Opinión

La carrera de precios y salarios

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Hugo Moyano, un socio estratégico del gobierno. Foto: DyN

Cristina y Moyano apostaron al 24. Resta ver si el grueso de los gremios se alinea con esa cifra, que oculta parte de la mejora lograda por los camioneros. Si no se para la inflación, a la larga siempre pierden los salarios.

 

Sergio Serrichio

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La presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y Hugo Moyano, cantaron la cifra: 24 por ciento de aumento salarial, a lo largo de 12 meses, para el gremio de los camioneros, que encabeza Pablo, el hijo mayor del jefe de la CGT (Facundo, otro de sus vástagos, es secretario del gremio de los trabajadores de peaje y afines, clave para perfeccionar el control del transporte de personas y de cargas en todo el país).

Resta saber si la mayoría de los gremios se ajustará a esa indicación que, vaya paradoja, esconde el verdadero alcance del aumento logrado por los Moyano para el estratégico sector en el que basan su capacidad de bloqueo, movilización y control de la calle y, por ende, la presión que pueden ejercer sobre el gobierno de turno (cabe recordar que tras el episodio del exhorto judicial que lo señaló como posible vínculo de una millonaria cuenta en Suiza, el jefe de la CGT no sólo amenazó con un paro general de transporte, que luego levantó; también anunció que el próximo 29 de abril, en el acto por el día del Trabajo, piensa “reventar” la Avenida 9 de Julio. Quien quiera oír, que oiga).

El aumento total para los camioneros, entre mediados de 2011 y de 2012 será, en cualquier caso, superior al 24 por ciento (el primer tramo, de 12 por ciento, regirá desde julio próximo y al cabo de los tres aumentos el salario promedio del sector superará los 10.000 pesos). Por cuestiones de letra chica, el aumento promedio nominal pactado resulte del 27, no del 24 por ciento. Además, Moyano acordó sabiendo que pocas horas después la Casa Rosada anunciaría un aumento del 20 por ciento del mínimo no imponible, el monto a partir del cual los salarios deben tributar el Impuesto a las Ganancias.

Al margen de que una cuestión impositiva se decida por decreto en vez de pasar por el Congreso (anomalía institucional que se volvió normalidad política en la era K), lo relevante es que esa medida afecta en especial a los gremios con salarios más altos, como camioneros y petroleros.

Y como además el gobierno no cambió las escalas con las cuales va subiendo la tasa del tributo, los asalariados más beneficiados serán los de ingresos más altos, pues su alícuota no variará, como sí les ocurrirá a quienes, en virtud de un aumento nominal superior al 20 por ciento, empiecen a pagar el impuesto o afronten una tasa superior a la de antes. De aquí a un año, es probable que el 30 por ciento de suba nominal que la Nación concedió a los docentes (y que pagarán las provincias) resulte en una mejora de bolsillo inferior al camuflado 24 de los camioneros.

Sucede que el acuerdo balancea el objetivo de Moyano, de sacar la mejor tajada posible, y el oficial, de evitar el desmadre de las paritarias. Entre fines de 2010 y principios de este año, el gobierno coqueteó con la idea de un “Pacto Social” que incluía una pauta salarial de entre 18 y 20 por ciento, ya desbordada por la dinámica inflacionaria. La clave, ahora, es evitar que la puja precios-salarios se instale en el rango del 30 al 40 por ciento. Es lo que busca el acuerdo con Moyano.

En cualquier caso, los porcentajes superan por buen margen las cifras oficiales de inflación, que magnifican, hasta hacer inverosímiles, la suba de los salarios reales. Exageraciones al margen, es cierto que en los últimos años los salarios en blanco aumentaron un poco más que los precios. Al respecto, un informe de Ernesto Kritz, de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) precisa que entre 2007 y 2010 los precios minoristas (medidos por la consultora Buenos Aires City, una de las multadas por Moreno) crecieron 120 por ciento y el salario obrero industrial medio 130 por ciento, lo que resultó en una suba real del 4,5 por ciento.

Pero esa mejora es engañosa y endeble

Engañosa, porque si bien los salarios ganaron la carrera entre puntas, fueron rezagados en gran parte del trayecto (Kritz precisa que eso sucedió en 10 de los 16 trimestres comprendidos en el estudio). Y es justamente en el entretanto, mientras se gasta, cuando se debe medir la capacidad de compra del ingreso.

Y endeble, porque es improbable que los salarios puedan ganar la carrera de fondo, a menos que la inflación ceda o que, contra lo que dice la experiencia histórica, una espiral permanente de precios y salarios sea económica y políticamente viable.

Mientras la cuestión se dilucida, los trabajadores de gremios con poder negociador disfrutarán mejoras reales temporarias, siempre acechadas por precios que, a diferencia de los salarios, no varían dos o tres veces al año, sino todos los días.

Por de pronto, la evolución del empleo marca un estancamiento de quienes pueden siquiera llegar a esa posibilidad. De los 3,2 millones de empleos creados entre 2003 y 2010 (de lejos, el mejor resultado de las gestiones económicas kirchneristas), menos de un cuarto ocurrieron durante el gobierno de la actual presidenta. Además, mientras en la gestión de Néstor Kirchner el 89 por ciento de los nuevos empleos se crearon en el sector privado y el 17 por ciento del total fueron industriales, desde 2007 un tercio correspondió al sector público y sólo uno de cada diez a la industria.

La distinción no es baladí, ya que la productividad del sector primario (básicamente, del agro) y de la industria, los más sujetos al comercio y la competencia mundial, es la vara de los ingresos y el poder adquisitivo del conjunto de la economía. A falta de cambios estructurales, los precios históricamente altos de las materias primas y los bienes agroindustriales fueron la base del crecimiento de los últimos años.

Los salarios todavía pueden ganar la carrera. Pero es imprescindible que, antes de que sea demasiado tarde, el gobierno combata en serio la inflación.

La clave, ahora, es evitar que la puja precios-salarios se instale en el rango del 30 al 40 por ciento. Es lo que busca el acuerdo con Moyano.