Nuevo país, ¿un nuevo idioma?

El papel que juega la lengua en los procesos migratorios es fundamental. Compartir el idioma con el país de acogida o, al menos, tener ciertos conocimientos de éste, facilita la integración del inmigrante.

TEXTOS. DARÍO GARZÓN. FOTO. EFE REPORTAJES.

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El manejo del idioma del país de destino parece asegurar, o al menos facilitar, el proceso de adaptación e inserción de la población inmigrante a un nuevo país.

 

La inmigración es un fenómeno que está muy presente en la sociedad actual, en el cual intervienen multitud de factores de corte social, económico o cultural.

En los últimos años, el auge del trasvase de personas entre diferentes países con una lengua común ha puesto de manifiesto las facilidades, a la hora de adaptarse, que supone el conocimiento previo del idioma del país de destino.

Tradicionalmente, los factores más importantes a tener en cuenta a la hora de decidir emigrar a otro país hacían referencia, sobre todo, al terreno económico y cultural. En la actualidad, según palabras de Víctor Sáez, presidente de la Federación Estatal de Asociaciones de Inmigrantes y Refugiados en España (FERINE), “además del factor económico también influyen factores como la cercanía geográfica y la existencia de unas redes sociales mínimas que faciliten esa integración. Derivado de esto se entiende la importancia que puede llegar a tener el idioma en la comunicación y estabilización en el país de acogida”.

Carlos Gómez, director de la sede del Observatorio Permanente de la Inmigración, en Alicante (noreste de España), añade que “las personas que emigran lo hacen no sólo buscando empleo sino también mejorar sus condiciones vitales en esos ‘paraísos sociales’ que los medios de comunicación de masas, especialmente la televisión y el cine, acostumbran a vender”.

Uno de los principales estudios acerca de la importancia del idioma en estos procesos migratorios ha sido llevado a cabo por Rut Bermejo que sostiene que “la lengua que se habla es una de las características del país de destino que la persona dispuesta a migrar considera a la hora de seleccionar el final de su viaje, considerándose la divergencia idiomática como una influencia negativa”.

Esta aventurada afirmación de Rut Bermejo cuenta con el beneplácito de expertos en el tema, como el propio presidente de FERINE, quien comenta que “en los procesos migratorios el idioma es fundamental, tanto en el proceso de adaptación inicial, como en la integración cultural posterior”.

UN FENÓMENO MUY COMPLEJO

Los flujos migratorios no son, ni mucho menos, una ciencia cierta. La diversidad y multiplicidad de factores que en ellos toman parte hacen de su estudio una labor ardua y prolongada en el tiempo.

A pesar de ello, estudiosos como Carlos Gómez están en situación de señalar que “hay migraciones horizontales y verticales, es decir, desde los países empobrecidos a los países occidentales y viceversa, siendo los continentes asiático y africano los lugares en los que un mayor número de personas cambian de país de residencia”.

El propio experto continúa aclarando ciertos rasgos de las migraciones cuando sostiene que “actualmente las hay en todos los sentidos, huyendo de una creencia popular que advierte que sólo se emigra para ir de un país pequeño a uno más grande, dejando de lado muchos otros factores”.

Dentro de estas variables vuelve a aparecer el idioma. Según concluye el estudio de Rut Bermejo, “este aspecto cobra importancia en el caso de la existencia de especiales vínculos históricos entre territorios que dan lugar a sentimientos de cercanía histórica o afectiva o se concretan en diversas facilidades legales como la obtención de la nacionalidad”.

A la hora de poner nombre y apellidos a este sentimiento de cercanía del que habla Rut Bermejo es necesario atender a las palabras de Charo García, de Asistencia Pedagógica, Orientación y Apoyo al Retorno (APOYAR), de España, que afirma que “España atrae de forma considerable a personas que emigran de la zona del Caribe y de América Latina. Cuba, Venezuela, México o Argentina son algunos de los baluartes actuales de esta emigración basada en factores idiomáticos”.

GLOBALIZADOS

En la actualidad son el chino, el inglés y el español los idiomas que parecen gozar de un mayor peso cuando se trata de movimientos migratorios.

La importancia que el español está adquiriendo en lugares tan exóticos como África es tal que, según indica Carlos Gómez, “el interés que existe en aprender español en países francófonos como Senegal o Malí, ha desbordado al francés como idioma nacional debido a las posibles perspectivas de emigrar a España que tienen ciudadanos de estos países y que, en África, ha propiciado que medio millón de personas estén aprendiendo español actualmente”.

Esta creciente importancia del aprendizaje de idiomas que se está produciendo en países con gran número de emigrantes, como por ejemplo países africanos o latinoamericanos, está relacionado con un hecho destacado en el estudio de Rut Bermejo, que recalca que “el idioma podría actuar como factor selectivo una vez descontados otros factores de más peso, por lo que, en igualdad de todas las demás condiciones, los emigrantes escogen aquellos países de los que conocen el idioma”.

El manejo del idioma del país de destino parece asegurar, o al menos facilitar, el proceso de adaptación e inserción de la población inmigrante en países que, como España, Estados Unidos o China, poseen una lengua en continua expansión y un número de hablantes foráneos que, a pesar de lo que se podría llegar a creer, puede llegar a superar en número a los hablantes nativos. Esto demuestra, una vez más, la globalización que -al día de hoy- incide en el trasvase de personas no sólo a nivel internacional sino también a nivel intercontinental.