Editorial

Olvidos que rozan la censura

Que nadie es profeta en su tierra, más que un aforismo pareciera ser en la Argentina una máxima popular cargada de sentido común. Sin ir más lejos, la reciente muerte de Ernesto Sábato confirmó este principio.

Mientras en Europa y los Estados Unidos la obra literaria del autor de la novela “Sobre héroes y tumbas” era ponderada por los principales críticos y narradores contemporáneos, y reeditada por las principales casas editoras de Occidente, en la Argentina su obra ha sido -y sigue siendo- subestimada por el discurso oficial, mas allá de que escritores de la talla de Albert Camus y Graham Greene, entre otros, hayan ponderado su calidad.

Sábato, en este sentido, es víctima por partida doble de la incomprensión nacional. Por un lado, cierto sentido común literario ha colocado a sus libros en una suerte de index cultural por considerarlos de una calidad inferior o diferente a la de Borges, por ejemplo. Por el otro, el oficialismo no le perdona haber escrito el prólogo del “Nunca más”, la publicación de la Conadep sobre los crímenes del Proceso militar, texto que también condena a la violencia guerrillera. Y para el gobierno, ese matiz echa sombras sobre su compromiso con una genuina defensa de los derechos humanos.

Es verdad que en los últimos tiempos algunos medios han intentado revalorizar su obra, pero lo que en cualquier caso sorprende es que esa revalorización siempre provenga de autores europeos. Al respecto, la opinión más importante sobre la calidad de su escritura entre las publicadas en diarios nacionales corresponde a Claudio Magris, el autor de “El Danubio” y uno de los grandes narradores contemporáneos.

Lo que vale para Sábato, se hace extensivo a otro gran escritor argentino que fue Leopoldo Marechal, autor de perdurables novelas y poemas. Curiosamente, este escritor de clara y pública filiación política peronista no es divulgado ni ponderado por las oficinas del oficialismo porque pareciera que al discurso hegemónico no le agrada su reconocida militancia católica. Lo grave, en este caso, es que los principales perjudicados por esta omisión son las nuevas generaciones que pierden la posibilidad de familiarizarse con un excelente innovador de la literatura nacional.

En la misma línea merece ubicarse a Mario Bunge. Científico, docente, autor de libros avalados académicamente por las grandes universidades de los Estados Unidos y Canadá, su obra en la Argentina es prácticamente desconocida porque en ciertos ámbitos de la UBA y en algunas capillas culturales molesta su abierta y razonada critica al psicoanálisis y su reivindicación empecinada del saber científico. Respecto de Bunge hay que decir que, de todos modos, en universidades como la UNL tuvo los reconocimientos que se merece, pero en el mundo editorial lo que sigue predominando es el silencio.

Después de una ola faccional, la Argentina y su universo intelectual deberán revisar estas omisiones que en algunos casos constituyen actos de censura. Los casos de Sábato, Marechal y Bunge son los más conocidos, pero lamentablemente no son los únicos.