En el norte de la ciudad

Aristóbulo del Valle: la nueva meca de las ferias populares

En la avenida, hacia el norte de la ciudad, las ferias populares se extienden informalmente o mediante una estructura comercial. Son una alternativa laboral y en ellas se encuentran productos variados y a muy bajo precio. Un fenómeno que plantea soluciones, problemas y desafíos.

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Manjares rápidos. Viviana prepara pebetes, tortas fritas, hamburguesas, choripanes, ravioles con salsa y jugos para quienes quieran quedarse a comer en la feria.

Foto: Luis Cetraro

 

Salomé Crespo

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En el radio de la zona norte, el crecimiento poblacional generó el incremento de la oferta comercial de todo tipo de productos en negocios sobre las avenidas y también en ferias. Una de las más populares, improvisada y concurrida está formada por 400 puestos que bordean el predio de la Granja La Esmeralda (Aristóbulo del Valle 8600) y otra, formal, denominada “Del Litoral” en Aristóbulo del Valle casi Gorriti.

La primera, comenzó a formarse hace seis años de a poco, sin demasiado ruido y se terminó convirtiendo en la oportunidad para muchos feriantes, para los de siempre y los improvisados, de ofrecer sus mercancías a quienes visitaban la estación zoológica.

La “Del Litoral”, se conoce como la versión santafesina de la mayorista y popular “La Salada” de Buenos Aires y los fines de semana recibe hasta 5.000 visitantes de la ciudad y del interior de la provincia.

Desde el inicio de la gestión de Mario Barletta, la injerencia de la Secretaría de Control y de Desarrollo Social en la actividad comercial informal instalada en espacios públicos de la ciudad con el objetivo de ordenarla, provocó el desplazamiento de los puesteros a diferentes lugares. De la plaza Fournier muchos emigraron a la zona de la ciclovía, en Facundo Zuviría entre Estanislao Zeballos y Castelli; otros fueron al Centro Integrador Comunitario de Facundo Zuviría al 8000 en barrio Transporte y algunos grupos continúan en La Baulera, en el predio del ferrocarril Mitre en el suroeste de la ciudad.

Los más organizados y que tienen la posibilidad de trasladarse, pululan entre los distintos mercados espontáneos según el día en que cada uno funciona; así, la feria que rodea la Granja La Esmeralda llegó a convertirse actualmente en una de las más significativas que convoca multitudes los martes, jueves, sábados y domingos.

Una necesidad y una oportunidad

“Al CIC también vamos a veces los domingos y estamos trabajando bien, se consigue de todo”, promocionó Norma Di Luca, apoyada en el tablón donde ofrece su mercadería en las inmediaciones de la Granja.

En el tejido que separa la estación zoológica de la avenida Aristóbulo del Valle, cuelgan carteras a $25 y bijouterie, en paneles de madera ofrecen cd’s y dvd’s. El más vendido es el único disco que editaron los “Wachiturros”, que atraen con “Tirate un paso”. Sobre la vereda (que desapareció bajo la tierra y el pasto) y a pocos centímetros de la cuneta, hay buzos a $40, zapatos ajados y óptimos a $25 y $50 y la fila de lonas y ofertas continúa... Donde el espacio se ensancha hay juguetes, alimentos para perros y gatos, golosinas, aparato y objetos que en una primera mirada cuesta entender para qué sirven, miles de cargadores de celulares, repuestos para artefactos a gas, ropa para bebés rosa, celeste y verde desde $25.

Los productores de la zona de Monte Vera y Angel Gallardo llevan verduras recién levantadas de las quintas, que acomodan en los mismos cajones, mientras toman mates y sus hijos juegan sueltos.

A visitar y a comprar en la feria de La Esmeralda llegan desde Alto Verde, La Guardia, barrio Roma, Centenario y por supuesto, de los alrededores. “Vienen familias con el perro, el mate y pasan el día acá, es un paseo”, insiste la mujer, que se muestra como una especie de organizadora y animadora de la feria.

Norma fue una de las primeras que instaló una mesita para camping, diminuta y enclenque, hace seis años cuando se quedó sin trabajo y tenía que asegurar un ingreso con el que mantener a sus hijos.

“Sin dudarlo me vine al trueque, también fui al de la plaza Fournier en Don Bosco”, dijo y con énfasis absorbió su cigarrillo. En ese momento, hacía trenzas en hilo que colocaba en el cabello de la gente, hasta que “le puse trenzas a todo el mundo”.

De vuelta, la necesidad de reinventar y de nuevo la salida estuvo a tiro: juntó la ropa en desuso de sus cinco hijos y la puso sobre la misma mesita. La alternativa fue más perdurable y la impulsó a comprar prendas nuevas y revenderlas.

“Acá venimos los martes, jueves y sábados desde que sale el sol hasta que nos corre la oscuridad. Tengo cinco hijos, en la facultad y el colegio y con esto los ayudo a seguir estudiando”, aclara Norma e invita hasta el cansancio a visitar “vengan, vengan porque estamos en el paseo más económico de la ciudad”.

Todos tienen lugar

Es cierto que ubicarse en el espacio de lo que se considera la feria es tan sencillo como desplegar una sábana vieja, en el sol si hace frío o en la sombra si es verano, y acomodar los petates arriba.

Tan improvisado es todo que en el fondo de una de las calles de ingreso al predio de la granja hay dos baños químicos cuya colocación le atribuyen al municipio y “llevan un año y medio sin que nadie los limpie o retire”.

En la caminata un reclamo se repite: “Necesitaríamos agua porque hay muchos chicos, nos gustaría tener luz porque cuando baja el sol no podemos seguir trabajando. Y también un baño”.

Los casos y los puestos como el de Norma se repiten incontables. Susana empezó vendiendo lencería cuando se quedó “en la calle”; Ramón y su mamá Elvira, de Guadalupe, van hace cuatro años a vender ropa; Viviana de barrio Belgrano es la encargada del puesto de la comida para los vendedores y visitantes; Ricardo de barrio Loyola ofrece zapatillas a $80 y camperas a $100; Silvia de Guadalupe trae de La Salada ropa para bebés...

A visitar y a comprar en la feria de La Esmeralda llegan desde Alto Verde, La Guardia, barrio Roma, Centenario y por supuesto, de los alrededores.


Números oficiales

El secretario de Control de la Municipalidad, Cornelio Collins, le dijo a El Litoral sobre la venta ambulante que “en el proceso de regularización de la ocupación del espacio público desalojaron el parque Alberdi, la plaza Fournier, el parque Garay, la costanera y la peatonal”.

A su vez, aportó que según el programa de empleo de la Municipalidad, al inicio de la gestión actual los puestos ambulantes eran alrededor de 2.500 y, actualmente “apenas sobrepasan las 100”.

A su vez, precisó que de lunes a domingo funcionan 114 ferias francas de frutas y verduras en la zona del Jardín Botánico, barrio Roma, Centenario, las Cuatro Vías, Villa María Selva, Guadalupe norte, Sargento Cabral y Sur.

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“Acá cuando llueve no podemos trabajar por varios días, es un problema porque el que no vende un día no lleva la moneda a la casa. La mayoría tiene planes sociales pero con eso solo no viven”.

Norma Di Luca

Feriante