Piquetes en la educación

Tal vez el síntoma más elocuente de la profundidad de nuestra crisis educativa se haya expresado en estos días con la iniciativa promovida por el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires orientada a incorporar a la currícula de la enseñanza media temas tales como el “escrache” y los piquetes. Lo más interesante -o patético, sobre todo porque coincidió con el bicentenario del nacimiento de Sarmiento- del caso es que estas modalidades de “lucha” son consideradas formas ejemplares de participación democrática, es decir, son evaluadas positivamente y consideradas al nivel de instituciones civiles ejemplares como el plebiscito, el referéndum y otras alternativa políticas de participación en el marco de las democracias participativas.

La iniciativa promovió una previsible reacción por parte de políticos, docentes y sectores de la opinión pública que siguen considerando a la educación como una de las claves del desarrollo material y espiritual de una Nación. Las condenas fueron tan enérgicas que hasta el propio gobernador de la provincia de Buenos Aires se vio obligado a expresar sus críticas, no sólo a lo decidido por sus funcionarios sino también a la acción misma del “escrache” y el piquete.

El tema está en debate, pero es muy probable que finalmente se decida retirar de la currícula semejante asalto a la razón republicana o a lo lo que debe ser una instrucción cívica para la juventud. Al respecto hay que insistir una vez más en el carácter ilegal y violento de estas iniciativas. Alguien podrá decir que de todos modos hay que estudiarlas porque existen, constituyen un hecho histórico que no se puede desconocer.

Es verdad, pero es una verdad a medias. Una cosa es estudiar -por ejemplo- la crisis del 2001, sus secuelas de deterioro institucional y violencia, y otra muy distinta es evaluar favorablemente comportamientos y conductas nacidas en una situación de emergencia, que en el mejor de los casos deben ser consideradas provisorias. Podría decirse, en este sentido, que en el caso de los piquetes toda evaluación histórica no puede prescindir del carácter excepcional de los llamados “piquetes”, lo que conlleva a una crítica severa a los gobiernos y a los funcionarios que transformaron con sus actos un hecho excepcional en un hecho permanente amparado por el Estado y sus facciones internas y que ahora, además, se pretende presentar a la conciencia civil de los adolescentes como un acto de participación.

Mucho más grave es que se pretenda hacer lo mismo con esa clásica y añeja práctica fascista que es el “escrache”. Fascista o comunista para ser más preciso e históricamente más justo. El “escrache”, promovido por diferentes bandas de ultraizquierda y ultraderecha evoca a los grupos de choque de los Camisas Negras y los SA o a las brigadas rojas stalinistas. En todos los casos, se trata de acciones condenables y que bajo ningún punto de vista pueden ser consideradas como alternativas de participación democrática.