Editorial

Piquetes y caos en la ciudad

La misma postal, los mismos problemas. Durante casi ocho horas, el jueves último el tránsito en el ingreso a la ciudad de Santa Fe por la Ruta Nacional 168 se vio interrumpido -por momentos parcialmente y, en otros, de manera total- por alrededor de cincuenta personas que responden a la Corriente Clasista y Combativa (CCC).

No es la primera vez que ocurre. El puente Oroño o la Fuente de la Cordialidad se convirtieron hace tiempo en el punto de encuentro de quienes deciden protestar interrumpiendo el tránsito. Es que no se trata de un lugar cualquiera. Los piqueteros saben que representa un sitio neurálgico y que no sólo bloquean la circulación de una de las principales rutas nacionales -que además vincula a países del Mercosur-, sino que literalmente dividen a la ciudad en dos.

Centenares y hasta miles de personas quedan varadas a uno y otro lado del puente. Los problemas se agravan cuanto más se extiende el piquete. Familias separadas, envueltas en la incertidumbre; trabajadores que se ven impedidos de llegar a sus destinos. Son sólo algunas de las situaciones más frecuentes que suelen producirse.

Los manifestantes de la CCC exigían que los gobiernos municipal y provincial intervengan ante la Nación para que se haga efectivo el envío de los planes de cooperativas Argentina Trabaja. Además, bregan por incrementos de la Asignación Universal por Hijo y de la Tarjeta Única de Ciudadanía. También piden refuerzos en las copas de leche que se entregan en barrios carencientes, guardapolvos para los niños y hasta 200 puestos de trabajo para desocupados.

Los piqueteros sólo levantaron el corte cuando recibieron un compromiso por escrito de las autoridades del Ministerio de la Producción de que serían recibidos el viernes por la tarde. La reunión se produjo, pero salieron disconformes. No debería sorprender que mañana los cortes de tránsito se repitan en el mismo lugar y con idéntica metodología extorsiva.

Lo llamativo del caso es que, en general, los reclamos que motivan la protesta no pueden ser resueltos a nivel provincial o municipal. De allí que, difícilmente, puedan ser satisfechos de las reuniones a las que son convocados. A la vez sorprende la pasividad del poder político y de la Justicia frente a este tipo de situaciones en las que no sólo se comete un delito flagrante, sino que además se anuncia con anticipación que dicho delito será cometido.

La sola presencia policial de manera preventiva podría evitar el piquete. Sin golpes, sin represión, sin violencia. Pero la policía sólo se hace presente para impedir enfrentamientos entre los manifestantes y el resto de los ciudadanos, que se transforman en rehenes de la situación.

Es probable que los piquetes se repitan a partir de mañana para demandar soluciones de cumplimiento imposible. El planteo es tan perverso como la deformación de una democracia en la que la enorme mayoría padece como rehén de grupos minúsculos. Habrá que ver entonces si las instituciones actúan y las leyes se aplican.