Los recicladores de basura festejan 14 años de Dignidad y Vida Sana

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Reciclar. Papel, cartones, vidrios y plásticos, son los materiales que se recuperan para su posterior venta.

Foto: guillermo di salvatore/ archivo el litoral

Es la asociación civil que agrupa a las 110 familias que viven de la clasificación y venta de residuos. Además participan en talleres para aprender oficios, como herrería, telar y costura.

 

Agustina Mai - Mónica Ritacca

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En la ciudad hay 110 familias que viven de la venta del papel, los cartones, los vidrios y los plásticos, que se recuperan de la basura en la nueva planta de residuos. Están nucleadas en la Asociación Civil Dignidad y Vida Sana. Su presidenta, Josefina Morales, habló con El Litoral sobre los comienzos de la organización, que cumple 14 años de vida y lucha.

“Antes la basura se tiraba a cielo abierto y cada uno iba a procurar su sustento diario. Iban familias enteras -mamá, papá y hasta el más chiquito de los hijos- al volcadero Los Caniles (detrás del Mercado de Abasto), a buscar papeles, botellas y plásticos, que son los materiales que se pueden vender”, relató Josefina.

Pero en 1997 se aprobó la creación del Relleno Sanitario -en Altos de Noguera-, se cerraron las cavas de la ciudad y los cirujas quedaron sin acceso a la basura. Ese fue el disparador para el nacimiento de Dignidad y Vida Sana. “Decidimos unirnos para que el intendente nos atendiera. Recibió a algunos representantes, entre los que estaban mi esposo, mi hermano y mis cuñados, y se decidió hacer una planta de clasificación de residuos, al lado del relleno sanitario”, señaló Morales.

En ese momento eran cerca de 600 familias que vivían de la basura, pero con el tiempo varios se fueron yendo. “Hubo gente que creyó en el proyecto y otros que no”, recordó Josefina. Hoy la asociación nuclea a 110 familias -unas 600 personas- que trabajan en dos turnos en la nueva planta de residuos.

“Antes trabajábamos bajo el sol, el agua y con el barro hasta las rodillas. No había día feo porque hay que comer todos los días. Ahora, con la planta, tenemos un techo, un comedor y llevamos la vianda para nuestra familia. Se ha modificado mucho en la educación de las personas, en el valor que se le da a lo que hemos obtenido como grupo”, contó orgullosa la mujer.

La recolección diferenciada de residuos -en secos y húmedos- favoreció el trabajo de los recicladores. “Llega en más cantidad la basura que se puede recuperar, pero todavía falta mejorar la calidad: a veces viene mezclado lo seco con lo húmedo”, detalló Morales e instó a tomar conciencia: “La persona que hace la separación en su casa no sólo nos está ayudando, sino que también está cuidando el medioambiente”.

Talleres productivos

Juntamente con la Fundación Equipo de Producción y Construcción Alternativa (Epyca), se está desarrollando un proyecto de Red de Escuelas Productivas, que consiste en la capacitación de los recicladores y sus familias. A través de talleres, pueden aprender herrería, carpintería, a fabricar trapos de piso, costura, telar y fileteado (ver testimonios, pág. 13).

“La idea es que aprendan el oficio mientras van produciendo. Pretendemos preparar bien grupos pequeños para que puedan seguir enseñándoles a sus compañeros”, señaló Celina Veloteri, al frente de los talleres.

“Hemos intentado concretar la Red Escuela Productiva, que permita -a mediano plazo- una línea adicional de ganancia económica familiar a partir de lo que producen. Luego de tantas experiencias fallidas de microemprendimientos que no soportan el mercado de trabajo, pensamos la idea de un entramado de unidades productivas”, explicó Mercedes Gagneten, presidenta de Epyca.

“La idea es empezar a manejarnos dentro de las ferias barriales y contactarnos con otros grupos que estén trabajando en lo mismo, a través de mercados solidarios”, concluyó Celina.

1.000

pesos

mensuales obtiene, en promedio, cada socio de “Dignidad y Vida Sana” por su trabajo en la planta recicladora. El gobierno provincial aporta $ 400 por mes y los otros $ 600 los obtienen de la venta de los materiales recuperados.

 

“Ahora fabrico trapos de piso”

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Nueva vida. Sergio Vera dejó la preclasificación de la basura al descubrir una salida laboral con la venta de trapos de piso. Foto: Amancio Alem.

“Lo que lleva más tiempo es enhebrar el urdilo por las 208 agujas que tiene la máquina”, advierte Sergio Vera sobre el proceso para fabricar trapos de piso. Y agrega: “Parece fácil, porque se trata de un telar eléctrico, pero es una tarea que a mí me lleva casi 2 horas y que requiere de mucha paciencia”.

Desde barrio El Abasto, Sergio llega todos los días a la sede del ex relleno sanitario (Chaco 4040) para asistir al taller que más lo atrapó. Aunque luego de aprender cómo se fabrican los trapos de piso decidió comprarse el telar eléctrico para hacerlo desde su casa; igualmente concurre a la vieja planta de preclasificación para ayudar en la producción que al venderse significará ingresos para Dignidad y Vida Sana. Tiene 40 años y vive con su mujer y sus cinco hijos.

Sobre la actividad que realiza, dijo que se trata de una “buena” salida laboral. Vende los trapos de piso a 6 pesos cada uno y a menor costo si alguien se los compra por cantidad. “Desde que me compré la máquina me dedico exclusivamente a esto. Por día, hago entre 100 y 200 trapos. En realidad, lo que se hace es un rollo entero que se va cortando en rectángulos de 70 centímetros y luego se cosen”, manifestó. Y agregó: “Después de capacitarme en este oficio, dejé la preclasificación de residuos. Mis hijos sí continúan haciéndolo, porque en la familia somos muchos y con la venta de los trapos no alcanza”.

“Capacitarme es un privilegio”

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Organizados. Mercedes asiste al taller de costura, donde se fijan objetivos diarios de trabajo. Foto: Amancio Alem.

Para Mercedes Gutiérrez, lo más lindo del taller de costura es poder conversar con el grupo de mujeres que la acompaña. Dice que en la planta de preclasificación de residuos “no se puede charlar por el ruido de las máquinas, en cambio acá sí”. Aclara que continúa preclasificando basura en el nuevo relleno sanitario. “El proyecto del que formo parte es hermoso. Es una oportunidad de progreso que tengo que aprovechar. Poder capacitarme es un privilegio para mí”, manifestó la mujer de 42 años, vecina del barrio El Abasto. Y agregó: “En este taller hacemos un poco de todo: cosemos y llenamos almohadones, cosemos trapos de piso... Por suerte, estamos bien organizadas porque nos ponemos un objetivo diario”. Mercedes tiene 4 hijos adultos. Vive con ellos y sus respectivas familias. Para poder llegar hasta el lugar donde se brinda el taller hay veces que utiliza sus pies, lo que le demanda no menos de una hora. “Para mí no es un sacrificio. Me encanta estar acá: generalmente estoy de 8 a 13, pero muchas veces me entusiasmo y me voy más tarde”, finalizó.

“Descubrí una actividad apasionante”

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Deseo. Con 22 años, Iván Oporto sueña con convertirse en el gran fileteador de Santa Fe. Foto: Amancio Alem.

Iván Oporto comienza su jornada antes del amanecer. Se levanta muy temprano, porque trasladarse en bicicleta desde el barrio La Ranita hasta Altos de Nogueras le insume bastante tiempo y no quiere perderse ni un minuto del taller de fileteado que inició hace unos meses.

Tiene 22 años y vive junto con sus padres y su hermana. “En mi familia soy el único que asiste a los talleres productivos. Lo hago porque quiero aprender el oficio y como una salida laboral para más adelante”, manifestó el joven.

Explicó que para realizar esa actividad, se necesitan “un pincel, una pintura acrílica o sintética y, sobre todo, concentración para no perder el pulso”. “A mí siempre me gustó dibujar. Sabía que tenía pasta para esto. Lo hago con mucho placer y estoy muy agradecido por esta capacitación. Levantarme temprano para venir acá no es ningún sacrificio para mí”, dijo al mismo tiempo que sostenía el pincel. Y agregó: “Ahora estoy por hacer un fileteado sobre una chapa que, cuando esté terminada, será un cartel rústico para poner la dirección de una casa”.

Iván nunca se imaginó que en la planta donde hasta no hace mucho tiempo sus padres preclasificaban la basura, descubriría una apasionante actividad. Manifestó que allí se siente contenido y que hasta ya se imagina ofreciéndose como fileteador en las calles de la ciudad.