Al margen de la crónica

A quién creerle

Son días de bochorno en Santa Fe. Claro, inevitablemente la referencia es Santa Fe aunque -como dicen los especialistas- “la masa de aire cálido y húmedo se mantiene en nuestra zona generando inestabilidad y alta sensación térmica”. Y la zona comprende varias provincias y países vecinos. Pero estamos acá y el calor santafesino parece más insoportable que otros. Y ésta es una verdad de fácil constatación porque sólo hace falta caminar unas pocas cuadras en la ciudad para percibir las señales de intensa sudoración que, a la vez, provocan la molesta sensación de pegoteo corporal. Si además la permanencia bajo el sol se mantiene entre las 10 y las 18 horas, los habitantes de esta ciudad se van convirtiendo en una especie de “humedal” humano.

Son horas de constante consulta a los servicios de meteorología con la vana esperanza de que en algún momento se lea “marcado descenso de la temperatura”. Pero ello no ocurre.

Todo lo contrario. Desde el Servicio Meteorológico Nacional se anuncia un cóctel terrible: más lluvia y más calor a lo largo de casi 10 días. Lo que tornaría a febrero en una porción olvidable del verano de 2011. Siempre se mantiene el deseo de que el pronóstico no se cumpla y de que las dos condiciones más odiadas -calor y humedad- no se mantengan en el tiempo.

Debido al desarrollo de Internet y de la cantidad de oferta que existe en la materia de la meteorología, ya casi podemos decir que, así como en cada argentino hay un entrenador de fútbol, también tenemos nuestro meteorólogo dentro. Así hay quienes han descubierto que últimamente pasan cosas raras cuando se leen algunos anuncios. Por ejemplo, a inicios de la presente semana el SMN anunciaba para Santa Fe “nevadas”. Siempre se cree que la gente del SMN son una especie de científicos que están chequeando permanentemente sus computadoras y revisando sus cálculos numéricos para determinar qué puede pasar con nuestras vidas en el porvenir inmediato. Pero lo que a veces no se tiene en cuenta es que a alguien, cuando arma la web, entre medialuna y café con leche, el dedo se le entretiene con una miga molesta y se mueve de Santa Cruz hacia abajo y pasamos de tener un clima templado subtropical a una sabana patagónica. Sólo por la desatención de una miguita.

Pero la realidad está afuera. O adentro. Ya que dentro del zapato aún se mantienen intactos los callos que nos dirán -como el mejor barómetro- qué puede pasar en las próximas horas en nuestra ciudad. Además, tenemos las cicatrices más o menos recientes de operaciones varias que también estarán tironeando para decirnos si llueve o no. Junto con esto tenemos la caminata de la tortuga por el patio ya que se vuelven locas cuando el agua viene y algunos perros están panza arriba, moviéndose en una curiosa danza que semeja una rascada de espalda, para informarnos de que lluvia y granizo se avecinan.

En resumen, los servicios meteorológicos nos han dado un estatus mayor para el diálogo casual. “Yo revisé Google y dice que no va a llover” es más elegante que: “A mí no me duelen los callos, así que no va a pasar nada”. De modo que cada vez son más lo que se referencian en lo que dicen los medios que en la intensa actividad de los bichos de la luz para saber qué puede pasar en cada verano.