La lección de los números

Rogelio Alaniz

Empecemos por las obviedades: Bonfatti salió primero, Torres del Sel, segundo y Rossi tercero. En las elecciones gana el que saca más votos y el triunfo le corresponde a Bonfatti, pero, ¿qué lugar asignarle a Torres del Sel, que hasta las diez de la noche del domingo parecía ser el nuevo gobernador de la provincia? Y, políticamente, ¿alcanza con decir que Rossi salió tercero?. ¿Quién fue el derrotado el domingo: Rossi o la señora?

Las interpretaciones admiten variaciones, pero estas no son infinitas. Bonfatti ganó, pero con relación a las elecciones del 2007 perdió diez puntos. Sus ambigüedades ante el gobierno nacional tal vez expliquen ese retroceso. O tal vez lo explique el maltrato al que sometió a sus aliados del Frente Progresista. Hoy Bonfatti asume el gobierno de la provincia sin disponer del encanto novedoso de Binner y sin controlar la Legislatura. El partido que siempre ponderó los acuerdos y los entendimientos es el que hoy tiene más dificultades en la provincia para tejer acuerdos y entendimientos. Quienes siempre ponderaron las virtudes frentistas corren el riesgo de ser acusados de haberse valido de esa retórica para establecer una singular división del trabajo: unos sirven para gobernar y los otros para juntar votos.

El Frente Progresista tal como hoy se presenta no existe. No murió, pero seguramente está muy mal herido. En estas elecciones apenas alcanzó a ser un sello que los candidatos invocaban sólo cuando las circunstancias lo imponían. Tal vez el gran desafío hacia el futuro sea recomponerlo, en otras condiciones, sin aspiraciones hegemónicas, sin manipulaciones tramposas.

Torres del Sel no ganó las elecciones, pero fue el gran protagonista. Le fue tan bien que estuvo a punto de ser gobernador de la provincia. Por suerte para él y para la provincia no lo fue. Lo que se llama el “voto del campo”, lo apoyó en toda la línea. En las localidades de la denominada “pampa gringa” arrasó. ¿Voto de derecha o de centro? No creo que la categoría “derecha- izquierda” alcance a explicar esta situación. El llamado “voto del campo” responde a una matriz productivista, tal vez conservadora pero modernizante cuyo fundador histórico se llamó Carlos Sylvestre Begnis. Ese voto, que ayer estuvo con Reutemann, hoy está con Torres del Sel.

Rossi fue el gran derrotado. Él mismo lo dijo: los votos que obtuvimos no se corresponden con lo que trabajamos. ¿Qué pasó?. Creo que la provincia de Santa Fe no le ha terminado de perdonar a Rossi lo sucedido con la 125. Justo o injusto, el santafesino medio asocia su nombre con el de quien estuvo en contra de los intereses del campo. No terminan allí las diferencias. Rossi dispuso de militancia, pero se trató de una militancia facciosa, desvinculada de los centros efectivos de poder en la provincia. Más que una militancia fue una estudiantina que supuso que el combate consistía en insultar y silbar a Binner en los actos públicos.

Está claro que la verdadera interna del peronismo se jugó en estas elecciones. Allí confrontó un peronismo amparado por el poder nacional contra una suerte de neoperonismo avalado por el PRO y con el respaldo de ese singular peronismo santafesino rediseñado por Reutemann. Rossi se preocupó por anudar acuerdos con las cúpulas internas del justicialismo, pero el voto peronista decidió por cuenta propia. El caso más representativo y tal vez más patético fue el de Perotti, encabezando la lista de legisladores nacionales de Rossi mientras en su región Torres del Sel se quedaban con todos los votos. Dicho con un cierto toque de ironía en homenaje al folklore peronista: Rossi acordó con las partidocracia interna y se olvidó de que el peronismo es, en primer lugar, un movimiento. Pues bien, ese movimiento fue el que apareció el domingo y lo derrotó sin misericordia.