El problema irresuelto de poda o extracción de árboles

Cartas a la dirección

 

Idilia Inés Vouilloz.

DNI 6.462.184.

Señores directores: En el año 2001 iniciamos trámites en la Municipalidad para extracción de pinos en la vereda de la vivienda de mi señora madre (actualmente de 94 años), de calle Pedro Zenteno 1445, en razón de estar inclinados, y sus ramas cortaban los cables cuando arreciaba el viento y que las raíces levantaban las baldosas (que ya hemos cambiado varias veces por tal razón).

No los agotaré relatándoles cuántas veces fuimos a reiterar el reclamo. Una nota lleva las firmas de todos los vecinos; cuántas veces llamamos por teléfono; a cuántas oficinas nos iban derivando en estos diez años.

Después de un tiempo fueron inspectores, leyeron el expediente, tomaron fotografías y aseguraron que enviarían personal para quitar los árboles —lo que no se concretó—.

Entonces solicitamos permiso para hacerlo en forma particular. Nos contestaron que está totalmente prohibido. Que seríamos multados si procedíamos.

En una tormenta, uno de los pinos cayó sobre parte de la casa. Ocasionó un notorio deterioro. Contratamos albañil para arreglarlo. Y la caída cortó cables de cablevisión, teléfono, electricidad, perjudicando a nosotros y vecinos. Con el agravante de tener que abocarnos a los trámites para que acudieran a restablecer los servicios.

Tememos, como una constante, que el próximo pino caiga sobre persona/s o vehículo/s, lo que sería trágico. Confieso que mi madre no concilia el sueño cuando hay tormenta.

Aclaro que poseemos la documentación que acredita lo mencionado. Es un nutrido expediente.

Sinceramente, ya no sabemos a quién acudir. Por eso apelo a que publiquen en ese diario, reiterando la gravedad si se cayera, hiriendo o matando a ciudadanos o destrozando vehículos.

Náufrago

Rubén Elbio Battión

Iba pisando mis sueños. Crujían como vidrios en la lluvia de la noche. Las semillas del viento se acurrucaban en el hueco de mis manos. La senda era un eclipse de luces y latidos. Hacia adelante, la espalda de mi pasado exangüe y gris: teatro de árboles secos y relojes con alertas de silencios. El cielo era un túnel donde asomaba la sonrisa perdida, y el horizonte, allá, aspiraba mi corazón herido hasta borrarlo todo. Sólo la raíz de un náufrago buscando las voces de los peces. Y el tiempo, derritiendo mis ojos, aromaba los jardines interiores. Iba solo... con la mochila quebrada en el ramaje de mis sueños; sueño y vigilia en el cenit de cangilones vacíos y sedientos: pura roca de barro y de cielo. Y el recuerdo de un río de amores resbalando en la montaña perdida. Con las alas de un pájaro negro enlacé mi esperanza. Dios, asísteme por los pecados de reír en los espejos otoñales y quebrar el silencio de las ostras. Sigo solo... ¿La lluvia lavará las ilusiones segadas? ¿Sacaré de la rosa el perfume del exilio? ¿Ya soy la sombra de mi hora equivocada?... En la noche, el espejo mira la oscuridad del cielo.