al margen de la crónica

Calificado no excluyente

El acontecimiento de este domingo, más que la definición de primarias internas, fue haber asistido al nacimiento de una nueva forma de elegir autoridades y a la despedida de una manera retrógrada de ejercer política. Al mismo tiempo, con la atención centrada en los candidatos, las estructuras partidarias concebidas como hasta ahora, han quedado obsoletas y van camino a sumar historias al anecdotario político.

Cinco boletas terminaron con el “efecto arrastre” y la distribución de sobres con votos prearmados por punteros políticos y le insuflaron transparencia a los comicios.

Si bien toda evaluación puede resultar prematura, el sistema inaugurado, un voto solapadamente calificado pero no excluyente, -arriesga en una lectura rápida- la necesidad de una instrucción más concienzuda del electorado. El nuevo instrumento que no discrimina electores, es perfectible y quizás, para el siguiente ejercicio, se deberá insistir con una capacitación que vaya más allá de las abstracciones tratando de interesar más a los votantes, buscar -de no concretarse el voto electrónico- una forma de simplificar en la práctica, el acto eleccionario y agilizar el escrutinio para reducir la tensión de una prolongada vigilia.

Este camino primigenio hacia el voto electrónico pareciera no tener retorno. Ojalá que formas de manejar la política que tenían anclas en el siglo pasado hayan encontrado su fin y que las nuevas reflejen efectivamente la voluntad popular.

Antes del domingo, hubo una campaña atípica, larga, visualmente empalagosa en cartelería callejera, con muchas caras tratadas con photoshop y más manifestaciones de buenos deseos que propuestas depositarias del ingrediente “cómo ejecutar” cada una de las ideas que le permitan a esta provincia ser un lugar que contenga a todos los santafesinos.

Como en cada elección, los ciudadanos aspiran a que algunas cosas cambien. Que para la próxima haya más oferta de ideas posibles y concretas, que haya debate de proposiciones en vez de chicanas y que los candidatos sean reconocidos por sus hechos más que por sus sonrisas desde carteles desparramados poco tiempo antes de la elección; en definitiva que, el estar más cerca y más pendientes de las necesidades de la gente, los muestre sinceramente interesados en el bien común y les ahorre estériles maratones a último momento.