Editorial

Dura crítica de Cristina al sindicalismo

En la Argentina hay dos interrogantes políticos difíciles de responder o que, en el mejor de los casos, no admiten respuestas sencillas : ¿Cuánto tiempo la Argentina podrá soportar un índice inflacionario tan alto y en qué momento van a colapsar las relaciones entre Moyano y la presidenta o entre el poder sindical y el poder político? Los interrogantes son diferentes, operan sobre zonas diversas de la realidad, pero están estrechamente relacionados.

Sin ir más lejos, en estos días Cristina Fernández admitió la existencia de la inflación y hasta expresó su preocupación por los índices existentes. Era hora. Asimismo, el pasado martes tuvo palabras críticas contra los comportamientos de los caciques sindicales, quienes por un lado dicen apoyar su reelección y, por el otro, la acosan con reclamos salariales, que van unidos a amenazas de paralizar el país o la actividad productiva.

En el caso que nos ocupa, la presidenta se refirió a Moyano, pero también a sus supuestos aliados de la CTA, línea Yasky. Por diferentes motivos, con diversos imaginarios ideológicos, unos y otros se han sumado a la puja salarial en un contexto electoral donde al oficialismo se le hace muy difícil mantenerse prescindente o recurrir a argumentos de racionalidad económica.

La interna del kirchnerismo en ese sentido puede ser mucho más intensa e imprevisible que las diferencias entre los partidos políticos. En un escenario electoral con niveles altos de inflación y demandas salariales, el equilibrio político que el gobierno necesita para esta etapa puede correr serios riesgos. La presidenta es la primera en percibir esta amenaza y por ello sus advertencias.

La pregunta a hacerse en este caso es si los sindicalistas escucharán el pedido de Cristina Fernández. No es sencillo responder a este interrogante, porque en el caso gremial, más allá de la buena fe o de las adhesiones políticas de los burócratas gremiales, décadas de corporativismo sindical terminan forjando una lógica que de alguna manera actúa por cuenta propia. Moyano construye poder, ama el poder y la riqueza, pero la clave de su exitosa carrera sindical reside en haber sido consecuente con la lógica corporativa que en su momento expresaron Vandor, Lorenzo Miguel y los “gordos”.

El signo peronista del actual gobierno ayuda en determinados momentos a forjar un entendimiento con la presidente, pero en circunstancias críticas esta tradición corporativa ha sido un factor de desestabilización. Lo sucedido en tiempos de Isabel Martínez de Perón es en ese sentido un ejemplo aleccionador. Lanzado a la disputa corporativa interna el peronismo incluye al Estado en el conflicto y compromete el propio destino de la sociedad. Es lo que ocurrió en 1975 y es lo que de alguna manera la presidente quiere impedir ahora.