clandestinamente: el director informó que en Irán a las mujeres se les prohíbe cantar, “aunque que no hay tantas restricciones como se cree”. Eligió la ciudad, “porque hasta ahora el cine iraní nos representa a través de aldeas”. Filmó en la clandestinidad y tuvo que cambiar el final cuando se enteró el papá de una de las actrices.

El nuevo cine rumano nunca defrauda, y estuvo representado por “Medalla de honor” de Calin Peter Netzer, que describe con amoroso sarcasmo una situación familiar y el efecto de una condecoración recibida por un veterano de guerra, que entra en un laberinto de averiguaciones y equívocos.

A su modo, Hal Hartley es inimitable, y pudo comprobarse con una retrospectiva completa de sus films independientes: un pionero “indie” genuino, y tal vez esperanza fallida, que fue uno de los grandes invitados en el Mar del Plata, donde ofreció una clase magistral. Vimos “Flirt”, un ejercicio de estilo sobre las complejidades del amor, ilustradas por tres historias iguales casi con los mismos diálogos pero distintas razas, sexualidades, idiomas y ciudades.

MÁS PELÍCULAS

Al fin se conoció “Enigma en París”, restaurada, en el ciclo dedicado al boom del cine australiano. Es el legendario primer largo de Peter Weir, el autor de “La última ola” y “Picnic en las rocas colgantes”, a las que siguió su perdición en Hollywood. Respirando bajo presupuesto, es una sátira desencajada sobre una cerrada comunidad rural que se dedica a provocar accidentes de ruta, para desmantelar los autos y saquearlos.

Otro visitante ilustre que participó en las charlas fue John Sayles, otro representante genuino del cine independiente norteamericano, de quien se vio el último trabajo, “Amigo”, un mamotreto aburrido y conversado sobre la convivencia en una aldea de tropas y campesinos durante la ocupación estadounidense de Filipinas a principios del siglo pasado.

De la competencia internacional -se llevó algunos premios- vimos “White white world”, del serbio Oleg Novkovic, donde la tragedia de Edipo asoma en un ambiente de ex boxeadores de una ciudad minera. Con gran potencia dramática, se vale de un recurso poco común: en distintos momentos, cada personaje interpreta una canción.

La canadiense “Ivory Tower” es una farsa dislocada de hermanos ajedrecistas, uno de los cuales ha inventado un ajedrez sin ganadores. Con pasajes brillantes, a esta opera prima de Adam Traynor le han augurado un destino de culto por la presencia avasalladora del músico Chilly Gonzales como histriónico protagonista y coguionista.

En “Mammuth” aparece un Gerard Depardieu convertido en una montaña de carne de sucia cabellera, arriba de una moto, en la carretera, buscando los certificados de servicio de sus ex empleadores para poder jubilarse: sólo recibe humillaciones. Se puede vislumbrar la crisis social francesa en este viaje contado en la indecente clave cómica que Benoit Delépine y Gustave Kervern usaron en “Aaltra”, que vieron los santafesinos.

Finalmente, “Poetry” es una comedia dramática con la visión humanista del coreano Lee Changdong, quien, en estilo clásico, proporciona el retrato de una abuela que lidia con un nieto adolescente que cometió un delito y los primeros síntomas de Alzheimer, mientras intenta aprender a escribir poesía: el lenguaje como confirmación de su identidad humana.