22 de marzo Día Mundial del Agua

¿Hacia un mundo sin agua?

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A pesar de ser el agua potable reconocida como un derecho humano, su falta en algunas regiones del planeta y el derroche en otras demuestra involución humana y ecológica Foto: AFP

Roberto F. Bertossi

Las Naciones Unidas establecieron como Día Mundial del Agua al 22 de Marzo de cada año, conforme Resolución 47/93 del día 22 de diciembre de 1992.

La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó, el 28 de julio de 2010, en su sexagésimo cuarto período de sesiones, una resolución que reconoce al agua potable y al saneamiento básico como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos.

En dicha oportunidad, la Asamblea de Naciones Unidas se mostró “profundamente preocupada porque aproximadamente 884 millones de personas carecen de agua potable y más de 2.600 millones de personas no tienen acceso al saneamiento básico y alarmada, porque cada año fallecen aproximadamente 1,5 millones de niños menores de 5 años y se pierden 443 millones de días lectivos a consecuencia de enfermedades relacionadas con el agua y el saneamiento”.

Frente a estos estragos humanos, cuadra denunciar ante todas las instancias y jurisdicciones las malas administraciones en las cuales, sucesivos gobiernos son corresponsables a nivel local, provincial, regional, nacional e internacional.

Las gestiones hídricas salvo alguna honrosa excepción personal-, no estuvieron a la altura de las circunstancias. No se conoce que se haya tomado nota efectiva de elementales tendencias demográficas y ecológicas porque evidentemente están irresueltas. Así entonces, ante gestiones incluso incapaces de administrar infraestructura y redes operativas previstas para cincuenta o más años atrás, qué otra cosa se puede esperar de las mismas que no sean crisis y emergencias permanentes.

Insolidaridad social, imprevisión, ausencia de inversiones y expansión de la infraestructura hídrica, cero prospectiva (construcción de nuevos zanjones, tajamares, embalses, diques, malecones, etc.), exiguo mantenimiento, frecuentes cambios de nombre de las reparticiones públicas pertinentes acompañados por peculiares “mermas” de evaporantes de calidad, eficiencia (se descargan inodoros, se lavan vehículos, se “baldean” veredas y demás con “agua potable” desdeñando dobles cañerías y otros recursos eficientes convergentes) y confiabilidad, podrían ser síntesis apropiada del pésimo estado de cosas; pero de una cosa, bien, servicio y derecho, que tiene una conexión umbilical con la vida humana y con una imprescindible solidaridad y equidad intergeneracional.

Entre nosotros, ya muchos sabemos sobre malos suministros de aguas con “colores”, malolientes, intermitentes y con tarifas tan injustas como irrazonables (acaso la remercantilización de este recurso natural, olvida y omite que se trata de un derecho humano desmercantilizable), entre algunas de las anomalías más recurrentes.

Son pocos los que confían en este servicio público esencial respecto del agua que consumen y no son pocos aquellos que sospechan tratando de intuir cómo les viene lesionando y perjudicando el interior de sus organismos, silenciosamente, sintiéndose absolutamente indefensos.

Finalmente no es un día para celebrar, pero sirve para tomar urgente y máxima conciencia tanto por parte del sector público en general como simétricamente, por parte de la sociedad civil mediante usos y educación para consumos más responsables e inteligentes evitando, clausurando y sancionando simultáneamente, todo derroche y desperdicio provocados por personas, economías, producciones, industrias y emprendimientos derrochones, en particular para tratar seria y globalmente de detener y revertir estos estragos traducidos por enormes y pavorosas involuciones humanas en una subespecie de selección natural, ecológica en todos estos acontecimientos.

El año pasado la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció al agua potable y al saneamiento básico como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos.

Las gestiones hídricas salvo alguna excepción-, no estuvieron a la altura de las circunstancias. No se conoce que se haya tomado nota de elementales tendencias demográficas y ecológicas que están irresueltas.