Liliana Herrero, con “Este tiempo”

La nueva cosecha que vendrá

Ignacio Andrés Amarillo

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Se dice que Liliana Herrero (como Adriana Varela) comenzó a cantar en peñas y guitarreadas, en épocas en que cambiar el mundo era una preocupación más importante y más urgente que cualquier veleidad artística. Se dice que fue Fito Páez quien decidió que ese canto espontáneo y amigo se convirtiese en una carrera artística.

De los tiempos de las peñas, Herrero mantiene el mullido sillón que no siempre puede retenerla, los ojos cerrados, la copa de vino tinto siempre llena, y ese dejarse llevar por la canción, sin preocuparse por letras, tempos y melodías (“usted inventa mucho la melodía, m’hija”, le habría manifestado Mercedes Sosa alguna vez), más cerca del disfrute en comunión con los compañeros que en un espectáculo con separación entre artista y público.

No hay que despreciar análisis académicos (consúltese el trabajo de Damián Rodríguez Kees sobre la aportación de Herrero a una vanguardia posible en la música popular) pero podríamos atrevernos a pensar que la cosa es más intuitiva: que esa alteridad, esa transformación de las versiones sale de una interpretación que siente la obra musical más que ejecutarla.

De Páez aprendió lo que es darle forma a un producto artístico acabado, y es así que se gestó “Este tiempo”, su último disco integrado por composiciones de autores argentinos y uruguayos, la mayoría de ellos de las jóvenes generaciones. Con ese material llegó hasta el escenario de ATE Casa España, de la mano de su nueva banda (denominada justamente Nueva) integrada por Ariel Naón (contrabajo), Mario Gusso (percusión), Martín Pantyrer (clarinete y, fundamentalmente, clarinete bajo) y Pedro Rossi (guitarra).

Los nombres

El concierto abrió con “Tu nombre y el mío”, célebre canción de Lisandro Aristimuño, en una versión densa y atmosférica, que demostró de entrada que el clarinete bajo era una de las claves del sonido de esta formación. Luego vino suave, distendida, “Nueva”, de Hugo Fattoruso, con solo de clarinete soprano (el más habitual).

“Vamos a hacer una canción de Ramón Ayala, ese patriarca de la música del Litoral; un gualambao, que es un ritmo inventado por él: se llama ‘Antiguo barracón’”, contó la cantante, para dar paso a una versión progresiva y algo jazzística, en la cual se escuchó un recitado del autor. “Disculpen que nos reíamos entre nosotros, pero en los dos primeros temas me equivoqué en la letra entera”, comentó la artista. “Para mí es un honor que un hombre como Ramón Ayala haya querido participar en este disco simplemente recitando su glosa, ni tocando ni cantando. Se necesita una enorme generosidad para hacer eso”.

Luego arribó la milonga “ABC”, de Eduardo Pitufo Lombardo. “Como todo se transforma/Toma forma de milonga/Tu silueta en la canción/Disculpá el atrevimiento/Es que la encontré en el viento/Respirando de tu amor”, escribió el joven pero legendario murguero. Y de ahí saltó a otro uruguayo: Fernando Cabrera, con “La casa de al lado”, con la que supo abrir su disco “Igual a mi corazón”. Un arreglo cadencioso para la lírica del cantautor, llena de encuentros y desamores.

Volvió al material reciente con “Fada”, que Juan Falú le escribiera a su hija y sus ganas de enamorarse, y luego otra composición del mismo autor en la placa: la milonga “A puro fierro”, dedicada a tres herreros atorrantes y entrañables, a los que el letrista Pepe Nuñez les termina diciendo: “Me quedo con ustedes /Así no muero, así no muero/Con un golpe de fragua/La vida vuelve, la vida vuelve”. La interpretación de la cantante se mueve entre lo entrañable y lo doliente, reforzando los matices de la letra.

Distendida

“Yo ya me tomé unos sorbos de vino, estoy cantando tranquila, ustedes escuchan bien... Este es un disco de este tiempo, hay que cantarlo así, poniendo toda la carne en el asador... es un tiempo en el que estamos poniendo toda la carne en el asador”, comentó para recibir el aplauso del público. Cuando yo canto, estoy segura de que me quedo con ustedes, que no muero”, dijo, antes de volver a la pluma de Cabrera con “Dulzura distante”.

La sutil “Un punto solo en el mundo”, de Diego Schissi, fue la siguiente estación del viaje, antes de recalar en un clásico de su repertorio, “Oración del remanso”, de Jorge Fandermole: una versión pequeña, con guitarra nomás, con casi el mismo río en la voz que la de nuestra Natalia Pérez. Una poderosa linterna fue la herramienta utilizada para vincularse con el público y compartir la comunión de las voces.

Tristezas cantadas

El resto del show fue fluyendo como el agua de ese río. Tras “Laurel”, un bailecito de Juan Falú y Jorge Marziali, agradeció al Ministerio de Innovación y Cultura por la gira (Venado Tuerto, Rosario y Santa Fe), a pesar de las diferencias políticas. “Estamos en un momento tenso, pero de muchas promesas; y sólo juntos vamos a poder reconstruir este país”, manifestó.

Salida de la novedad con “Confesión del viento” (Roberto Yacomuzzi-Juan Falú, que le dio título a otra de sus placas), volvió anunciando ‘una cosa re triste’ del Negro Rubén Rada: “Austral”, un dúo entre el clarinete bajo y la voz desgarrada y con vibratos “radianos”.

Del Uruguay también pasó un clásico de Jaime Roos, “Tema del hombre solo”, para dar paso a “Se me va la voz”, un aire de baguala de Guillermo Klein. Y justamente la despedida fue con “Bagualerita”, creación inédita de Luis Alberto Spinetta, un tema que él le mandó “para que haga lo que quiera”... y lo que quiso fue respetar mucho el sabor del creador.

Circular

Los bises arrancaron con un carnavalito instrumental, para dar paso a “Algarrobo, algarrobal” la clásica chaya de Juan Oscar Ponferrada y Lía Cimaglia Espinosa, reelaborada por la banda en pleno. Y como en un relato circular, el último tema fue nuevamente “Tu nombre y el mío”, quizás para demostrar que “Este tiempo” en el que “se respira viento sur” es el de esperar “la nueva cosecha que vendrá”.

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De los tiempos de las peñas, Herrero mantiene el mullido sillón que no siempre puede retenerla, los ojos cerrados, la copa de vino tinto siempre llena, y ese dejarse llevar por la canción. Foto: Mauricio Garín