deraíces&abuelos

Padre Rincón: vocación por ayudar a los demás

Con 70 años de sacerdote, el Padre Rincón vive dedicado al servicio de los más necesitados desde el Convento de San Francisco. Sus allegados quieren rendirle un homenaje por su accionar.

TEXTOS. MARIANA RIVERA.

 
DIA88813.JPG

Rincón en el jardín del convento de San Francisco, hace unos años.

El pasado 6 de enero, el Padre Rincón -perteneciente al Convento de San Francisco- celebró 70 años de haber rezado su primera misa, tras su ordenación sacerdotal. Con sus 95 años y más de 50 de residencia en nuestra ciudad, Adriano Estanislao Rincón -tal es el nombre de este cordobés de origen- cuenta en su haber con mucha historia y anécdotas de vida para recordar.

A pesar de estar jubilado desde hace varios años, todavía se lo puede ver con su sotana marrón desgastada y su cordón blanco a la cintura por el convento y sus jardines, saludando a la gente que lo aprecia.

¿Quién no lo recuerda en su vieja Renoleta marrón recorriendo las calles de la ciudad para buscar el pan que la generosidad de la gente le entregaba con gusto?. Sabía que tenía un buen destino: los alumnos de la Escuela San Francisco, provenientes de familias muy pobres.

Personas allegadas a él -que lo llenan de cariño con sus visitas, su compañía y su atención- nos mostraron algunos de sus recuerdos más preciados, entre ellos las fotos que él mira todos los días, aquellas que se encuentran en los portarretratos que tiene en su habitación, ubicada en la clausura del convento.

Así, no falta una retrato de su familia, tomado en 1924, una foto de su mamá Ramona, de su hermana Arminda, de su abuelo Desiderio (que lo crió), otra suya cuando era muy joven, y otra de él junto a una de sus hermanas cuando cumplió 93 años, entre otras imágenes.

Pero también nos facilitaron documentación que permite hacer un recorrido por su vida, sus actividades y su trabajo incansable durante estos 70 años “en el camino del Amor, la Paz y el Bien que pregonaba San Francisco de Asís”.

DESDE CALAMUCHITA

El padre Rincón nació el 7 de mayo de 1914 en la Estancia Los Naranjos, de Potrero del Sauce, en el Valle de Calamuchita, Córdoba. Su padre, Desiderio Rincón Luján, era un modesto y progresista hacendado quien llegó a ser comisario. Su madre, Ramona del Rosario Domínguez, era la encargada de los quehaceres del hogar y de la crianza de sus nueve hijos.

En uno de los tantos reportajes que concedió -en este caso, para la revista Constituyente-, Rincón confió algunos recuerdos poco conocidos de su vida. “Una enfermedad temprana de la madre decide al poco de nacer que Adriano vaya a vivir con su abuelo. Don Desiderio se dedicaba al campo y tenían un buen pasar, según cuenta el Padre Rincón. Pero posteriores crisis económicas hicieron que pasara por otras actividades, que fueron declinando la situación”, explica la publicación.

También menciona que “su niñez junto al abuelo Pedro Domínguez marcó a fuego aquel niño travieso y aventurero que robaba huevos de urraca y se bebía los vientos montado a caballo. “Mi abuelo fue mi querer, mi idolatría’, sentencia el padre, a tal punto que su muerte apura el ingreso al colegio y su mudanza a Córdoba. Es que la muerte del abuelo restaría vigencia de seguir viviendo allí donde no estaba más aquel que representaba tanto en su vida”.

Y continúa contando anécdotas: “‘Mi abuelo era muy bueno, pero debía poner límites. Entonces, de tanto en tanto había un zamarreo para ponerme en línea. Y ¿sabe lo que hacía yo?. Con un rápido movimiento me desprendía del saco que llevaba puesto y, entonces, mi abuelo se quedaba con él en las manos y yo corría lejos’, recuerda con una sonrisa tan pícara como seguramente la de aquel niño criado entre árboles frutales que se pintaban al sol”.

ESTUDIOS Y VOCACIÓN

Adriano Rincón inició sus estudios primarios en su pueblo natal y los secundarios en el colegio franciscano de la ciudad de Córdoba. A los 18 años ingresó al convento franciscano de Catamarca. Luego se trasladó a Buenos Aires para completar los estudios en Filosofía y Teología.

Allí se ordenó sacerdote el 21 de diciembre de 1940 y el 6 de enero de 1941 celebró su primer oficio religioso, en su pueblo natal. Su primer destino fue el Colegio San Buenaventura, en la ciudad de Mendoza, donde dictó clases de Historia y Religión.

Luego fue enviado a la provincia de Buenos Aires donde dictó, en el colegio Moreno, clases de Historia y Literatura, y la materia de Cosmología en San Antonio de Padua. Entre 1946 y 1950 regresó a Mendoza, como director del colegio donde había cumplido su primer destino. Gracias a sus buenos oficios lograría engrosar el ingreso de los alumnos cuando regresó como director.

A mediados de 1950 también fue director del Colegio Franciscano de la localidad santafesina de Aarón Castellanos, donde fundó el Movimiento de Acción Católica y la Tercera Orden u Orden Franciscana Seglar, que es un nuevo modo de vivir el Evangelio en la cotidianidad de la vida familiar y social.

Al tomar un relevante movimiento, los integrantes de la Acción Católica, junto con los de la Tercera Orden, el cardenal Caggiano designó al Fray Adriano Rincón al frente de la Iglesia de Aarón Castellanos. Así se convirtió en su primer párroco, cargo en el cual continuó hasta el primer bimestre de 1953. También fue superior y director del Colegio San Francisco de esa localidad.

Desde el 13 de marzo de 1953, nuestra ciudad disfruta de un personaje que, ni bien llegado, se compenetró con su forma de vida. Su opción fue atender a los pobres y necesitados, asignándoles una inclaudicable prioridad.

Continuó ejerciendo la docencia en el Colegio Nacional y en la Escuela Industrial Superior. En 1955 fue designado guardián del Convento, funciones que ejerció en cuatro oportunidades, y director de la Escuela de San Francisco. Desempeñó -además- los cargos de comisario nacional de la Venerable Orden Franciscana Seglar y asesor espiritual de la Tercera Orden.

ESCRITO CON EL CORAZÓN

La poesía y la escritura son dos pasiones del sacerdote. De esta manera, puso en palabras muchos de sus recuerdos de la tierra donde nació, su amor por la Virgen de Garay (que lo protege en su querida Santa Fe) y su San Francisco de Asís tan venerado, entre otros temas.

Champaquí es el título de uno de sus poemas: “Hay un cerro que preside las montañas/ de la tierra y solar donde nací,/ soberano de las cumbres y las pampas,/ que los indios llaman: Champaquí”, dice entre sus versos. Y continúa: “Yo he nacido en los flancos de ese cerro,/ como el cactus que nace entre las piedras;/ al eterno rumor de un arroyuelo,/ que susurra debajo de unas higueras./ Donde el águila roza los peñascos,/ y grita la bandurria entre quebradas;/ y una estancia llamada “los naranjos”/ que el abuelo paterno nos legara...”.

En una tierna oración que él escribió a la Virgen de Garay le dice a sus pies, como un niño: “Virgencita de Garay,/ Virgencita Inmaculada,/ es tal mi felicidad/ cuando me acerco a tus plantas./ Que quiero hablarte solita,/ de una cosa de mi alma,/ de una cosa, madrecita,/ que a mí solito me pasa./ En ese trono de reina,/ yo te veo tan divina,/ que no sé lo que daría,/ por esa dulce sonrisa./ Te veo tan dulce, Madre,/ tan bella y plena de Gracia,/ que ya no sé cómo honrarte,/ porque me faltan palabras”.

Por último, a San Francisco de Asís le escribió el siguiente verso: “A esta hora sin luz, sin fe ni esperanza,/ de muerte y luto, terror y demencia/ de odio, de guerras, horror y venganza/ que anega la tierra en sangre y violencia;/ yo invoco tu nombre, Francisco de Asís/ tu alma de lirio, entre espinas y rosas;/ tú que agradeces por todas las cosas/ y lloras porque el Amor no es amado/ y al Padre adoras y abrazas al Hijo./ Como en todo hombre, amas al hermano./ Beso tus llagas que imitan a Cristo/ porque eres “la honra del género humano’”.

 
FOT630.JPG

La familia del Padre Rincón, en 1924: Inocencia, Adriano, Aidé, Desiderio, Arminda, Javier y Federico.

COMUNICATE a los teléfonos 4502560 o al e-mail [email protected] o por carta a Rivadavia 3535 y publicamos tu historia sin cargo.

sobre mi madre

El siguiente texto fue escrito por el Padre Rincón y recuerda la vida de su madre, Ramona Domínguez.

“Nació en un hogar cristiano católico, en la estancia de Santa Rosa, perteneciente a un respetado hispano criollo ex guerrero del Paraguay llamado Pedro Domínguez Lucero, a una legua del pueblo de La Cruz. [...] De los siete niños que nacieron allí no me consta que ninguno haya asistido a una escuela. Pero todos escribían correctamente y con muy buen caligrafía.

Mi madre contrajo matrimonio con un joven hecho como para ella, llamado Desiderio Rincón Luján, cuando tenía alrededor de 20 años. No demoraron en viajar a la Sierra, a una estancia denominada de los Naranjos, repechando laderas, lomas, piedras, riscos, a lomo de caballo, cruzando arroyos, vadeando ríos, barrancas, quebradas [...].

De llegada, mi madre supo enfrentar a todo y hacer de todo, con entereza y extraordinaria valentía cuando nuestro padre tenía que viajar. Supo hacer de todo. Ser madre de nueve hijos, que allí nacieron. Cuidar, alimentar, vestir, cocinar, ordeñar, hacer quesos, quesillos, manteca, arrope, jalea, frutas secas, etc.., sin quejas ni lamentos, ni alterar su temperamento. Y así fue toda su vida.

Después de haber criado a todos sus hijos y de haber conocido nietos, una tarde, el 17 de julio de 1954, cuando el sol había desaparecido totalmente detrás de las altas cumbres y cuando el Gran Valle de la Cruz pareció quedar como de completo luto, tranquilamente, conversando suavemente con mi querido padre, se quedó como dormida dulcemente.

Cuando la noticia se supo en el pueblo, me consta que hubo personas que invocaron su nombre para que las protegiera desde lo Alto. “La perfecta casada” del suave y delicado Fr. Luis de León puede ser muy famosa, pero dificulto que haya sido más humilde, sencilla, paciente, sufrida y responsable que mi querida madre”.

FOT633.JPG

Ramona del Rosario Domínguez era la mamá del Padre Rincón.

FOT631.JPG

Rincón se ordenó sacerdote el 21 de diciembre de 1940.