Monseñor Arancedo, después de la visita a Benedicto XVI

Encuentro para reforzar vínculos

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Monseñor José María Arancedo, señalado como un posible sucesor de Bergoglio.

Tras los sacudones de la discusión sobre el matrimonio homosexual y ante el debate sobre el aborto, la cúpula del Episcopado dialogó directamente con el Papa. La visión del arzobispo santafesino, en un año clave.

 

Emerio Agretti

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El arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, consideró que la audiencia con el papa Benedicto XVI y las reuniones con distintos dicasterios y congregaciones en el Vaticano, fueron “muy fructíferas” y “fortalecieron la relación de la Iglesia argentina con la Santa Sede”, en momentos de fuertes debates internos.

El Sumo Pontífice recibió en audiencia el pasado día 10 a la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, que preside el cardenal Jorge Mario Bergoglio, acompañado por los vicepresidentes, los arzobispos Luis Villalba, de Tucumán, y Arancedo, y el secretario general del Episcopado, monseñor Enríque Eguía Seguí, secretario general del Episcopado. Previamente, los representantes de la Iglesia en la Argentina se reunieron con el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone. Arancedo también aprovechó para reencontrarse con el ex rector de la Universidad Católica de Santa Fe, Gerardo Galetto, junto al sacerdote Lucio Ruiz, el otro argentino que cumple funciones en El Vaticano.

La visita fue acordada en noviembre pasado por el plenario de la Comisión Episcopal y fue explicada por Arancedo a El Litoral en términos de “encontrarse, poder hablar los temas propios de la vida de la Iglesia. Y en parte también porque las visitas ad límina, que son cada cinco años, se van postergando y por ahí pasan seis o siete años. Por eso es conveniente, e incluso nos lo decían en Roma, que la presidencia cada dos años tome contacto con las diversas congregaciones.

—¿Qué evaluación hace de la reunión?

—El Papa nos recibió durante más de 30 minutos, con una gran actitud de escucha, de conversar, de puntualizar cosas. Es un hombre muy inteligente, capta enseguida los problemas.

Fue una semana intensa y creo que ha sido un momento fuerte de encuentro, de trabajo, y ha fortalecido la relación de la Iglesia Argentina con la Santa Sede; no sólo con el Santo Padre, sino con las congregaciones.

—¿Se habló de la realidad político-social en el país?

—Eso siempre aparece. La fe se vive en lo concreto del mundo. No dejamos de lamentar que políticamente todavía nos falte un encuentro, una reconciliación entre los argentinos; más allá de las diferencias que tenemos y que enriquecen la vida. También nos duele el tema de la droga, el avance del juego, la pobreza que no termina de erradicarse, con sus secuelas de marginalidad y lo que surge de eso, rencores, reacciones de quienes no acceden a lo que tienen derecho. Todos esos son temas que a la Argentina nos debe pesar, para comprometernos.

—Esta visita tiene especial relevancia frente al debate sobre el aborto...

—El tema de la vida nos preocupa, sobre cuando cuando con mucha ligereza se habla del aborto como un derecho, cuando el que existe en primer lugar es el de la vida que hay que proteger; eso no es negociable. Hoy como nunca la ciencia está cercana a la postura de la Iglesia, porque cuanto más avanza en el estudio de los embriones, define el estatuto genético, el ADN. Este tiene que ser un tema que en este año electoral tiene que ser marcado de manera muy clara. Un cristiano no puede no tener claridad en este tema. No se trata de ignorar los problemas que puedan surgir de un embarazo; hay que acompañar a la mujer. Pero si no hay un límite, y ese límite lo pone la vida, abrimos una puerta que no sabemos adónde nos lleva. Creo que los políticos que se postulan también deben decir claramente cuál es su postura, para que el cristiano coherente con su fe sepa a quién vota.

—La manera en que se enfrentó el debate sobre el matrimonio homosexual generó diferencias internas en la Iglesia.

—Bueno, pero los legisladores tienen la libertad de decidir. Y la postura de la Iglesia es clara: el matrimonio es entre hombre y mujer, ordenado a la vida. Creo que fue un error de los legisladores no haber sabido distinguir. A veces por no discriminar se olvidan de que es sabio, política y jurídicamente, saber distinguir. Y eso no es discriminar. No es lo mismo un matrimonio entre hombre y mujer, con toda la preparación que implica, que la unión entre dos personas del mismo sexo. Que son respetables, a los que hay que darles protección jurídica y derechos sociales, previsionales. Pretender que todo es lo mismo es un error hasta en lo cultural y educativo, porque la ley también tiene un valor pedagógico. Creo que a nuestra clase política le ha faltado altura cultural para definir esto, porque tenían alternativas para afrontar este problema sin discriminar ni afectar derechos, pero también sin mezclar las cosas. Creo que ha faltado serenidad.

Año electoral

Arancedo, considerado uno de los candidatos naturales para suceder a Bergoglio al frente de la Conferencia Episcopal, quita todo dramatismo a la instancia y se concentra en la descripción del procedimiento. “Acá no hay listas, ni candidatos. Habrá conversaciones, tanto sobre la presidencia como sobre las distintas comisiones, pero privadas. La asamblea comienza con un retiro, y luego la votación es secreta y hay que obtener los dos tercios. En esta primera ronda se ve cuál es el parecer de la asamblea, los nombres que aparecen. En base a eso, en la segunda vuelta se va decantando y buscando el acuerdo, hasta llegar a la tercera nominación”, explicó.